Todos los titulares son ciertos. Los que hablan de la derrota nacional del gobierno y la pérdida del quorum en el Senado. Los que enfatizan en la recuperación oficial en provincia de Buenos Aires y otros distritos. Del empate posible en las interpretaciones, al gobierno se le abre una oportunidad de recuperación.
Contra qué contexto y con qué elecciones debe compararse el resultado de ayer? ¿Contra el promedio histórico del peronismo en provincia y el país? ¿Desde cuándo? ¿Desde 1983, cuando Alfonsín hizo una elección histórica –primera derrota electoral del peronismo- y Alejandro Armendáriz fue elegido gobernador bonaerense sin pasar a la historia? ¿Contra las dos elecciones que ganó Carlos Menem? ¿Contra la que dejó groggy a Néstor Kirchner hasta altas horas de la madrugada cuando el ganador fue Alica Alicate De Narváez? ¿Contra el Cristinazo del 50 y largo por ciento de los votos?
Si se toman períodos largos el peronismo-kirchnerismo debe asumir que su presunta hegemonía natural -“somos el pueblo”- es un asunto largamente discutible. Si se toma la paliza electoral de hace dos meses –y el ascenso de las derechas y los neofacismos- hay que analizar no solo una suerte de domesticación para mal del peronismo junto con las deficiencias (y muchos aciertos) de la gestión del gobierno actual. Pero si se compara la paliza con la interesante recuperación de votos en unos cuantos distritos, con centro en la provincia de Buenos Aires, puede jugarse con el título “Resistiré”. O con el de esta nota: ¡Viven!, como el libro y la película que narran la célebre caída en la cordillera del avión de los rugbiers uruguayos. ¡Viven!, con la oportunidad renacida: si el peronismo no cae en la práctica del canibalismo, si la reactivación se profundiza y tal como se declama se redistribuye en favor de los sectores más desfavorecidos, si se acaba definitivamente la pandemia (no acabó en Europa), lo que implica un cambio de época, el resultado futuro de las próximas presidenciales está abierto.
Hoy todos los títulos son ciertos
Siempre se dice que al día siguiente de una elección lo que sigue es una disputa por la interpretación del resultado. Es cierto y es lo que se hace en esta nota, en donde la lectura no es puramente racional sino también emocional.
Un titular que diga “El oficialismo perdió el quorum propio en el Senado” (y achicó su representación en Diputados) sería el correcto. También lo sería el análisis posterior que refiriera a las dificultades que tendrá el Gobierno para aprobar leyes en el Congreso, problemas de gobernabilidad inmediatos. También sería adecuado decir “El oficialismo mejoró su elección anterior, recuperó algunos distritos y mantiene la mayoría en ambas cámaras”. Un poco más: Juntos por el Cambio no mejoró los números de elecciones pasadas, no generó la catástrofe que soñaba y perdió (muchos) votos que fueron a Milei o Espert.
Disputa por las interpretaciones. Título de La Nación: “El peronismo sufrió otra amplia derrota, pero la presenta como un triunfo”. Título de una nota del colega Nicolás Llantos en El Destape: “El peronismo celebró una derrota que le da una nueva oportunidad”. Bajada: “Los números fríos dirán otra cosa pero el domingo a la noche se celebró en el búnker del Frente de Todos y no en el de Juntos por el Cambio”.
Más preciso y contundente es simplemente mencionar los números nacionales de ayer: 42,5% para Juntos por el Cambio contra 33,9% para el Frente de Todos. Brutos nueve puntos de diferencia o peronismito de un tercio del electorado. Y sin embargo el clima político es otro.
Bestiario
Alguien dio a entender muy peronistamente en Facebook que si el peronismo sobrevivió a 18 años de proscripción (y la siguiente dictadura) perder una elección de medio término es poca cosa. La lectura es forzada y optimista, pero tiene una cuota de razón. La última nota del que escribe cerraba hablando de las tantas veces en que se expidió el certificado de defunción del peronismo, sin que se registrara deceso. El asunto radica en saber qué peronismo promedio sobrevive, claro, y para eso está el eventual espejo comparativo del radicalismo. Siempre corriendo al número 9 tarde y desde lejos, hoy algunas partes del radicalismo -por ahora, solamente por ahora, decía Marcelo Araujo- resisten un futuro de confluencia con Milei o Espert, el que proyectan Macri y Patricia Bullrich.
