Villa La Ribera es un pueblo de 400 habitantes, de vida tranquila. Pero su cotidianidad se ve sacudida con el tránsito de miles de camiones de la cosecha rumbo al complejo agroexportador en Timbúes, donde operan las empresas Dreyfus, Cofco, Aceitera General Dehesa y Renova. La organización vecinal como pilar para dejar de ser un territorio de sacrificio.

La Hidrovía Paraguay-Paraná es la infraestructura principal que moviliza los agronegocios en Argentina y constituye, en el Cono Sur, una pieza central dentro de un amplio sistema regional e internacional (llamado Iirsa) destinado a la exportación de commodities. Ese modelo global tiene impactos claros en lo local, con territorios “de sacrificio”. Un ejemplo es la situación de Villa La Ribera, en Santa Fe, un pueblo invadido por camiones y multinacionales agroexportadoras.

La logística exportadora en Argentina se basa en infraestructura vial para acercar los commodities a los puertos, y de allí conducirlos a través de buques oceánicos, hacia los centros de producción global, en Europa y China. Este enlace entre puertos y océano lo posibilita la vía navegable del río Paraná, denominada Hidrovía Paraguay-Paraná.

Este sistema logístico intermodal es soporte de la dinámica agroexportadora y minera. Existen sectores que efectivamente se benefician de las exportaciones, junto con el Estado, cuyo interés está en generar divisas. La contracara de esas ganancias económicas son los procesos de desposesión que tienen lugar en amplios territorios del país y son sufridos por las poblaciones.

El “embudo” de Villa La Ribera

Villa La Ribera es uno de los tantos territorios argentinos que han vivido el avance de los capitales del agronegocio, y donde las dinámicas de éstos últimos han transformado drásticamente la vida de los lugareños. Es una localidad de 400 habitantes ubicada a unos 40 kilómetros al norte de Rosario y a diez kilómetros del área portuaria Timbúes, donde se ubican las empresas agroexportadoras Dreyfus, Cofco, Aceitera General Dehesa (AGD) y Renova. Su situación jurisdiccional en la provincia de Santa Fe es particular: una parte pertenece a la Comuna de Oliveros y otra a Pueblo Andino. Esta división la realiza la ruta provincial 91 que la atraviesa. Además, en su extensión de 1,5 kilómetros, la bordea el río Carcarañá, tiene un acceso de la Autopista Rosario-Santa Fe, la cruza el ferrocarril y finaliza en el cruce con la Ruta Nacional 11.

El cruce de las rutas 91 y 11 generan un “embudo” que ha llegado a tener 15.000 camiones diarios ocupando hasta cinco kilómetros (en épocas de cosecha gruesa). Los camiones que pasan por la localidad se dirigen principalmente al enclave portuario-agroexportador en Timbúes, y en menor medida, hacia el Puerto General San Martín y San Lorenzo.

Los vecinos recuerdan que estas dinámicas comenzaron hacia el año 2005 con la instalación de gran parte de las empresas multinacionales. Sin embargo, con el correr de los años se fue acrecentado el caudal de camiones, a la par del progresivo deterioro de los caminos, que hasta el momento no han sido adaptados al tráfico pesado.

Vecinos Autoconvocados de Villa La Ribera, organización nacida al calor de los reclamos, señala que durante el 2017 ingresaron 40 millones de toneladas de granos destinadas a la exportación, y en 2020 llegaron a los 80 millones. Todo eso sobre la misma infraestructura del año 2005. Incluso, sobre el puente del río Carcarañá, creado hace 70 años para soportar 60 toneladas, pasan diariamente unas 90 toneladas de flujo continuo.

La inexistencia de infraestructura específica para la dinámica exportadora implica la coexistencia conflictiva entre ésta y la vida de los pobladores. Así, por ejemplo, algunos servicios como el transporte público y de emergencia (ambulancias, bomberos) dejaron de ingresar a la localidad durante los meses más críticos, debido a las dificultades en el tránsito.

Concurrir a trabajar o a la escuela se ha vuelto para muchos ribereños una experiencia riesgosa e incierta. Cuando el transporte público no hace su recorrido habitual (por la gran cantidad de camiones), quienes no poseen auto particular deben trasladarse caminando a través del tránsito. Incluso, el circular en automóvil tiene dificultades. Y en muchos ocasiones los camiones interfieren la salida de las propias viviendas.

Más allá de la dificultad para moverse, ruidos, gases y polvillo de cereal se han vuelto cotidianos en la localidad santafesina. Junto a ello, en el transcurso de los últimos años, los pobladores han sido forzados a modificar sus vidas y costumbres. Marcelo Muiños, habitante de La Ribera y miembro del Taller Ecologista, recuerda que el avance de las multinacionales sobre las barrancas del río Paraná provocaron la desaparición de algunas costumbres de los ribereños, como ir a pescar y “vivir el río”.

“Que ningún grano valga más que la vida”

Frente a esta realidad y bajo el lema “Que ningún grano valga más que la vida”, los Vecinos Autoconvocados de Villa La Ribera, iniciaron un corte por tiempo indeterminado, en la intersección de las rutas 11 y la provincial 91. Los vecinos tomaron la decisión luego de un fatídico accidente en la ruta 11 donde se encontraban camiones cerealeros con destino a los puertos del enclave agroexportador.

Realizaron un petitorio a las autoridades y a las empresas portuarias donde expresaron la necesidad de que se lleven adelante obras de infraestructura para que el tránsito destinado a los puertos no atraviesen la localidad.

«No aceptaremos parches ni excusas. Que ningún grano valga más que una vida (…) Que alguna autoridad provincial y/o nacional se comprometa públicamente a realizar las obras viales que impidan que sigamos atrapados entre camiones exponiendo nuestra vida cada vez que salimos de casa», reclamaron los vecinos.

¿Seguir con el modelo del sacrificio?

El investigador Horacio Machado Aráoz señala que la noción de plusvalía ecológica hace referencia a un proceso de apropiación y consumo desigual de naturaleza que se diseña a través de una geografía de extracción, diferente a la geografía de consumo, siendo una el reverso de la otra. Así, mientras en los grandes centros económicos mundiales se ha instalado una geografía de consumo, en las periferias del mercado mundial se leva adelante un descomunal proceso de desposesión de naturaleza, con múltiples consecuencias para la vida de las poblaciones.

Hoy sabemos que la brecha más grande entre los países “pobres” y “ricos” se observa en las enormes desigualdades que existen en la apropiación de bienes naturales. La re-primarización de la economía que Argentina ha sufrido en las dos últimas décadas ha delineado una geografía de despojo y precarización de la vida que funciona como la contracara del modelo de consumo impuesto por los centros de producción global. Así, lo que algunos sectores insisten en llamar “desarrollo” no es más un círculo vicioso donde la dependencia de los países “pobres” sostiene el crecimiento económico de los países “ricos”.

Sin embargo, en las esferas gubernamentales coinciden en ampliar este modelo de exclusión y despojo. Un ejemplo en el Plan 2020-2030, para incentivar el modelo de agronegocio, y que irónicamente bautizaron “Estrategia de Reactivación Agroindustrial Exportadora, Inclusiva, Sustentable y Federal”. El proyecto, que también implica de profundización de la Hidrovía Paraguay-Paraná, implicará avanzar aún más sobre los territorios y las poblaciones.

Fuente: agenciatierraviva.com.ar

¿Querés recibir las novedades semanales de Socompa?

¨