Sharon Haywood, una canadiense que trabaja en una ONG argentina, explica la cantidad de presiones y padecimientos que sufren las mujeres que no obedecen al mandato de la delgadez, que van desde la presión social hasta las aplicaciones de cirugías que se venden a través de los celulares.

Como cada año a esta altura, comienza la misión bikini. Los gimnasios y consultorios de los nutricionistas incrementan su población en una progresión dramática. Se nutren de la desesperación por alcanzar el cuerpo aspiracional, una figura emblemática bastante magra y poco soberana impuesta desde los medios y asociada a las modelos que alimenta el rechazo a la propia carne que se tiene y se padece. Es una historia de peso, violenta, que como fenómeno más generalizado registra un punto sobresaliente en la última década del milenio anterior cuando, entre la pizza y el champán que degustaba el poder, y la entronización de las lolitas, se impuso el cuerpo femenino híperdelgado aquí, allá y en (casi) todas partes. Desde aquella oleada privatizadora, nos toca lidiar con cuerpos que aspiran con gestionarse a sí mismos, el fenómeno de la obsesión por el cuidado personal que vino de la mano con el neoliberalismo y el auge de la mostración de lo íntimo en plena sociedad del espectáculo. No siempre fue así.

La flacura como forma de disciplinar y como valor afecta a todos, pero sobre todo a las mujeres, en una sociedad donde a los cuerpos femeninos se lo trata como objetos y se los discrimina cuando no coinciden con los que bailan en la tele o con los que se exhiben en las tapas de las revistas. La sentencia “para vos no hay talle” enunciada con displicencia en un negocio cualquiera ejemplifica la exclusión cotidiana.

Sharon Haywood, milita por la diversidad de talles.
foto Gustavo Castaing

Sharon Haywood, una canadiense de Toronto que vive en Buenos Aires desde hace 13 años, coeditora de Adiós Barbie, dirige desde 2011 AnyBody Argentina, una ONG que milita contra el odio corporal, por la promulgación de una ley nacional de talles y advierte sobre la falta de ropa para todos los cuerpos. “La ley debería tener un rango de entre 7 y 8 talles y garantizar la existencia de una serie que corresponda a las medidas corporales de la población”, señala. En 2015, cuenta, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, INTI, comenzó a realizar el primer estudio antropométrico en cinco regiones que abarcan la totalidad del país y cuyos resultados (si logran procesarlos porque su presupuesto sufrió recortes) permitirán elaborar un sistema de talles acorde con los cuerpos criollos.

“El peso de la imagen de la mujer es mayor que en otros países. Tenemos naturalizada la cultura de la dieta”, puntualiza Haywood sobre lo que ocurre en la Argentina. Frases como “el lunes empiezo”, “estás hecha una vaca”, “estas pastillas te sacan el hambre”, no requieren demasiadas aclaraciones ni contextos. Por otra parte, el negocio de la medicina oferta sus beneficios para pocas: “En los planes altos de las prepagas top ofrecen una cirugía cosmética por año a cada integrante del grupo familiar. El ideal de mujer que se impone desde los medios es blanca, joven y flaca”, cuenta.

Es muy común odiar el propio cuerpo e idealizar los ajenos. Se trata de un padecimiento social, pero se sufre de manera personal y comienza muy temprano, durante la primera infancia. “Hay estudios que revelan que una de cada cuatro nenas evita hacer actividades con otros porque no está conforme con su cuerpo. Las personas lo soportan solas pero el problema es masivo”, aporta Sharon y agrega que “es clave la importancia de una resistencia en comunidad. Para que haya un cambio cultural, una verdadera transformación, hay que dar una respuesta colectiva. Antes de que existiera Internet, consumíamos entre tres mil y cinco mil imágenes de flacas por semana. No hay duda de que esto es violencia simbólica pero produce daños reales”, cierra la experta.

AnyBody Argentina desde hace tiempo trabaja en la campaña #Cirugíanoesunjuego para proteger a los chicos de los efectos de aplicaciones gratuitas que circulan desde Apple, Amazon y Google. La propuesta “lúdica” consiste en hacerles botox o liposucción a las princesas animadas que quieren casarse pero “están gordas”. Sólo en la tienda de Google Play existen más de 200 aplicaciones de esta temática con amplio permiso de uso. “Esta desafortunada chica tiene tanto peso extra que ninguna dieta puede ayudarla. En nuestra clínica, ella puede hacerse una operación llamada liposucción que la volverá delgada y hermosa. Tendremos que hacer pequeños cortes en áreas problemáticas y succionar la grasa extra”, describe una aplicación en la App Store.

Las animaciones y los simuladores de cirugía invitan a intervenir cuerpos y que chorree la sangre. Pero ¿cómo proteger a las nenas y nenes de esta actividad que desde muy temprana edad les puede generar trastornos alimentarios y de baja autoestima, hasta afectarles la salud mental? La directora de la ONG revela los límites de un logro que apenas duró un suspiro. Ante la presión de la organización, los gigantes multimediales retiraron de sus plataformas estos juegos altamente nocivos por… un día. Después de la indignación colectiva en redes sociales, los dispositivos reactivaron con apenas un click las cirugías en cuerpo y cara. Por eso, mientras la incitación al sadismo digital sigue, la campaña continúa.