El recuerdo de un periodista y militante revolucionario argentino que conoció a Ernesto Guevara en Cuba poco después de la revolución, y la memoria del día de su caída en Bolivia.
No por callado eres silencio”. Con estas palabras se iniciaba un poema del poeta cubano Nicolás Guillen en homenaje al Che escrito en aquella trágica primavera del año 1967 cuando los diarios del mundo anunciaban la caída en combate de nuestro compatriota en la selva boliviana.
Sentíamos una gran congoja frente a este hecho que implicaba una victoria del Imperio contra los luchadores por la libertad y el socialismo simbolizados en este verdadero “Hombre Nuevo”.
Recordé aquellos días en 1962 cuando tuve el privilegio de conocerlo. Tenía sólo 21 años y fui testigo de largas conversaciones en su casa en La Habana en la que participaban su compañera Aleyda March, Alicia Eguren, John William Cooke y la madre del Comandante, la querida y querible Celia.
Los recuerdos aumentaban la tristeza por lo que la llegada de unos apuntes “dolorosamente garrapateados por John” sobre el reflujo que siguió a este hecho luctuoso, que nos enviara Alicia, nos fortalecieron para el debate con la izquierda reformista que intentaba utilizar este “triste y doloroso final” para estigmatizar a los que seguíamos creyendo que el único camino para lograr la liberación de los pueblos del Tercer Mundo era el de la lucha armada.
Decidimos imprimir estos conceptos al mismo tiempo que comenzamos a organizar en nuestra ciudad -Paraná- un acto de homenaje al “guerrillero heroico” que llevamos a cabo, clandestinamente, en el cementerio en el que habló un joven dirigente del Sindicato de Empleados Públicos, Mario Ríos, militante del Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria del Partido Comunista, la corriente que confrontaba con la conducción anti guevarista de dicha fuerza política.
Alicia redactó una carta al pueblo argentino suscripta por el General Perón –que este no desmintió – homenajeando al Che y señalándolo como un gran ejemplo para todos los luchadores latinoamericanos.
Al mismo tiempo, los campesinos bolivianos se acercaban a la Quebrada de Yuro -el lugar donde había caído nuestro compatriota – y le rendían homenaje al que denominaron el “Cristo de la Quebrada”.
Los sindicatos combativos que enfrentaban a la burocracia “participacionista”, encabezados por Agustín Tosco, Jorge Di Pasquale y Raymundo Ongaro, en varios comunicados, destacaron el ejemplo de nuestro connacional.
En el documento que mencionamos y que hicimos circular John señalaba con toda claridad: “Buscando su destino americano el Che Guevara se encontró, en un recóndito paraje agreste, con la muerte de metralla que desde hacía mucho tiempo formaba parte de su cotidiana contingencia guerrillera. Aunque las difíciles circunstancias en que se venía desenvolviendo el grupo de patriotas a su mando multiplicaban el coeficiente de esa probabilidad, el hecho nos produjo la impresión del absurdo y la gratuidad con que se reciben las muertes prematuras y cercanas”.
Y seguía diciendo: “En este atroz vacío de octubre nuestra rabia clamaba contra la injusticia que el Comandante hubiera caído cuando aún no era su tiempo de morir”.
En estas líneas se sintetizaba, de alguna forma, lo que sentíamos. Teníamos muchas preguntas que no encontraban respuesta. ¿Por qué razón nosotros, que habíamos recibido entrenamiento en aquel año 1962 en Cuba, no habíamos articulado formas organizativas solidarias y efectivas con el destacamento de vanguardia que combatía en el país del Altiplano? ¿Qué había sido de los grupos de apoyo a la guerrilla de Masetti que se habían organizado en varias ciudades del país? No nos cabía la menor duda de que si el “Vasco” Angel Bengochea no hubiera muerto en la explosión de aquel departamento en la calle Posadas, dos años atrás, él con sus compañeros habrían abierto un frente guerrillero en el Norte para sumarse al contingente de revolucionarios que luchaban junto al Che.
Frente a nuestra desesperanza, Cooke señalaba: “Sin embargo a través del mundo las voces revolucionarias coincidían en afirmar una sola verdad esencial que rescataba el sentido del luto colectivo más vívido y apremiante que nunca… hacernos carne la convocatoria del Che para los compromisos totales de la lucha liberadora”.
Y seguía afirmando: “Lo expresaba el grito de guerra que simultáneamente afirmaba en todos los idiomas ‘El Che Vive’. Desde entonces hasta ahora los insurgentes del Tercer Mundo, los activistas del ‘Poder Negro’, los obreros rebeldes, los estudiantes demuestran que frente a la muerte sigue triunfando sobre ella su cálida presencia que inspira a los que luchan contra las estructuras de la opresión… Hasta la victoria siempre”.
Las palabras de Fidel Castro que escuchamos en la emisión internacional de Radio Rebelde completaron la imagen que teníamos del “guerrillero heroico”: “El Che reunía como revolucionario las virtudes de un revolucionario. Hombre íntegro, de una honradez suprema, de sinceridad absoluta, de vida estoica y espartana constituye lo que puede llamarse un modelo revolucionario”.
A 53 años de su caída en combate nos sigue alimentando la esperanza de poder participar en la construcción de un mundo nuevo, sin explotadores ni explotados .
Abogado y periodista. Ex Director del diario “El Mundo“ y de las revistas “Nuevo Hombre“ y “Diciembre 20”.
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