El PRO ganó las elecciones vendiendo que traía lo nuevo, Pero desde entonces, han puesto en evidencia que su receta es la de siempre, esa que resume la palabra ajuste, traducida en lenguaje oficial como reforma. Vuelve una historia que ya conocemos. (Ilustraciones: James Ensor)
[2]2 de octubre: para el macrismo es antes y después.
Antes: Durán Barba en primera fila, los globos, las estupideces efectivas de Alejandro R., el despliegue de una política profusa, milimétrica. Inesperada por muchos. Tejida entre dos extremos. Un extremo: la incorporación arbitraria y casi delictiva de los dos jueces de la corte; el otro: llevar a prisión al ex vicepresidente de la Nación Amado Boudou. Dos límites muy arriesgados y de gestión política. Eso fue antes.
Después: aunque teñido por la muerte (el asesinato de Maldonado, la negligencia fatal del submarino y la ejecución por la espalda de un joven mapuche), lo que sigue es pura economía y finanzas. Lo político sólo como un sistema de negociación y amenaza. Con los gobernadores, con los diputados y senadores y con la gente común, en la calle. Es violencia más violencia.
Desde el 22, pura economía y finanzas: la cifra propuesta es más de 100 mil millones. Eso es lo que hay que recortar. Más de 100 mil millones. ¿De dónde? De los salarios, de las jubilaciones y del “elefante” estatal.
El camino es claro: ablación y miembro fantasma. O sea, amputar una parte y creer que esa parte amputada sigue estando, sigue funcionando. Esta es la técnica Pro para llevar adelante el ajuste. A eso llaman reforma, a la ablación de una parte de la población en la distribución de la riqueza y a una manera de falsificar sus efectos. (“Recorte en el buen sentido”, dice un periodista en la radio. El buen sentido, en esta expresión, es el miembro fantasma). Los anuncios de Macri en el CCK, previos a la ablación programada, nos ofrece su emboscada: “fortalecimiento de la república “; “calidad institucional”; “queremos comprometer a todos los sectores a construir un Estado que esté al servicio de los argentinos”.
Todo esto quiere decir: para la ablación del salario, el incremento de la productividad es el miembro fantasma. Para la ablación previsional, el miembro fantasma es el ofrecimiento de una jubilación mayor a futuro. Para mutilar los sindicatos, el miembro fantasma es la necesidad de “organizaciones sindicales fuertes y transparentes”. ¿Nuevamente la misma semiótica vacía y fingida? Sí, pero ahora encarnada y con efectos visibles en el cuerpo singular y colectivo.
Acaso el miembro fantasma más elocuente sea el de los créditos UVA. Dijo Macri, en plena campaña: “Hoy, cada tres minutos una familia o un joven recibe un crédito hipotecario a 30 años para acceder a su vivienda propia”. Ser propietario, ese es el miembro fantasma: creer que se es dueño, que la casa es propia, que es más barato que pagar un alquiler. Creer que en algún momento el crédito UVA finaliza. El UVA es un crédito póstumo, un crédito Sísifo: como una condena eterna, se debe seguir pagando para siempre.
Para el Pro el momento es complejo. Incómodo. Ahora tienen que exponerse casi por primera vez desde que son gobierno. Tienen que decir, tienen que hacer cirugía mayor, tienen que mancharse las manos, tienen que dejar sus huellas digitales por primera vez. El cotillón y los saltitos en el escenario ya no sirven. Tampoco va a alcanzar con recurrir a la pesada herencia.
El momento es complejo porque el sistema conceptual y vacío, el de crear un relato sin afuera (una política sin afuera), ahora se encarna, se inscribe en el cuerpo, sobrepasa la ilusión y se hace real. La ablación duele, tiene un olor específico, una nerviosidad cotidiana. La imagen es la de una vida postrada: perder el trabajo, buscar, no encontrar, sentir culpa, no poder, esperar, buscar, repetir, seguir esperando, no seguir. Quieto, postrado. Sin salida.
El miembro fantasma es una necesidad casi biológica. El cuerpo se defiende cuando es agredido por una ablación. La ilusión de seguir como antes, de caminar como antes, de abrazar como antes, se mantiene. El cuerpo se resiste a perder: eso es el miembro fantasma, la ilusión de no perder y seguir. Hasta que la ilusión se cae y solo queda lo que es, lo que ya no está.
