Todos los cañones mediáticos, judiciales y políticos apuntan para el lado de CFK con el anhelo de verla tras las rejas. Una movida en la que el oficialismo quiere sacar ventajas, dividiendo al peronismo y, llegado el caso, justificar la represión que iría de la mano del ajuste. No todo está para quedarse tranquilos.
Ninguno de los dos es devoto de la verdad y tampoco practican eso que equívocamente se hace llamar objetividad periodística. Pero tienen bien en claro qué quieren hacer y para quién trabajan. En sus editoriales del domingo pasado, ambos coincidieron en tema y en manera de abordarlo, con detalles diferenciales que pueden parecer menores, pero no lo son tanto. Morales Solá y Eduardo Van der Kooy (en La Nación y Clarín respectivamente) hablaron sobre la eventual prisión de Cristina. Desde antes de la asunción de Macri, ver a la ex presidenta tras las rejas fue un anhelo de varios medios y de una zona de la política (cuya figura más emblemática es Elisa Carrió), que se amplía o se reduce de acuerdo a lo que haga o deje de hacer Bonadio y su Sancho Panza, el fiscal Stornelli (hasta da en el physique du rol). Pero no parece algo imposible, teniendo en cuenta el furor de sentenciar, condenar y perdonar que se ha apoderado de ciertos despachos de Comodoro Py. Y que se hace patente en el operativo policial que se montó en la casa de CFK en Buenos Aires, del que participaron perros, en una decisión que aportó surrealismo a la escena. ¿Para qué perros?
Como corresponde al manual de estilo, el gobierno dice que la justicia debe obrar sin trabas. Por supuesto, no hace la menor mención a los apoyos encubiertos y no tanto con los que se involucra en la batalla de Bonadio. Tampoco dice nada de los esfuerzos oficiales por despegar a los empresarios de todo el asunto. Mandar al primo del presidente a declarar es una relativamente clara muestra de apoyo porque participa –y consolida, le da poder- de la estrategia general de los empresarios en situación de arrepentimiento de plantear que no tenían otra alternativa, porque o coimeaban o cerraban la empresa. Es muy probable que la presencia de capos de la obra pública en los estrados no les complique demasiado el futuro de sus operaciones. Una de las maneras de arrepentirse es prometer que no se volverá a pecar. ¿Entonces cuál es el problema? De acuerdo, estuvo mal entrar a la rueda de los sobornos, pero denunciarlos hubiera significado tener que cerrar fuentes de trabajo. Dios nos libre y guarde de atentar contra el empleo de los argentinos. Y como todo eso sucedió durante la gestión kirchnerista (además de en un pasado impreciso al que se alude con la formulación “corrupción siempre hubo en este país”), es de suponer que eso ya no ocurre más y nunca volverá a suceder. De aquí en más viviremos en el mundo de la transparencia absoluta. En el relato armado a partir de las fotocopias de los cuadernos Gloria, el cohecho se transforma en coacción. La corrupción ocurre de un lado solo del mostrador. Ahora ya se terminó todo, volvió la salud al cuerpo de la república, según el diagnóstico del muy facultativo Morales Solá: “El actual gobierno argentino está fuera del escándalo de los cuadernos de Centeno. Ningún funcionario de Macri figura en el expediente ni en los cuadernos. El precio de la obra pública, sin corrupción, bajó un 40 por ciento.” Ya en la primera página del diario, Pablo Sirvén afirmaba con ese gesto de complacencia con el poder que es su marca de estilo que estos vientos de sanación del país (que incluyen la discusión sobre la legalización del aborto) nunca hubieran ocurrido de haber ganado Scioli. Hasta tal punto todo está volviendo a empezar que el Estado no canceló ningún contrato por la realización de obras públicas de las que participarán, ahora sin el lastre de una conciencia abarrotada de pecados inconfesables, los mismos de siempre.
Por su parte, Van der Kooy se priva en Clarín de nombrar a Cristina, pero la foto principal de su editorial muestra a CFK junto a De Vido con un copete que dice que “Los k se ven devastados”.
Una digresión, pese al denuedo de Víctor Hugo de embestir contra Magnetto: convendría prestarle más atención al diario fundado por Mitre que al que se postula como un “toque de atención”. Clarín es un house organ a sueldo de cualquier gobierno que sea (que puede rescindir contrato si no le conviene). La Nación es el vocero sin intermediarios de los sectores del poder (agroexportadores, grandes empresarios, inversionistas más o menos nómadas). Lo que diferencia a los represores por convicción de un veleidoso mercenario. En este momento, odio a CFK por medio, ambos medios están del mismo lado de la trinchera al punto de compartir noticias y hasta títulos. Pero LN no entra siempre en las operetas de Clarín, porque tiene un lugar en el establishment al que debe defender. Esas chapucerías son cosas de plebeyos.