El asunto tendrá su peso. Ambas bestias, Milei o Espert, o lo que representan, pueden perdurar en el tiempo. O pueden sufrir el tipo de dilución histórica que padecieron las terceras fuerzas argentinas, desde la Ucedé al partido Intransigente. O en términos nestorianos, ser deglutidos por la inercia de un sistema bipartidario. Claro que ahora mismo ese sistema está en crisis o en discusión, y más el peronismo.
La inercia de la cultura política global de las democracias más bien está haciendo fuerza para que lo que representan las derechas y sus extremos modelo Milei-Espert (que simplemente no guardan las formas y eso les da rédito) gocen de excelente salud y futuro. Imposible pronosticar nada en este mundo de democracias esclerosadas, insuficientes, timoratas. Dicho por Álvaro García Linera: “Es un tiempo en que nada ha de ser duradero durante un periodo prolongado. Cada victoria de las fuerzas conservadoras tendrá pies cortos y podrá derrumbarse, y cada victoria de las fuerzas de izquierda podrá tener pies cortos si es que no sabe corregir errores e impulsar un conjunto de vínculos con la sociedad”. Este es un mundo ganado por la incertidumbre, la inestabilidad electoral, la distopía, las “rarezas” presuntas.
Rarezas. En Graz, segunda ciudad de Austria, país con una sociedad híper reaccionaria, a fines de septiembre pasado ganó las elecciones una militante comunista llamada Elke Kahr (los segundos más votados fueron los antivacunas). En la provincia de Córdoba, un chanta que ya lleva mucho pero mucho tiempo en política, tanto que pudo ser parte de la fracasada transversalidad kirchnerista, Luis Juez, arrasó con más del 54% de los votos, combinando chiste cordobés con violencia verbal. En Jujuy, el FIT, con un 25,1% de los votos casi superó al Frente de Todos. Lo que lleva a preguntas: ¿qué hizo de bueno el FIT en esa provincia para obtener ese tremendo resultado? ¿Qué es de la vida de la Tupac Amaru? ¿Por qué el espacio de Gerardo Morales gana y gana con el 49%?
Medio mundo en este país porteño-bonaerense-centrista analiza los números del FIT en provincia de Buenos Aires y CABA. Buenos números. ¿Buenos números? ¿Por qué el FIT no obtiene más votos de la bronca o el desencanto popular? ¿Por qué buena parte de esos votos van a la extrema derecha? ¿Por qué eso sucede en tantas democracias?
Lunes otra vez
El que escribe, a la hora de pensar el resultado de ayer, no deja ni de prestar atención al período histórico largo que hace del peronismo una cierta entelequia opaca -Luder, Menem, ambos Kirchner, la CGT que tenemos, por tirar unas pocas referencias-, ni de seguir poniendo el acento en la degradación de las democracias que tenemos pasado el cuarto de siglo dorado del capitalismo al que aludía Eric Hobsbawm (1945-1973), ni de aterrarse ante la emergencia global de tanta distopía tecnocapitalista facha o ramplona.
Sucede que hoy es lunes y esta es casi una nota de un diario. En homenaje a Carlos Reynaldo Merlo, esto sería PASO a paso. Tratándose de un lunes la comparación es contra las PASO de hace solo un par de meses y contra el temor verosímil a que la derecha bestia y megabestia ampliaran la diferencia. Con pronóstico casi seguro de que, si eso hubiera sucedido, tras las próximas elecciones presidenciales nos iríamos a vivir a Miami, sin Susana Giménez.
El resultado de ayer, claro que poniéndole garra, mejor gobierno, voluntad y voluntarismo, abre un nuevo escenario posible. Escenario de pospandemia si no se mete la pata pensando que lo peor ya pasó, o que la pandemia ya fue. Hay alguna señal positiva de búsqueda de mayor potencia y autoridad: la planificación inicial y consensuada de lo que haría y diría el gobierno inmediatamente después de conocido el resultado, el gesto seguramente irrelevante pero políticamente correcto de llamar a la oposición a tomar un café, la recuperación de cierta discursividad resistente de cara a las negociaciones con el FMI, la coincidencia algo vagorosa de recuperar la calle, la producción, empleo registrado, mejores salarios.
En la cancha se verán los pingos. Esto es apenas la nota fugaz de un día lunes.
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