Vidal se mantiene al margen de este proceso. El diario La Nación, el día de Macri en el CCK, dice: “En los tiempos en los que Mauricio Macri lanza una múltiple negociación para iniciar reformas laborales, impositivas y políticas, la gobernadora apostará por una reforma educativa”. Inmaculada Vidal, prístina Vidal, que elude el virus, se queda en formol y nadie le va a pedir que se manche las manos. Ella ya está con su guardapolvo puesto y a resguardo. Vidal santa, inmaculada, con un corset de orangutanes que la cuidan. Gane o pierda el Pro esta batalla, ella cae parada. Ella, la protegida. Vidal no se expone como alguien de la política. Lo hace como actriz: se ríe cuando la cámara se enciende y es amarga cuando se apaga.
El Pro despliega y va a seguir desplegando la eficacia del miembro fantasma. ¿Qué tipo de vida es aquella que acepta su propia mutilación? ¿Quién es el que desplaza su realidad por una realidad que no es? Seguir, a pesar de la ablación. Seguir, porque lo que no está sigue estando como fantasma. Seguir, anestesiado y con sensibilidad diferida. Seguir como un lunático.
Sin embargo, contra el ajuste ningún slogan es eficaz. En pleno corazón del capitalismo, nada es más rabioso que perder el propio dinero. Lo que va a escucharse, lentamente, como si vinieran de un foso de orquesta, son los sonidos de la década del ‘90. Reverbera Menem, reverbera privatizaciones, reverbera crisis, reverbera despidos.
El gobierno va a tener que remar a contrapelo de “Los noventa”: la desocupación, los despidos, más gente en la calle, ajuste, recorte, déficit fiscal, el incremento de la delincuencia. El padel, el parripollo y el remís (ahora: la cervecería artesanal, la dietética y el Uber). Contra eso. Contra todo eso. Las cámaras y los micrófonos van a desplazarse, paso a paso, muy lentamente, de Comodoro Py a las puertas del Ministerio de trabajo. O sea, otro plano y otras discusiones. Los fiscales y los jueces, aunque mantengan sus sobres, serán menos visibles; los especialistas en finanzas van a ocupar todas las pantallas. El pasado vuelve de un modo sombrío cuando lo que va a implementarse es la ablación de una parte de la población. Del Yo remisero de los ´90 al Yo emprendedor del mundo Pro: ese es el puente que señala la desgracia.
Nuevamente: tienen que exponerse, tienen una tarea sucia que hacer, hay obligaciones venidas desde el exterior que deben cumplir. El mancharse las manos es un salto inesperado para muchos de los que bajaron la aplicación Pro en 2015. Es el pasaje del señuelo amarillo al fracaso, de la ilusión Cambiemos a la caída. Y de la memoria reciente, la de la “pesada herencia” kirchnerista, a la memoria de los noventa.
Si el pasado K fue uno de los motivos para la fortaleza Pro, el pasado menemista va a ser su Kryptonita.
Humedad de cimientos
El 22 de octubre fue el día del cenit Pro: el sol en lo más alto, arriba de todo y en punta, exactamente arriba y sin ninguna sombra en el suelo. El Pro sin sombras. Sin embargo, el cenit es también el primer instante de la caída del sol, el crecimiento irremediable y lento de esas sombras.
Hoy parece que no, que no hay sombras. Parece que este estado de cosas va a ser para siempre. Que nada va a moverse. Solo parece. El acuerdo con los gobernadores es, en parte, un signo de debilidad Pro más que de su fortaleza. Ninguno de los gobernadores fue a buscar la bendición presidencial. Fueron a reclamar lo que necesitan para mantenerse en pie. Mientras tanto, se alinearon como gansos ante el graznido presidencial. Y también ante la amenaza de los medios. (Desde siempre en la historia argentina, la liga de gobernadores marcó y marca la cancha. Si por momentos se arrodillan, no es unción. Es política pura).
Se compromete buena parte del Pro cuando pone en acto su economía de libre mercado. Hasta ahora no era conveniente decirlo o mostrarlo. Por eso tuvieron que esconderlo durante años. Desde Macri en ciudad hasta Macri en la rosada. Una década de eludir, en público, la palabra “neoliberal”. El momento más obsceno de esta simulación fue en el debate con Scioli. Ese día fue engaño y puro beneficio político.
