En tiempos de teorías conspirativas que se diseminan con más velocidad que el coronavirus conviene recordar una que muestra a las claras que, casi siempre, los inventores de las conspiraciones son más bien brutos, y de sus creyentes mejor ni hablar.

Un rasgo grotesco de los adefesios conspirativos es, además de la mentira insostenible, la invariable inclusión  datos absurdos.

Lo que demuestra que los inventores de conspiraciones son, en general, analfabetos, o bien víctimas de severo un déficit cognitivo.

Por ejemplo, la falacia burda de que el alunizaje de la misión Apolo 11, el 20 de julio de 1969, fue filmado en el desierto de Mojave, incluye un #dato cuya inverosimilitud ha sido pasada por alto: la atribución de su autoría al genial director Stanley Kubrick.

Tratándose de un explícito, público, sistemático opositor al establishment político norteamericano ¿quién podría concebir que Kubrick fuera cómplice de una mentira estatal? Solamente alguien tan torpe que no verificó su trayectoria.

Para que el principal artífice de la batalla contra la listas negras – escoltado por otro gigante, Otto Preminger, en el triunfo que representó rescatar al gran Dalton Trumbo del bloqueo macartista – participara por dinero de una estafa regiminosa, debería haberse producido un cataclismo moral en los “USOFNA”, como caricaturizaba mi amigo el antropólogo y cinéfilo Mario Rabey.

Hace un tiempo alguien sugirió que los conspiradores querían, de paso, dejar en mal papel a Kubrick, lo cual es rebuscado e inverosímil. Los conspiradores son, simplemente, demasiado imbéciles como para jugar a dos puntas a la vez. Eso, además de delirio, requiere cierto ingenio.

Los repetidores también lo son, en algunos casos. En la mayoría -creo – se trata de pereza mental.

Hace cuatro años Vivian, la hija menor de Stanley, música,  emitió una muy dura declaración contra el insulto que enlodaba a su padre.

La paradoja es que Vivian – compositora que dejó sin terminar la banda sonora de Eyes Wide Shut – se enroló con otros conspiradores, los Cientólogos.

Al parecer, muchos de estos se sintieron defraudados por su refutación del alunizaje “simulado”.

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