Desde que se asumió el actual Gobierno se cerraron 7500 PyMES. Esta es la crónica posible –escrita por alguien que conoce del asunto- del ciclo que va del naufragio 2001 a la recuperación y de allí de nuevo naufragio, en bicicleta.

Presentémoslo así: X es un sobreviviente del naufragio neoliberal de los 90, un tipo con algún saber acumulado en el negocio de, digamos, las bicicletas (Ok: ejemplo repetido por su practicidad).

En el escenario post crisis 2001, signado por un tipo de cambio real competitivo, financiamiento con tasas de interés a la baja, estímulos al consumo interno y sustitución de importaciones, X sale de la economía de supervivencia: de armar las bicicletas en el garaje de su casa, pasa a alquilar un galpón y contratar, sucesivamente, 5, 10, 15 empleados, entre operarios y administrativos.

X, sin saberlo, se convierte en un empresario pyme.

El negocio marcha bien y las ventas crecen. X hace intuitivamente lo que hacen los empresarios: arriesga y, gracias a un crédito blando, equipa convenientemente la fábrica y adquiere un utilitario para el reparto.

En función de expectativas de largo plazo y estabilidad en las condiciones macro, X, que se encarga él mismo de la venta al retail de las bicicletas, decide armar una estructura de ventas, con gerente comercial y vendedores especializados. Abre canales de distribución nuevos e incrementa los puntos de venta: ya no sólo bicicleterías y jugueterías, sino también mayoristas de rodados, súper e hipermercados, lo que aumenta la demanda de sus productos y acelera la rotación del inventario.

Junto con la demanda aumentan también las exigencias técnicas de sus clientes, por lo que invierte en sistematización y control de calidad de sus productos, a través de la creación de la Gerencia de Procesos y Calidad.

El negocio florece, por lo que X dobla la apuesta abriendo un departamento de marketing: se trata de atender también la venta directa, el e-commerce, la fidelización, el brand awareness. Contrata, al efecto, a un marketing planner y a un community manager.

Al principio no le presta mayor importancia, pero en algún momento la disponibilidad de divisas para importaciones, sean bienes terminados o insumos, se acota. Si bien la materia prima y la mano de obras son nacionales y por ende se garpan en pesos, las bicis de X llevan insumos que no se fabrican en el país por una cuestión de escala industrial (pongamos: los cambios y los frenos), los cuales debe importar y pagar en divisas.

Así y todo, el negocio no se detiene: X amplía la plantilla a 50 empleados y empieza a planificar la exportación de sus bicis a países limítrofes. Sin embargo, pasado algún tiempo, se incrementan las dificultades para el acceso a las divisas y se establecen barreras burocráticas (las famosas DJAI) a fin de pisar las importaciones.

X tal vez no lo sepa, pero el país acaba de toparse con el karma de la restricción externa.

Un voluntarioso y un nuevo gobierno

 

Algún Secretario de Comercio voluntarioso impone a nuestro paciente empresario la obligatoriedad de exportar algo a cambio de la asignación de un cupo de divisas para sus importaciones. En cristiano: X, que no entiende un pepino de exportaciones, debe generar él mismo los dólares que necesita para su operatoria de importación. X se vincula azarosamente con una bodega y consigue con mucha dificultad exportar vinos a China y así hacerse de un cupo de dólares exiguo. La operatoria es un auténtico engaña pichanga: no se abre un nuevo mercado, el vino exportado por nuestro amigo deja de exportarlo la bodega, con lo que, en términos de balanza comercial, la exportación resulta nula.

Con el tiempo, la aprobación de las putas DJAI se complica. X agota los recursos disponibles, lícitos y no tanto: reuniones, presentaciones, recursos de amparo, gestores y facilitadores, sin obtener resultados, lo cual arroja a X a la paradoja de tener un mercado con una demanda sostenible a la cual no puede atender por falta de insumos. Es decir: no puede vender bicicletas sin frenos. El negocio se ameseta.

Para complicar más a nuestro atribulado empresario, al tiempo asume un nuevo gobierno que, en pocos días libera el mercado de cambios, produce una devaluación cercana al 35% y abre las importaciones, entre otras medidas market friendly.

El negocio se derrumba; los primeros que suspenden las compras de bicicletas son los super y los hiper: con estructuras de compras globales, instantáneamente comienzan a importar bicicletas chinas con marca propia. Luego siguen los mayoristas: activando reflejos dormidos, adquiridos en crisis anteriores, se ponen también a importar bicicletas chinas, las cuales cuestan menos de la mitad que las nacionales.

Azorado, X comprueba que los precios de venta de las bicis chinas son similares a su costo.

X, sin defensa del Estado ni apoyo de cámara empresarial alguna, intenta iniciar una investigación por presunto dumping de las bicis chinas, pero pronto se encuentra con una pared: la indiferencia del gobierno, quien no sólo no contempla instancias de contención y cuidado del trabajo argentino sino que, entre otras medidas, decide cerrar la información estadística del comercio exterior, en función de brumosas razones de confidencialidad. Es una curiosidad interesante ya que se trata de información abierta desde siempre y que, para quedarnos en el barrio, es de libre acceso en países tan disímiles como Chile, Uruguay, Colombia, Bolivia y Venezuela.

Nuestro resignado hombre no tiene modo de saber el precio al que ingresan las bicis chinas; sólo sabe que no tiene modo ni posibilidad de competir contra ellas.

Adicionalmente, X debe enfrentar otros factores devastadores para la continuidad de su negocio: tarifazos, más devaluación, presión impositiva, financiamiento inaccesible, ruptura de la cadena de pagos y caída de las ventas, entre otros.

Aquella paradoja inicial -tener un mercado al cual no puede atender por falta de dólares para los insumos importados- se da vuelta como una media: ahora puede disponer, aunque no sabe por cuanto tiempo, de las divisas necesarias para comprar sus insumos, pero la demanda se evaporó y se achicó el mercado.

A otra cosa, mariposa

X, resignado, finalmente toma una medida radical: despide a la totalidad de sus empleados, excepto un par de vendedores y un pibe para el depósito; se manda viajecito a la Feria de Cantón (una papa), elige al más confiable de entre unos 500 fabricantes de bicicletas chinos, el que produce modelos idénticos a los suyos solo que un 40% más baratos; les hace poner su marca a las bicis y se larga de una a importar.

Se saca de encima cargas sociales, gremios, reclamos salariales, accidentes de trabajo, proveedores locales, inspecciones municipales, mantenimiento y renovación de maquinaria, etc.

No sabemos si X lo lamenta o no, pero actúa movido por simple lógica empresarial.

En el medio, 50 tipos se quedan sin trabajo, 50 familias pierden sus ingresos y andá a saber cuándo van a poder comprarle una puta bicicleta a sus hijos.

Posdata: según cámaras y asociaciones empresariales (CAME, APYME) desde diciembre 2015 cerraron 7.500 pymes y muchas de las que aún no lo hicieron corren riesgo de cierre por pérdida de competitividad. Asimismo, de acuerdo con datos del último Censo Nacional Económico (2004), las pymes representan cerca del 66% del empleo en Argentina. Hagan cuentas.