La consigna ahora es la de sostener que el neoliberalismo es el umbral de la época, lo propio, lo que corresponde al capitalismo actual. Las otras formas son vetustas (populismo, peronismo, justicia legítima, fascismo, kirchnerismo, gratuidad, asistencialismo, subsidio, juicios laborales, sindicalismo, etc). Eso dicen, que lo normal es la apertura libre de los mercados y que lo demás está vencido, es viejo.
En los países como Argentina, países emergentes, del tercer mundo, productores de materias primas; estos países, con el neoliberalismo como lo normal, padecen de humedad de cimientos. Se enferman de humedad de cimientos.
Humedad de cimientos es el despliegue de una expansión de las finanzas hacia la entraña misma de la Nación Argentina. La expansión no se ve, se enuncian de manera solapada. Se guarda bajo un lenguaje técnico. Es el “subsuelo de la patria” endeudada y dominada, es el perverso procedimiento de la economía financiera, de “relaciones carnales” –Menem– y de “vínculos estrechos” –Macri–.
La humedad de cimientos es el endeudamiento que horada las paredes y el piso de un modo sigiloso y mudo. Mientras, la fuga de capitales, las importaciones, las promesas de las inversiones. Y el déficit fiscal, que no es causa sino consecuencia; lejos de ser el gasto del Estado es el signo de una humedad de cimientos que no deja de crecer. Todas las palabras, todos los gestos, cada uno de los discursos y sus fantasmas, todo eso se derrumba cuando los cimientos imponen su humedad fatal. Tarde o temprano.
Las reformas, incluida la ablación de población y la sequía, no son más que una manera transitoria de administrar un fracaso seguro. Con sus antecedentes en la dictadura militar y en los años noventa, esta instancia actual de injertar al neoliberalismo por tercera vez en los últimos cuarenta años, expresa las dificultades que tiene para instalarse. No obstante, la humedad de cimientos crece.
Todos los caminos que recorrieron los Pro en estos años fueron para llegar hasta acá. Para instalarse e intentar poner en marcha este modo de vida neoliberal en Argentina. Van a procurar resguardarse lo más que puedan. Van a inventar situaciones, van a eludir preguntas, van a resaltar las virtudes del Banco Mundial, del Ciadi y del Fondo Monetario Internacional. Van a maquillar con promesas, con tapas en los diarios, con un nuevo Plan Brady o con un nuevo Mega-canje.
¿Hasta cuándo? ¿En qué momento los cimientos se derrumban? Eso no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que es el mercado de capitales el que define esa fecha. Los mercados de capitales siempre se retiran a tiempo y la economía nacional implosiona, rebota hacia adentro. El ritmo actual de los intereses de la deuda externa argentina equivale a 1200 dólares por cada minuto (Ismael Bermúdez dixit). ¿Es corta la mecha?
Entonces, va a pasar lo que ya pasó, que van a requerir de los palos, los camiones hidrantes y los gases para mantenerse a flote (ya invirtieron en ellos y ya los usaron). La calle fue el espacio donde siempre se dirimió el conflicto. El neoliberalismo provoca a la ocupación de las calles, incita a la gente a un espacio común para defenderse de toda su prepotencia financiera. Un espacio que fue marchas y marchas. Y también de palizas y de muertes. Los que murieron fueron siempre los mismos, una parte de la población mutilada.
Para los países del tercer mundo, el neoliberalismo no es un sistema económico. Es un trayecto con dirección a una catástrofe garantizada. El mismo derrumbe, el mismo fuego, el dolor de muchos. Es eso. Tristemente eso.
Ya ocurrió: los mercados de capitales huyeron, pulcros, y aquí nos quedamos, barriendo las migas del suelo, en pelotas y a los gritos.
Lo que llamamos “novedad Pro” duró apenas dos años. Esa novedad Sri Srii Shankar en la 9 de julio; esa novedad trolls en las intervenciones digitales; esa extraña novedad de un gordito ecuatoriano en guayabera y a puro presente, digitando la política nacional. Toda esa novedad se agotó.
Lo que viene ahora ya lo conocemos.