Pibas jóvenes devorándose un nuevo mundo y señoras grandes aprobando. Talleres, discusión fértil, recomendación de libros en boca a boca. Y una ciudad patagónica como escenario, con sus imprevistos, sus miradas torcidas, sus descubrimientos. Fotos: Paula Lobariñas
Mujer, escucha: únete a la lucha.
Mujer que se organiza, no plancha más camisas.
Mujer que se organiza, no recibe más palizas.
Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar.
Macho gato vos que mirás, este tetazo no te quiere calentar.
Señor, señora: no sea indiferente, nos matan a las pibas en la cara de la gente.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Hay que ver a miles y miles cantando, mientras se escuchan los tambores, se agitan los cuerpos, giran los pañuelos verdes y el glitter de todos colores brilla en las caras de espléndidas sonrisas. Esos versos sonoros pueden llenar un abultado cancionero y son parte del aire durante la multitudinaria y pacífica marcha de ocho kilómetros que atraviesa Trelew, del centro a la periferia, pasando por los barrios más vulnerables, mientras el sol se esconde. Es domingo, el cielo austral está de un azul pleno y comienzan a asomar las estrellas hasta poblarlo. Tantas son, que parecen surgir una para cada compañera que integra la marcha en la que sesenta mil mujeres se unen en la diversidad. La emoción es mucha, intensa y sorora. Hay nenas que agitan pañuelos verdes y violetas desde los techos de sus casas humildes y mujeres grandes que no pueden sumarse a la caminata por el reuma o la artritis, pero asomadas en sus balcones hacen la V de la Victoria y reciben el aplauso de las marchantes.
En la marea, algunas se abrazan aunque no se conocen. En las miradas se adivina que cada una tiene una historia singular en la que el patriarcado, como expresión generalizada del dominio capitalista y machista, ha dejado una huella, física, espiritual y psicológica. Sólo en el primer trimestre de este año, la Argentina registra 139 femicidios al que ya se suma el de Patricia Parra, de 55 años y oriunda de Río Negro, que había juntado cada peso para estar en el 33” Encuentro Nacional de Mujeres y no pudo porque la asesinaron.
Más allá del miedo y la manipulación de algunos medios periodísticos locales y de otros, hegemónicos nacionales, trascendiendo el terror de ciertas iglesias pentecostales que arengan con cerrar las casas y no entrar en contacto con las “brujas que vienen”, con argumentos como que “pueden secuestrar a los niños”, “se comen a los fetos” y “van a robarse todo”, el Encuentro marca un antes y un después definitivo para los pobladores de la ciudad chubutense. Los reclamos contra los asesinatos, las violencias, los abusos y otras formas de maltrato se dan en una Argentina cuyos organismos de cuidado contra las violencias femeninas han visto reducir drásticamente sus presupuestos.
Mirones, piedras y libros
Algunos hombres filman a las caminantes que andan con las tetas descubiertas, otros, sobre el final, se tapan las caras y llenan sus manos con piedras. Hay tensión. El sábado, unas participantes alojadas en una escuela del barrio Amaya, en las afueras de la ciudad, fueron robadas cuando volvían de los talleres para poder descansar. Son, sin embargo, episodios aislados. Luego de la marcha serán entre 7 y 10 compañeras detenidas durante algunas horas y otras, no más de tres, afectadas por el disparo de balas de goma que tira la gendarmería. La impecable organización del 33° Encuentro Nacional de Mujeres pone rápido a disposición abogadas fraternas y la fiesta culmina la mañana del lunes, durante el acto de cierre donde se decide por consenso que el evento sea Plurinacional y de Mujeres, Trans y Travestis, para seguir ampliando y sumando. La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, será la sede del próximo, en octubre de 2019.
En este valle de clima seco algunas paredes se llenan de grafitis: Machete al macho, No al feminismo huinca, Ni machos ni fachos, Vivas nos queremos, Sin clientes no hay prostitución. Virginia Vitali, mamá acompañante de dos adolescentes porteñas, dice que una verdulera le contó que “la ciudad está tranquila comparada con la semana anterior cuando todos salieron a aprovisionarse por temor al desabastecimiento”. Mientras tanto, las secundarias van a la feria Al Horno el Patriarcado y compran calendarios feministas, artesanías mapuches o libros como Calibán y las brujas de Silvia Federici, Cuerpos sin patrones, de Laura Contrera y Nicolás Cuello, Feminismos populares, pedagogías y políticas, compilado por Claudia Korol o las obras de Rita Segato. En boca a boca se recomiendan Un cuarto propio, de Virginia Woolf, y Cuadernos del retorno a un país natal de Aimé Cesaire. Algunas hablan sobre el Misoprostol con las Socorristas en Red. Quieren saber y están construyendo su propio saber. Se mezclan con mujeres de otras generaciones, conversan, debaten, aprenden y enseñan. Escuchan y se escuchan.
En los talleres, alma máter de los Encuentros, se discute sobre trabajo sexual, sindicalización y mejores condiciones o abolicionismo. Son “picantes” como dicen las chicas que cuando celebran gritan eskere y hablan con absoluta naturalidad en lenguaje inclusivo. En todos se repiten algunas palabras más que otras: deseo, mandatos, placer, lesbofobia, gordofobia, control de las cuerpas, Educación Sexual Integral (ESI), pobreza, inclusión, aborto, derechos, violación, maltrato, abuso, disidencias sexuales, géneros no binarios, liberación. Las travestis cuentan que están pensando en salir a disputar poder político incluyéndose en algunas listas de candidatos para las próximas elecciones.
Adolescentes en movimiento
El cuerpo femenino fue lo que la fábrica para los trabajadores en la transición del feudalismo hacia el capitalismo, pero sin salario. Los cuerpos disciplinados rinden mejor para la producción. El trabajo doméstico, el mayor proveedor para el mercado, se invisibiliza para ser esclavo. De esto se discute y profundiza. Y de las condiciones particulares en el Sur, la periferia del mundo.
A diferencia de las mujeres del pasado, las más jóvenes (hay chicas desde los 13, 14 y 15 años y muy activas) hacen propia la noción de lo personal como político. Está sellado en sus cuerpos, en tatuajes reales y en la memoria de la vigilia por la aprobación de la ley por el Aborto Seguro Legal y Gratuito y las marchas de Ni una menos. Se deconstruyen mientras construyen colectivamente. Son la esperanza que sabe que el presente neoliberal tiene días muy tristes pero que no serán eternos, que la historia es movimiento, emancipación, lucha y alegría. Son sujetas de cambio, motores y protagonistas.