Incremento de tarifas, caída de las ventas, suba de las importaciones, menor rentabilidad, inflación y alza de costos. La ecuación erosiona a las pequeñas y medianas empresas. Un sector que explica casi siete de cada diez empleos privados.

Un rasgo significativo de la coyuntura económica es el desempeño de las pequeñas y medianas empresas manufactureras. Su importancia es clara. Se trata de un verdadero termómetro socioeconómico. De la vitalidad del sector depende el tejido social de los grandes conurbanos del país. La historia es conocida. La decisión política de fomentar la industrialización dibujó la estampa clásica de los suburbios industriales. En las firmas familiares y en los talleres se construyó no sin tensiones una cultura del trabajo. Hoy, como en la segunda mitad de los ’70 y en la década del ’90, esa matriz está en crisis.

En la actualidad, las pymes industriales explican en su conjunto el 66 por ciento del empleo formal privado. El 85 por ciento ocupan 10 y 50 trabajadores. El resto son firmas medianas con dotaciones que llegan a los 200 empleados. La mitad de todas ellas se concentra en tres rubros: alimentos y bebidas, metalmecánica y textil. El pico de nacimientos se registró en 2004. A partir de 2011, la creación de firmas se estancó. El modelo que arrancó en 2003 no pudo sortear sus propios límites estructurales. Desde 2013 en adelante, los cierres superaron a las aperturas. La ausencia de políticas específicas se revela hoy como una falencia costosa.

La sintonía fina que debía definir una sustitución de importaciones selectiva y una estrategia exportadora de bienes industriales nunca llegó. La restricción externa, sumada a la reticencia inversora y al veto político de las grandes empresas, que representan el 1 por ciento del total del parque industrial, abrió la puerta al proyecto liberal-conservador. La libre asignación de los recursos, donde triunfan los más eficientes. Los ganadores son pocos: el sector agropecuario y los grupos industriales competitivos a nivel internacional. En el mejor de los casos se trataría de acoplarse a las cadenas globales de producción mediante acuerdos de libre comercio.

Es la demanda interna

En mayo, luego de la recesión que comenzó en los primeros meses de 2016, las pymes medianas comenzaron una lenta recuperación. Los datos de la Fundación Observatorio Pyme del Grupo Techint señalan que se expandieron en el tercer trimestre un 10 por ciento con relación al mismo período del año pasado, aunque sin alcanzar los niveles de 2015. Las pequeñas, sin embargo, exhiben una persistente caída. Retrocedieron un 2,5 por ciento en el mismo lapso.

El panorama tiene su correlato en el nivel de empleo. La mayor reducción se da entre las pequeñas. En las medianas, se desaceleraron los despidos. El balance para el conjunto es sombrío: arroja una contracción del 3 por ciento. Allí hay que buscar buena parte de los 62 mil puestos laborales perdidos durante los últimos 18 meses en el sector manufacturero. En las cámaras sectoriales advierten que de no mejorar el nivel de actividad es dable suponer un aumento de los despidos en el corto plazo.

Los datos relevados por el Observatorio Socioeconómico de la Secretaría de Producción y Desarrollo Económico de San Martín reflejan que la demanda interna no repunta, la creación de empleo está estancada y que los empresarios no invierten. Sobre un total de 250 firmas encuestadas, cuatro de cada diez afirman que su situación empeoró desde el año pasado. Solo tres de cada diez señalaron que el panorama se mantiene estable.

La mayor parte de los empresarios del sector afirma que no prevé tomar nuevos empleados. Tampoco aumentar la cantidad de horas trabajadas. Casi nadie espera una mejora en la rentabilidad. La inversiones programas apuntan solo a mejorar o mantener la rentabilidad vía eficiencia. La situación se explica por el pobre desempeño de la demanda interna. En términos interanuales, las cantidades vendidas prácticamente no variaron.

La salida externa no es una alterativa. Siete de cada diez pymes depende de otra pyme. Ocho de cada diez no exporta. Las que lo hacen no registraron aumentos en los volúmenes vendidos. En síntesis: el sector está fuertemente ligado al consumo final. No es extraño que ante este panorama, las cámaras sectoriales subrayen que buena parte del problema reside en las importaciones. Tres de cada diez empresas afirman haber perdido cuotas de mercado.

