Entre 2003 y 2008 la Universidad de Buenos Aires publicó una revista escrita por los reclusos de la cárcel de Devoto. Su nombre era La Paloma y aludía al sistema que usan los presos para comunicarse entre los pabellones y con el exterior, que consiste en un cordel que lleva atado un papel. La revista, junto al CUD (Centro Universitario Devoto), lanzó una convocatoria para que internos y funcionarios se reunieran para discutir  la convivencia dentro del penal de Villa Devoto. Lo que se debatió en esa reunión poco habitual no solo no ha cambiado sino que se ha agravado, hacinamiento, violencia y precariedades de todo tipo. Un documento imprescindible en estos momentos en que se discute qué hacer con los presos.

N]ueve puertas se deben trasponer para arribar al centro del penal de Villa Devoto. Las normas de una cárcel de máxima seguridad nos obligan a detenernos ante cada una de ellas para celebrar un verdadero rito iniciático. Pero, como si ingresáramos a un templo sin salida, se irán cerrando cada vez con metálico estrépito.

En el centro de la cárcel, trasponiendo la famosa “T” que conduce por diferentes pasillos a cada una de las plantas, se encuentra el Centro Universitario Devoto.

Es allí, en medio de una cárcel emblemática y caracterizada por la extrema violencia que la sojuzga, donde se realizó un evento para analizar la dificultad de la convivencia en términos humanos. Devoto concentra la mitad de los muertos por causas violentas de todo el sistema carcelario federal.

Dispuestos a deponer sus defensas y desistir, por un breve lapso, de los roles que cada uno encarna, se reunieron funcionarios penitenciarios e internos con la directora del Programa UBA XXII, la licenciada Marta Laferriere, para empezar a abordar, cada uno desde su perspectiva, una cuestión tan difícil. Es que, a pesar de la diaria presencia de la violencia, no es fácil hablar de ella. Como una materia elusiva o una presencia siniestra a la que se le niega su existencia, la violencia es una cuestión de la que nunca se habla. Como si el silencio fuera uno de las condiciones de su persistencia. Como una forma de facilitar el diálogo, el Director del CUD, Alcaide Mayor Juan Carlos Ayala, hizo que sus colegas y él mismo participaran del encuentro en ropas de civil.

Con la presencia de los colaboradores de La Paloma, algunos los presos más antiguos, -incluso algunos “dinosaurios”, como se los llama en alusión a los largos años de encierro-, asistieron expectantes la propuesta de la charla donde iban a participar, en términos de igualdad, ambas caras del cuerpo carcelario.

La puerta del aula mayor se cerró para fomentar un diálogo que no se esperaba que fuera sencillo. Hay quienes piensan que el CUD es un espacio muy alejado del resto de la cárcel. Pero nada más equivocado. Es sólo un oasis para tomar un descanso. Los problemas de toda la cárcel se viven a diario por más que no sea trasmitido al resto de quienes, desde otros ámbitos de la universidad, concurren al centro.

Los asientos fueron organizados en un entorno como para suspender, mientras durara el encuentro, las diferencias entre presos y guardiacárceles. Dos términos, al que se suele sustituir por los  eufemismos “internos” y “funcionarios penitenciarios”.La reunión fue grabada mediante dos equipos que ocupan la única mesa del aula. Se pretendía que los dichos no fueran desvirtuados por la perversa radio pasillo.

Las opiniones comienzan a circular

En esta oportunidad no reinó el habitual equipo de mate. Tampoco la reunión fue amplia ni la propensión a participar se manifestó desde el comienzo.

El Tano lanzó al ruedo la cuestión que hoy preocupa a la Corte Suprema, al Gobierno Nacional y fundamentalmente al de la Provincia de Buenos Aires: la superpoblación en las cárceles. “El hacinamiento y la falta de espacio son las causas principales de la violencia”.

Un viejo penado asintió, puntualizando que “la situación del preso es por sí violenta” y que se agrava “por la carencia de servicios, asistencia médica y comida”.Alguien agrega que la cárcel, como institución, sólo atrapa a los pobres y que la violencia dentro de ella es el continuo de la violencia social. “La gente convive con la violencia desde la cuna y lo acepta como algo natural”. “Se sufre todo el tiempo la coerción del sistema”. Pero no dejó de aportar soluciones como “dar educación, dar trabajo en la cárcel y ocupación extramuros”.

