Para los relatos periodísticos hegemónicos, los culpables siempre son los trabajadores, sobre todo cuando protestan y se movilizan. De esa forma se unen y alimentan a las ideologías más reaccionarias de la sociedad argentina y arrasan con cualquier forma de empatía con las víctimas del ajuste.

La cobertura periodística de la represión a los trabajadores de los Astilleros Río Santiago pone a las claras cuál es la ideología de los medios, una forma de ver y presentar el mundo mucho más allá de la apoyatura o la oposición a un sector político o a otro. Algo que alcanza otros confines que no se limitan al tema cuadernos, cuentas off shore, malditos k y tormentas de frente.

Extrañamente, Clarín y La Nación usan la misma foto –un trabajador atropellado por un patrullero- para justificar el accionar de la policía. Casi como una confirmación de la rara idea de que frente a las palabras (mil o muchas menos) no hay imagen que alcance. Hay otras miserias en la cobertura del gran diario argentino como poner entre comillas que los trabajadores se manifestaban “en defensa de los puestos de trabajo”, sin mención de la fuente, con lo cual se resta validez al reclamo y se lo presenta como una falacia que esconde el deseo de hacer mierda todo. Eso antes de acusar al gremio de negociados y, lo que es peor, de vínculos con el kirchnerismo. Palo y a la bolsa.

Foto: Pablo Gómez

Hacia fines de julio, antes de sentarse ante el picnic de los cuadernos, Lanata había “denunciado” en su programa que el astillero no fabricaba barcos desde hacía mucho tiempo y que el dinero era embolsado por el sindicato, además de otras supuestas irregularidades en el funcionamiento de la empresa. La inmediata respuesta del gobierno a las “revelaciones” de Lanata fue empezar a despedir trabajadores y generar las condiciones para después reprimirlos.

La peor cara del periodismo buchón que sabe de antemano cuáles serán las consecuencias para los trabajadores de lo que van diciendo. Hay otras muestras de este accionar: Pablo Sirvén proponiendo una encuesta sobre Télam, una de cuyas opciones era cerrarla; Leuco diciendo palabras más o menos que si te rajaban de algún medio era culpa tuya por no averiguar quién te contrata, Matilde Sánchez (Clarín) celebrando en twitter el cierre de The Buenos Aires Herald, Majul entrevistando a Lombardi el mismo día de los despidos en la agencia oficial y poniendo cara de ¡qué barbaridad! ante cada “revelación” del ministro.

Entre tantas de las cosas que revelan estas acusaciones contra laburantes es notable la desaparición de toda forma de empatía por las situaciones que pasan los más débiles en estos enfrentamientos. Ninguno de ellos habla de gente que se queda sin laburo, de desesperaciones y de angustias, de un horizonte de hambre. Son simplemente unos vándalos que por puro amor a la violencia quieren hacer bolsa el edificio de la gobernación platense. Lo mismo con los periodistas que no solo pierden su fuente de trabajo, sino que, dadas las condiciones por las que está pasando el gremio, su posibilidad de continuar ejerciendo la profesión es bastante dudosa. Pérdida por partida doble. Y coincidencia con la perspectiva CEO.

No se trata de pedir solidaridad gremial a gente que en realidad es empresaria de noticias y trabaja para el mejor postor. Pero se pueden analizar sus efectos y los materiales con los que construyen las noticias. Una de ellas es la execración de todo lo que huela a colectivo y que no entre en la denominación de “gente”. Los trabajadores son el  espacio privilegiado de esa máquina de denostación permanente, sobre todo en la figura de los gremialistas –que cuando no son corruptos son violentos vocacionales. Con lo cual la justicia de los reclamos pasa a segundo plano. No importa el destino de quienes se quedan sin empleo. Lo que se muestra es que cualquier protesta queda injustificada por la catadura de quienes la encabezan y la organizan. Como los docentes todavía gozan de cierto respeto entre la población, la estrategia fue caerle a Baradel. En el programa de Lanata se lo caricaturiza como un revoltoso a tiempo completo, un tipo al que la docencia le importa poco y nada. Su pasión son los paros. Alguna vez Wiñazki jr. armó una de sus operetas acusando al titular del gremio docente de “tener problemas con la AFIP”.

Descalificados los gremialistas y los reclamos de los trabajadores, sobre lo que se está trabajando es con la parte más primitiva de las conductas sociales. El gran disparador fue la cuestión de la inseguridad. Se instaló allí la falaz idea de que no se respetaban los derechos humanos de las víctimas, desconociendo que son solo los Estados los que pueden violar los derechos humanos. Ante ellos se reclama. ¿Qué se supone? ¿Qué hay que armar? ¿Una marcha a la sede del sindicato de chorros a pedirles que paren la mano? Pero la sola formulación implica una impugnación a la causa de los derechos humanos.

Sin dudas hay mucha gente que detesta la causa del pedido de memoria, verdad y justicia. Basta con leer los foros de los diarios o asomarse a las páginas de facebook que reivindican a Videla y a Astiz y que tienen miles de seguidores. Pero desde los medios se utiliza ese sentimiento para construir ideología y de alguna manera reproducirla y hacerla llegar a más gente. Todo bajo el engañoso mandato de que hay que escuchar a todas las voces, aunque algunas tengan bastante menos espacio que otras.

Ese rechazo a la causa de los derechos humanos –que tiene la misma matriz que el desprecio a cualquier reclamo gremial- implica un retroceso sobre ciertos consensos que la democracia ya creía instalados. Por ejemplo, el respeto por la vida. El ninguneo a la muerte de Rafael Nahuel, de la del chico de Tucumán, la defensa de Chocobar compartida por el propio Macri hacen de este un mundo cada vez peor en el que valores que alguna vez se declamaron y ahora casi ni eso, van perdiendo vigencia. Hubo gente que celebró (incluso en el muro de Socompa y que hemos decidido bloquear) la muerte de Chicha Mariani. Y no sería extraño que los más barrabravas del periodismo local, como Feinmann y Baby Etchecopar, se expidieran en el mismo sentido.

Alguna vez los Monty Python le cantaron al lado luminoso de la vida: Nuestros medios son una linterna apagada en medio de un túnel oscuro.