José Manuel De la Sota, igual que el radical Eduardo Angeloz, fue fiel representante de un bipartidismo autoabastecido que pisó fuerte en Córdoba tras el retorno de la democracia y que nunca dejó de asociarse con la huella que dejó durante la dictadura el Cachorro Menéndez.
Durante un lapso de un año y medio, Córdoba perdió a los tres tipos más determinantes de su historia en los últimos cuarenta años: Angeloz, Menéndez y De la Sota. Los tres tuvieron ambiciones a nivel nacional, de hecho Angeloz logró ser candidato a presidente; la gobernación fue el techo de De la Sota; y las aspiraciones del general quedaron destrozadas por, aunque no se crea, el gol de Bochini a Talleres, primero, y luego por la chirinada contra Videla cuando se le pinchó el delirio de la guerra con Chile.
La militarización de la Argentina pasó en gran medida por Córdoba: con el Navarrazo (en el que De la Sota jugó para la ultraderecha peronista) y con el Operativo Independencia, cuyas tropas respondían al Tercer Cuerpo, o sea, el comando estaba en la Docta; y en esos años Angeloz era senador nacional. Justamente, los decretos de Isabel tendrían que haber pasado por el Congreso, pero fueron discrecionales.
Pasada la masacre, los herederos del Navarrazo fueron arrasados por Angeloz en el 83 (mejor dicho: por el arrastre que generaba Alfonsín), en una elección en la que De la Sota perdió la intendencia con Ramón Mestre, aquel delfín del Pocho mediterráneo que luego tuvo como ministro de Gobierno a Oscar Aguad, el que rescató al Tucán Yanicelli, un connotado represor, y compartía palcos oficiales con Menéndez en los 90, cuando ya estaba sobradamente documentado que La Perla había sido un campo de exterminio con crímenes cuyos testimonios estremecen.
Todos los gobiernos provinciales desde Angeloz en adelante perpetuaron el Programa de Asistencia Integral de Córdoba (Paicor), nacido en 1986. Cada tanto, radicales y peronistas de la provincia organizan eventos para autocelebrarse sin que se les caiga la cara de vergüenza, cuando el éxito del Paicor hubiera sido que no haya que hacer asistencialismo. No por nada, en la campaña del 89, un spot de Angeloz mostraba a una chica indigente diciendo que no tenía nada para comer pero que lo iba a votar a presidente a un tipo que llevaba más de un lustro en la gobernación. Ese sentido de la partidocracia es el que los une hoy en el llanto por De la Sota. Partidocracia con ribetes hereditarios, por cierto, porque el intendente de Córdoba es el hijo de Mestre. Y que tuvo como otra de sus directrices no haber desmantelado el aparato represivo a nivel de la policía provincial, una de las más bravas de la Argentina.
Si hace unos meses hubo luchadores de derechos humanos que disculparon declaraciones favorables a Massera en plena dictadura por parte de Alberto Rodríguez Saá, ¿por qué no mirar para otro lado en el caso del Gallego y su papel en el Navarrazo, que fue anterior al golpe y ya de por sí sigue siendo bastante tabú hablar del peronismo de derecha de los 70? O, ya que el blanqueo es posterior al 83, para qué acordarse que fue De la Sota quien insertó en la vida democrática a otro cordobés inolvidable como diputado nacional en 1987: Domingo Cavallo. Y eso que se podía estar a su derecha: Lorenzo Miguel prefería al Tati Vernet de compañero de fórmula de Cafiero en la interna del 88.
La provincia que provocó tres hechos insoslayables de la Argentina del siglo XX, esto es, la Reforma Universitaria, la Libertadora y el Cordobazo, giró durante las últimas cuatro décadas alrededor de un militar genocida y megalómano y dos caudillos de los partidos tradicionales que nunca mostraron un compromiso explícito hacia las víctimas de la masacre en Córdoba. No está de más recordar que las atrocidades de Vilas y Bussi en Tucumán y el asesinato del obispo Angelelli en La Rioja fueron bajo jurisdicción del Tercer Cuerpo, con lo que Córdoba irradiaba la represión hacia el norte del país.
Paradójicamente, Angeloz y De la Sota venían de estructuras partidarias que hoy resultan añejas, cuyo último exponente es Schiaretti. Un poco por el personalismo de ambos, sobre todo el radical, y otro tanto por el discurso marketinero actual, la vida política cordobesa actual pasa por tipos como Juez o Baldassi. O el sobrino de Massot, cuya carrera política se debe a su ex suegro, Germán Kammerath, el primer vicegobernador de De la Sota, de recuerdo funesto cuando llego a la intendencia de la Docta y no dejó estropicio por hacer.
Al cordobés medio, el prototípico, el que folklóricamente se piensa que consume Fernet, escucha cuarteto y se ensalza en una polémica futbolera sobre Talleres y Belgrano, ya puede darle lo mismo todo después de lo vivido en estas décadas. No le vengan con la corruptela de radicales y peronistas desde el 83, ni con el relato del general Menéndez y sus crímenes masivos, ni le hablen de Tosco o Gustavo Roca, ni de Atilio López y Obregón Cano. Menos aun lo escandalicen con el recuerdo del Che Guevara en la sierra de Alta Gracia, no exportando la Revolución Cubana, sino mucho antes, tirándole guijarros a la ventana de la casa que ocupaba el compositor Manuel de Falla, una travesura infantil para la que contaba con Daniel Moyano como compinche. Ni siquiera lo molesten con eso de que el general Lonardi entró desarmado a la Escuela de Artillería y salió con el huevo de la serpiente de 18 años de proscripción. ¿Amadeo Sabattini? Historia antigua. ¿La Reforma? Eso es de la Edad de Piedra. Ni falta hace decirle que de su provincia salió Juan Filloy, uno de los grandes escritores argentinos. Déjenlo tranquilo con Cadena 3, que le termina de dibujar el mapa de su realidad. Alguno habrá que lamente la acción judicial revanchista contra el Cachorro, que con su lucha denodada evitó el comunismo en las sierras y se privó de tener un funeral plagado de homenajes como a la hora de despedir al Pocho y al Gallego, los demócratas de la Córdoba moderna. Mañana saldrá a dedicarse a labrar el campo, porque no hay feriados y se trabaja gobierne quien gobierne, que da lo mismo. Después verá si le gusta mas Baldassi o Massot en la interna del macrismo.
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