Desde su papel de comparsas, Majul y Eduardo Feinmann intercambian lo que dicen que son certezas de que muy pronto Cristina estará presa. No es de extrañar, Eduardito dice que es periodismo el bullyng que practica con vehemencia de constipado y Luisito le pone el mismo nombre a esa devoción inclaudicable de decir siempre lo que el poder quiere que diga.
Es decir que desde varios estamentos mediáticos, de los más orgánicos hasta los más marginales, hay un deseo de instalar la idea de que la Argentina será un país mejor con la ex presidenta presa. Que esa foto va a decir lo que miles de palabras no dicen (es más. Ya no va a hacer falta hablar). Que la hora de la justicia ha llegado montada en el Rocinante de Bonadio.. Otra digresión bajo forma de pregunta: terminado el relato k, ¿de qué van a hablar los medios, sobre todo los programas políticos de la tele?
Con un gobierno que no vería con malos ojos la entrada a la cárcel de la ex presidenta (es más, es probable que coticen alto las fotos de su detención, como ya ocurrió con Boudou), la prensa barrabrava a los gritos y los voceros del poder azuzando el fuego, la posibilidad no es descabellada.
Porque a esta trama se suma un juez que filtra la información a la prensa de una manera por lo menos asombrosa. Se supone que está manejando una causa compleja, con muchas aristas, que requiere del cruce de testimonios y de pruebas y que solo llegaría a buen término tomando todos los resguardos posibles para que no se filtre ninguna información. Sucede todo lo contrario. En su editorial del domingo, Morales Solá cuenta detalles de las audiencias entre el juez y los empresarios con pelos y señales y recibe en su programa al fiscal Stornelli. El columnista le devuelve las gentilezas con esta descripción: “Bonadio y Stornelli tienen los antecedentes de hombres implacables”, previo a diferenciarlo de Oyarbide que vendría a ser el juez sensible a las presiones del poder.
Para decirlo de algún modo, hay un texto madre (que es por lo menos dudoso) sobre el cual se construye un relato que, impulsado por los vientos de salud republicana, recibe cuanta confirmación necesita. Ahora hay un arrepentido K. Y aparece el fantasma de Venezuela que, como bien se sabe, todo lo contamina. La causa marcha a toda velocidad y sin contratiempos y parece tener la pista despejada. Además de la aparición estelar del juez platinado que lloriquea fuera de término presiones que nunca denunció antes, un gesto que probablemente aligere las consecuencias de su juicio político.
Lo único que faltaría para que el relato tenga un final feliz es justamente que la jefa y beneficiaria principal de todo este desaguisado antirrepublicano sea llevada a prisión.
Aquí no cabe sino hacer hipótesis. Que CFK esté detenida es puro beneficio para el gobierno, sea cual sea la reacción de la gente. Puede que pase lo de Brasil donde el proceso contra Lula tuvo un primer estallido para luego apaciguarse. No hay que descartar que aquí suceda otra cosa, la tradición política argentina es muy diferente a la brasilera y que las calles se conviertan en escenarios de conflictos, más o menos permanentes e intensos. Y la reacción sindical es siempre un tanto imprevisible.
En cualquier caso, aunque pagando diferentes costos, el macrismo lleva agua para su molino. Si hay indiferencia, han desarmado definitivamente a su principal adversaria política. En caso de revueltas, ya disponen del suficiente poder de fuego como para afrontarlas. Una represión que permitiría sustentar la brutal política de ajuste, que ya no tiene marcha atrás (es más, se acelera bajo presión de la otra Christine). Además de la ventaja colateral de meter una cuña en el frente opositor que se verá ante la disyuntiva de apoyar a Cristina o rendirse al oficialismo (una tentación para muchos y cuyo abanderado es José Manuel Urtubey). Conflicto ya abierto por Bonadio, con las indagatorias y el futuro pedido de desafuero.
También es probable que, por un tiempo, Cristina pueda mantener la ofensiva a raya teniendo en cuenta los tiempos procesales. Pero Bonadio está embarcado en una batalla contra el tiempo, que ya ganó la del espacio.
Sea cual sea el devenir de esta historia (por ahora solo queda especular, aunque hay tendencias bastante marcadas), nada bueno aparece en el horizonte, en un marco de crecientes dificultades económicas y abrupta caída en el nivel de vida de la mayoría.
¿Continuará?
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