Manos mágicas que inventan comida con poco y nada. La protesta contra un modelo que no da salidas y que convierte al pan en un lujo. Todo eso en el espacio que separa al Cabildo de la 9 de Julio. Un resumen de la opresión y de la lucha.
Pan y trabajo. Porque el pan sin trabajo es humillación, y el trabajo sin pan es explotación”. Durante el mediodía de ayer, la Avenida de Mayo olió más a guiso que a choripanes. Decenas de ollas populares montadas ahí nomás del Cabildo y hasta la 9 de Julio ofrecieron el almuerzo a los integrantes de distintos movimientos sociales. La mayoría, mujeres y chicos de los barrios populares de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano.
Desde el escenario se habló de la imperiosa necesidad de la aprobación del proyecto de Emergencia Alimentaria y de una paritaria para los planes sociales; también de iniciativas legislativas sobre agricultura familiar e integración urbana, entre otras prioridades. Pero, sin dejar de lado los parches, el reclamo de fondo tuvo que ver con la dignidad de las personas, y pudo sintetizarse en la frase de arriba, dicha por el padre Paco Olveira, del Grupo de Curas en Opción por los Pobres. En una clara ironía, la comida ofrecida por el comedor de Isla Maciel (la parroquia a su cargo) se completó con un postre particular para el momento: flan casero, y encima con dulce de leche.
En la calle el menú fue variado, pese a las circunstancias. Desde los fideos con tuco y el guiso de lentejas de Izquierda Latinoamericana hasta el arroz con chorizo colorado de los muchachos de ATE (única olla atendida por un varón). Allí estuvieron también, y con nutrida concurrencia, el MTD Aníbal Verón y el Frente Milagro Sala. Y la CTA Capital, y la Agrupación Villera Piquetera, y tantos más. “Venimos desde Soldati, y parece que fuera otro país, como que acá no se dan cuenta de nada, no saben cómo estamos”, se indigna María Rosa, con su bebé en un brazo y sosteniendo un tupper con lentejas. “En los comedores somos cada vez más, y cada vez alcanza para menos”, resume Patricia, de una agrupación villera de la 21 de Barracas. “Hacemos todo lo que podemos, menos milagros”, se amarga una cocinera de Ciudad Oculta. Son las mismas palabras, las de todas las mujeres que revuelven hoy las ollas a 200 metros de la Casa Rosada, y todos los días hacen malabares en sus barrios. La Comisión de los Derechos Humanos San Romero de América (también de Isla Maciel, partido de Avellaneda), apela a carteles escritos a mano para sentar posición; en uno se ofrece “Agua bendita contra la fiebre amarilla”, mientras en otro se lee: “Esta economía mata”, firmado Papa Francisco.
Compartir el pan. Simbólica y literalmente. Antes de los discursos el escenario fue copado por ellas, las cocineras de los comedores, las que estiran el alimento para que haya un poquito en el plato de cada uno. Alguien acercó el cartel, y Marcela lo sostuvo todo el tiempo en sus fatigadas manos para que saliera en todas las fotos: “Acá falta TELAM”. Y sí, porque todo tiene que ver con todo.
“Venimos acá a decir de nuevo que el hambre es un crimen”, abrió Olveira, en la previa de una ceremonia entre religiosa y laica. “Frente a los que traen el hambre a nuestro pueblo, están estas manos que son las que de verdad bendicen, no el cura, sino estas manos (…) Pero también están nuestros brazos y nuestras piernas, porque va a llegar un momento en que no se va a poder multiplicar más, y por eso estamos hoy exigiendo la emergencia social. Que por lo menos en nuestros barrios podamos comer”. Por supuesto, no podía faltar la cita bíblica. “Yo quería traer, de un señor, que se llama Jesús, que dijo en un momento esto: pobres de ustedes que ahora están satisfechos, porque después tendrán hambre; pobres de ustedes que ahora ríen, porque van a llorar de pena. Y frente a esos, que ya tienen su consuelo, que ya están satisfechos, que se ríen, están estas manos de tantas compañeras y compañeros que saben multiplicar el pan cada día”. Dicho esto, grandes panes y galletas fueron partidos, repartidos y compartidos.
El conflicto del gobierno con los docentes dio el presente, sobre todo en una fecha tan sensible como el Día del Maestro. Y el cierre de la jornada de protesta estuvo a cargo de Fernando Gómez, dirigente del Frente por el Trabajo y la Dignidad Milagro Sala (que reúne a 19 agrupaciones, además de la Tupac Amaru), organizadora del gigantesco comedor al aire libre junto a las organizaciones sociales de la CTA de los Trabajadores y la CTA Autónoma, y la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo. Gómez habló sobre la “catástrofe social” que está produciendo el macrismo. Reclamó un plan de asistencia y contención “para frenar el hambre en las barriadas populares” como medida urgente, y “políticas que den trabajo”, frente a la creciente desocupación que deja el colapso productivo del país.
Ya cerca de las tres y media la Avenida lucía vacía (aunque el tránsito siguió cortado una hora más), aunque sobre Perú, frente a la Legislatura, se seguían escuchando los redoblantes y los bombos murgueros de los que protestaban contra el gobierno de la Ciudad porque, claro, “el arte callejero no es delito”.