Ante la propuesta de ampliar el esfuerzo educativo extendiendo la enseñanza primaria y secundaria al horario de la tarde el Alcaide Mayor del CUD tomó la palabra. Explicó que, además de las imposibilidades materiales como la falta de espacio o de personal, la enorme concurrencia de visitas absorbía la dedicación de los recursos, y conspiraban contra esa posibilidad. Un penal, por supuesto, excedido en su capacidad en el cincuenta por ciento.

El incremento de la cantidad de detenidos sin la correspondiente planificación desató más demandas: “la resocialización es un discurso hipócrita porque las cárceles no son sino castigo”, contesta C., ante “la evidencia de la falta respuesta por parte del Estado a la demanda educativa”.

Los problemas particulares de Devoto

El diálogo se intensificó y la franqueza, liberada de las ataduras iniciales, facilitó la profundización del problema.

La pregunta sobre si existen “iniciativas para disminuir la violencia” y en definitiva si “la violencia es inevitable”, orientó la discusión hacia los caracteres particulares de esta cárcel de Villa Devoto. L. sostuvo “que en una cárcel tan antigua como Devoto la violencia es inevitable y es uno de los métodos de control”. G. habló de las prácticas tradicionales del servicio penitenciario en Devoto como parte del problema y dijo “que no se clasifica debidamente a la población penal al momento del ingreso ni posteriormente de acuerdo a las fases de la progresividad”, según lo estipula la ley.

Vuelve a tomar la palabra C., afirmando que “al no respetar la ley, y los espacios mínimos de cada uno, el Estado no respeta la dignidad humana”. “A través del mal estado de las instalaciones, baños tapados con derrame de aguas servidas, no se respeta la dignidad del hombre, ni por parte de la Administración ni por parte de la Justicia”. “Los patios de visitas son pequeños y con baños insuficientes para gente que ha estado esperando en la cola durante horas”.

Las claves sociales de la violencia

La angustia de quienes han debido soportar situaciones infrahumanas no impidió la exploración de causas exógenas a la institución carcelaria. De allí que otro participante, con una visión más social, sostuvo que “la violencia aumentó afuera y se metió en la cárcel donde se amplifica”. “Cuanto más estás en la prisión, más violento te volvés”. Su enfoque viene a corroborar que la cárcel es un reflejo de la realidad social y encima, en lugar de reeducar, termina convirtiéndose en una escuela para el delito.

La violencia social se introduce en la cárcel y se convierte en el único medio para la resolución de conflictos, tanto entre los presos como para el servicio penitenciario. “La represión se convierte en una nueva forma de humillación que provoca más resentimiento y más violencia”. La violencia, aun legítima, engendra mayores convencimientos de su eficacia. “Debería iniciarse una búsqueda de nuevos códigos y normas comunes para todos los conflictos que permitan un mayor entendimiento entre todas las partes”. La búsqueda de alternativas no encuentra su cauce.

Las reformas emprendidas en Devoto

La charla exigía a esta altura algún enfoque por parte del Estado. Toma nuevamente la palabra el Alcaide Mayor Ayala, y con referencia a las propuestas que se lanzaron al ruedo, reiteró que “el turno tarde para la educación básica no es compatible con la visita por restricción de espacio y de personal y la atención de la visita”. Pero, “que se están emprendiendo reformas para reubicar racionalmente a la población de Devoto y reconstruir los pabellones más deteriorados”. “Que se baraja la idea de instalar un taller en cada pabellón para combatir el ocio y fomentar la actividad creativa”.

Con estas propuestas culminó una reunión que no logró agotar su temática pero que constituyó un testimonio de la preocupación de todos los participantes. Uno a uno fueron abandonando el aula con saludos respetuosos y un mayor reconocimiento de los diferentes puntos de vista.

El aula quedó vacía, pero el CUD dejó flotando algunas respuestas al problema de la violencia, que no sólo invade a la cárcel, sino a toda la sociedad. La alternativa es por supuesto el diálogo y el imperio de la palabra. Es, precisamente, lo que no puede expresarse lo que conduce a la respuesta violenta. El diálogo no es el método habitual de trato dentro de la cárcel sino, por el contrario, la cadena de órdenes, normas reglamentarias y requisas. La seguridad, esencial para toda convivencia social, no puede constituir un fin en sí misma.

El Centro Universitario Devoto , una vez más fue el receptáculo de otra búsqueda, donde funcionarios que bucean otras respuestas pueden dialogar francamente con quienes sufren los efectos de la institucionalización.

(Se eligió mantener el texto tal como fue publicado en La Paloma).

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