Sobre los efectos contraproducentes de la acción directa de pequeños grupos en una etapa defensiva y sin liderazgos claros del movimiento popular. (Foto de portada: Claudia Conteris).
“La estrategia sin táctica es la forma más lenta de obtener la victoria, la táctica sin estrategia es el ruido que anticipa la derrota”. Sun Tzu.
“Il a été pire qu’un crime, il a été une erreur”. Joseph Fouché.
En pleno gobierno del Consulado Napoleónico, una ola de rumores recorría Francia. La reacción absolutista y monárquica era una hidra de mil cabezas que amenazaba el régimen con supuestas o inventadas conspiraciones. Por consejo de su canciller Talleyrand y para dar un ejemplo de fortaleza y autoridad, Napoleón mandó detener –junto a una veintena de personas- al duque de Enghien, niño mimado de la realeza borbónica. Un tribunal militar lo condenó a muerte y fue fusilado el 21 de marzo de 1804.
El efecto de autoridad buscado se tornó en su contrario: la indignación por la muerte del duque recorrió Europa, no sólo entre los sectores monárquicos. También entre la nobleza afín al Consulado e incluso entre los partidarios de Napoleón, renuentes a identificarse con una muerte a todas luces absurda e inexplicable. La célebre frase de Joseph Fouché, el Ministro de policía de Napoleón “ha sido peor que un crimen, ha sido un error”, es una obra maestra del cinismo, pero condensa a la perfección un punto de vista sobre el uso de la violencia política que centra la visión de ese fenómeno no en sus aristas morales y legales sino en las consecuencias políticas y su relación con las fuerzas en juego en la coyuntura.
El jueves 14 y el lunes 18 del mes en curso, el Gobierno macrista desató una intensa represión sobre la multitud que en las inmediaciones de Plaza Congreso demostraba su rechazo al tratamiento parlamentario y la eventual aprobación de la Ley de Reforma Previsional. Las consecuencias en heridos, detenidos y procesados son ampliamente conocidas y no es intención de este texto ahondar en el análisis de las circunstancias pormenorizadas de los hechos. Nos gustaría detenernos específicamente en un aspecto de aquellos momentos que ha sido una divisoria de aguas no sólo entre la prensa y la opinión pública adicta al Gobierno por un lado y los medios no hegemónicos (gráfica y digital) alineados con la opinión de los sectores populares por el otro, sino al interior mismo de los núcleos identificados con la oposición consecuente al proyecto en danza y a la política macrista en general. Nos referimos a lo ocurrido el lunes 18 cuando grupos claramente minoritarios con respecto al conjunto de la movilización se enzarzaron durante varias horas en un enfrentamiento con la policía mediante el uso de piedras, palos, gomeras, bombas de estruendo y alguna molotov.
La actitud de esos grupos ha merecido, tanto desmedidos elogios casi en clave del aguante futbolero (“los pibes se la aguantan”, “la violencia del pueblo es justicia” etc.) y curiosas comparaciones históricas (“en el Cordobazo la gente tiraba piedras”, “en el 2001 así se lo echó a De la Rúa”, etc.) cuanto descalificaciones terminantes (“son lumpenes de la política”, etc.) y acusaciones preocupantes (“son servicios”, “están infiltrados”, etc.)
Sin desconocer que los servicios de seguridad del Estado son pródigos y hábiles no sólo en el uso habitual de provocadores que incitan o desatan hechos de violencia y sobre todo en la infiltración de cuadros y dirigentes en las filas de organizaciones proclives a las consignas de acción directa, es indudable que campeaba en el ambiente la irritación y la bronca por la represión del jueves 14, factores que en una movilización tan masiva son muy difíciles de contener a la hora de cualquier roce o rispidez con los cuerpos de seguridad.
Pero, volviendo a la frase de Fouché, cabe preguntarse cuál es la consecuencia política del combate que pudo verse en “vivo y en directo” por la televisión hegemónica (no hay otra).
En un momento muy difícil para las fuerzas de oposición, jaqueadas por la ofensiva gubernamental sobre derechos adquiridos, la falta de liderazgos políticos claros, la debilidad organizativa y la ausencia de estrategia unificada y tácticas consecuentes para enfrentar esa ofensiva, la acción directa al margen del conjunto, aislada de la dinámica colectiva ¿suma o resta en el saldo de la lucha? ¿Es un factor de cohesión o divide fuerzas? ¿Introduce grietas en el muro defensivo del oponente o lo consolida?
Creemos que la respuesta a estas preguntas es negativa, que cualquier iniciativa de acción directa, de violencia disfrazada de autodefensa, de intento vanguardista de demostración de fuerza en una etapa claramente defensiva del movimiento popular es totalmente contraproducente.
El disvalor de tales actitudes se potencia por el manejo mediático que el gobierno ejecuta con habilidad, mostrando a “los violentos” e invisibilizando la gigantesca movilización que aguardaba, expectante y sin intervenir, en inmediaciones del Congreso. Guy Debord nos dice en La sociedad del espectáculo, “…toda la vida en las sociedades donde rigen las condiciones modernas de producción se manifiesta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes se vivía directamente, se aleja ahora en una representación.”
Los “hábiles lanzadores de baldosas” (Horacio Verbitsky dixit) auto percibidos como vanguardia combatiente del pueblo, brindaron –gratis- un espectáculo que le vino como anillo al dedo a la necesidad del gobierno de “demostrar” la violencia que una supuesta alianza anarco-trosco-kirchnerista está dispuesta a utilizar para impedir el cumplimiento de las rutinas constitucionales.
Pese al rumbo netamente represivo que el Gobierno Nacional está tomando en las últimas semanas no parece que los contenidos de conciencia de los sectores que se movilizan en defensa de su salario, su fuente de trabajo y sus derechos en general, sean otros que los indicados para enfrentar los arrestos represivos de otra forma que no sea el repliegue en orden y la desconcentración. Esto sin desconocer la simpatía individual y el sentido de identificación que se puede experimentar ante el espectáculo de las fuerzas de seguridad tomando algo de su propia medicina, sentimientos que no bastan para cimentar la aceptación de formas organizadas y generalizadas de acción directa que en coyunturas específicas forman parte de tácticas y estrategias hoy ausentes en el movimiento popular.
Antonio Gramsci, analizando las relaciones de fuerzas en las situaciones críticas, nos recuerda que “El elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y predispuesta desde largo tiempo, que se puede hacer avanzar cuando se juzga que una situación es favorable (y es favorable sólo en la medida en que una fuerza tal existe y esté impregnada de ardor combativo)”.
En la Argentina de hoy (todavía) rigen las leyes de la política, los conflictos –aún aquellos que implican algún grado de violencia- deben analizarse bajo esa mirada y no con la que supone la vigencia de las leyes de la guerra o de la crisis revolucionaria.