La amenaza importadora presiona en especial a los autopartistas y a las textiles. También a las dedicadas a la producción de muebles, aparatos eléctricos, electrónicos e instrumentos de precisión. La principal competencia viene de China. Según la Unión Industrial, las pymes manufactureras perdieron casi un 20 por ciento de mercado interno. Como ocurrió en los ’90, muchas relegaron parte de su actividad productiva y optaron por importar. Una forma capear el temporal. Mientras tanto, las importaciones siguen creciendo. Este año son levemente superiores al pasado y triplican el registro de 2015.

San Martín, un ejemplo

En el partido de San Martín existen unas 7.000 pymes, entre industriales y de servicios. El conjunto teje un entramado que se extiende por Villa Lynch, Villa Maipú, José León Suárez, Villa Bonich, Villa Zagala, Villa Chacabuco, Villa Ballester y San Andrés. Dos tercios de la economía del municipio lo genera el sector. En marzo pasado, su intendente, Gabriel Katopodis, declaró el estado de emergencia. La rebaja de algunas alícuotas pagadas por las empresas es una gota en el mar.

En la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme) aseguran que las variables muestran solo un “rebote” respecto de la fuerte caída de 2016 y que el modelo no los contiene. Afirman que “miles de pequeñas y medianas empresas se encuentran atenazadas entre el alza de costos, con niveles tarifarios imposibles de afrontar, y caídas en las ventas por el achicamiento de la demanda”.

Sus dirigentes advierten que la mejora de la competitividad “debe pasar por una clara segmentación de políticas en un marco de emergencia sectorial, la protección de la industria y el fomento del mercado interno”. Tampoco creen que la reforma laboral traiga buenos resultados. La entidad fijó posición sobre el tema: “Las reformas que de un modo u otro lleven a la flexibilización y la precarización laboral auguran inevitablemente una mayor caída de ingresos para la población, y por lo tanto un mayor deterioro de las ventas en el mercado local, principal fuente de ingresos de las pymes”.

La entidad participó de la última marcha al Congreso junto con sindicatos, cooperativas, organizaciones sociales y políticas. Su presidente, Eduardo Fernández, asegura que “las reformas que se debaten significan mayores desregulaciones y beneficios para las grandes empresas locales y extranjeras en perjuicio de los sectores más vulnerables, los trabajadores y las pymes”. En su visión, de consolidarse el actual modelo, se ratificará un horizonte de altas tasas, bajas inversiones, especulación financiera, salida de divisas, déficit de la balanza comercial, crecimiento exponencial de la deuda y nuevos ciclos de ajuste.

A vuelo de pájaro

Nada indica que la situación pueda mejorar. Despidos, reubicaciones y cierres son situaciones recurrentes. Sobran los ejemplos. En Zárate, la química alemana Lanxess anunció que se va del país. La consecuencia: 170 trabajadores en la calle. La estadounidense Ingredion sumó 200 cesantías en Chacabuco y Baradero. Atanor despidió 180 operarios y cerró sus plantas de Baradero y Munro. La situación se repite en Santa Fe. Allí se destacan los casos de Agrana Fruit –multinacional dedicada al procesamiento de fruta de Coronda-; la productora de biodiesel Bravo Energy, de San Lorenzo; y el Frigorifico Vicentín, de Villa Ocampo, que cesó su actividad y dejó sin empleo a 115 trabajadores. Hay otros ejemplos.

En lo que va del año, solo en la zona de Zárate, Campana y Baradero, los despidos en las grandes y medianas empresas suman más de 5 mil. Las pequeñas firmas, muchas de ellas proveedoras de la gran industria, replican las cesantías. “Lo que reivindicamos es un modelo económico industrializado, con inclusión social. Las pymes necesitamos sobre todo un mercado interno fuerte, que haya trabajo y que los trabajadores ganen bien. La inmensa mayoría de las pymes vive del mercado interno, que son los trabajadores, sus familias, el pueblo en general”, explica Juan José Sisca, secretario de Apymes.

En el sector subrayan que las medidas adoptadas para cumplir el objetivo de bajar la inflación fueron ineficientes y, además, permitieron una gigantesca transferencia de ingresos desde las pymes y los trabajadores hacia los sectores concentrados. “Apymes nació para pelear contra el neoliberalismo. Después de doce años de empujar un modelo industrialista y nacional, que apoyamos y que pensábamos que hacía falta profundizar, lamentamos que se haya impuesto un modelo neoconservador no por las botas sino por los votos”, dice Sica.