Mientras el Estado no da respuestas al brote en expansión de hantavirus, los medios buscan enemigos en lugar de dar explicaciones o, por lo menos, informar con datos ciertos.

Nuestra hipótesis es ésta: el Significante es el signo del gran Déspota que, al retirarse, libera una región que puede descomponerse en elementos mínimos entre los que existen relaciones regladas. Esta hipótesis tiene la ventaja de explicar el carácter tiránico, terrorista y castrador del significante.

Félix Guattari

Esto es apenas una columnita y siempre cuando se escribe, cuando se mira, cuando se intenta pensar se hacen recortes de la realidad, se la piensa desde el sujeto-sujetado que uno es.

Con los medios pasa lo mismo y además no se los puede ver a todos a la vez. Se hacen recortes y uno queda -aunque sea por un momento – sujeto recortado de lo que ellos recortan.

En este caso se trata de C5N y el hantavirus, el brote y coso.

(Paréntesis: este sujeto que escribe ha escrito largamente sobre las aplicaciones de la doctrina de seguridad nacional y sus extrapolaciones -directas y/o inversas – en temas de salud pública, empezando en los 80 con la pandemia de HIV-SIDA).

Jueves a la noche, después de la rrrrealidad mal silabeada por el Gato Sylvestre y de Guarino esperando a Godot se vino una suerte de noticiero con el tema epidémico ratonil.

Parte I: imágenes. Debían -era la noticia – mostrar imágenes del ratón colilargo, transmisor del hantavirus.

Y sí, había alguna, ahí perdida, entre otras diez imágenes de ratas y ratones que -pobres angelitos inocentes – no tenían nada que ver.

En fin, ¿viste?, son todos ratones, o negros, o enemigos de la Nación.

Parte II: de la destrucción de las políticas de Salud Pública de este gobierno nada.

Parte III: Lo que sí, y por partida doble, casos de “enemigos internos” al más puro estilo de la Doctrina de Seguridad Nacional versión vecinos de barrio, que es donde imaginaria y eficazmente funciona.

El caso de La Plata -cronista subida a la azotea de la vecina denunciante -, donde un padre psiquiátrico con hijo discapacitado juntaba roña en su casa y abundaban las ratas. Se lo ve en el patio lleno de porquerías captado por la cámara. Abundaban desde hace años, pero ahora importa.

Entonces – mientras la epidemia de hantavirus se expande – al hijo discapacitado lo internan en el psiquiátrico de Melchor Romero, que es una suerte de Auschwitz de la periferia platense, y del padre no se sabe nada ni tampoco importa, salvo que quieran lincharlo.

Roña y ratas. Colilargos no había ahí. Hantavirus tampoco, pero qué carajo importa.

Pero eso no alcanza: otro cronista en otra casa roñosa de Quilmes, cuyo propietario sufre del síndrome de Diógenes (ése que te hace juntar de todo y no tirar nada), un verdadero enemigo de la Nación y de todos nosotros, la gente como uno.

Ahí también hay ratas, pero de colilargos nada. No importa: “malditos roedores”, como decía un viejo personaje de dibujitos animados. Los negros son todos iguales.

Los culpables son los indeseables, los marginales, la gente que no es como uno, los “otros”.

Por eso Epuyén está cercada por tropas y no hay ningún Dustin Hoffman que llegue en helicóptero para frenar la matanza en el gueto con una vacuna salvadora. Eso pasa en Hollywood nomás.

De falta de políticas sanitarias, de una mínima campaña informativa para prevenir el contagio, nada. Lo que se dice – y es – nada.

Mientras tanto, el Estado no da respuestas al brote en expansión de hantavirus, los medios buscan enemigos en lugar de dar explicaciones o, por lo menos, informar con datos ciertos y, por supuesto, nos jodemos todos.

Hasta la muerte por un virus que les sirve para alimentar la paranoia que apunta (como siempre) a los que parecen diferentes.

La muerte no les importa, les importa instalar una nueva – y ya van tantas – posverdad plagada de enemigos.

Y en un juego donde se retroalimenta, la posverdad paranoica sigue matando.

 

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