Segundas marcas nunca fueron buenas

Vistos los resultados de las internas abiertas, el país afronta el riesgo de que en octubre Macri consolide su liderazgo. Una encrucijada para la oposición que todavía no encuentra el modo de pararse y recuperar la iniciativa. Las enseñanzas de las elecciones del  alfonsinismo en el 85.

Allá por 1985, la UCR hegemonizada por el alfonsinismo revalidó los laureles del 83 con mejores guarismos que en la primera victoria limpia sobre el peronismo. Los radicales conquistaron provincias del norte, como San Juan y Tucumán y le asestaron su única derrota, hasta este domingo, al clan Rodríguez Saá en San Luis. Sólo perdieron en Corrientes, La Rioja, Tierra del Fuego y Formosa. Por cierto que la lista que encabezaba Leopoldo Moreau se impuso al peronismo renovador de Antonio Cafiero y al ortodoxo de Herminio Iglesias en la provincia de Buenos Aires. Tomaba forma aquello del Tercer Movimiento Histórico.

Nadie recuerda el último triunfo alfonsinista, opacado no sólo por la victoria del 83, sino además por lo que significó su debacle del 87: veintidós meses después de aquel 3 de noviembre del 85, sólo ganaba en tres distritos. Y en 1989 se fue antes de tiempo, con el país en llamas. Pero esa victoria, en medio del ajuste inicial del Plan Austral y de los alegatos del juicio a las Juntas, le dio gobernabilidad y confirmó que no fue un mero accidente aquel triunfo con el 52 por ciento en octubre del 83.

Esa imagen del 85 puede operar como espejo de esta elección, si bien las PASO no definen sino candidaturas y funcionan como una gran encuesta nacional. Si Alfonsín en el gobierno era alguien mucho más complejo de lo que parecía, el proyecto de Cambiemos no es tan sencillo como se pensaba. No fue un accidente el triunfo de 2015, y no parece una casualidad el resultado del 13 de agosto.

La derecha liberal consigue imponerse en los principales distritos del país. El peronismo, disgregado, no ofrece alternativas de liderazgo y hay algunos resultados que son sintomáticos.

Victoria aplastante en Capital Federal. Carrió orilló el 50 por ciento de los votos. Horacio Rodríguez Larreta podría soñar con ser reelecto en primera vuelta dentro de dos años.

El socialismo santafecino, que gobierna la provincia hace una década, cae al tercer puesto, detrás de del peronismo local y de Cambiemos.

En Córdoba, Héctor Baldassi pone en riesgo la hegemonía del delasotismo.

La Santa Cruz de los Kirchner, paralizada por el conflicto docente, ofrece una paliza del oficialismo sobre la expresión política que nacida allí gobernó la Argentina durante doce años.

Nueva victoria (y van…) de Cambiemos en Mendoza.

Los Rodríguez Saá vuelven a perder, como en el 85. A esto se agrega que los hermanos se habían aliado a CFK, al punto tal de colocar a uno de los suyos en la nómina de diputados nacionales de Unidad Ciudadana en Buenos Aires.

Buen triunfo por cinco puntos en Entre Ríos, por delante del oficialismo provincial. No está de más recordar que es el distrito más grande que gobierna el kirchnerismo.

En Jujuy hay un triunfo inapelable de Cambiemos. No parece haber pesado el encierro de Milagro Sala.

El peronismo se presenta victorioso en algunos bastiones de siempre: Chaco, Salta, Formosa, San Juan. Y en La Rioja se impuso la lista que, provisoriamente, encabeza Carlos Saúl Menem.

Una eventual victoria de  CFK  sería a lo Pirro, y se le haría cuesta arriba remontar de cara a octubre. La polarización sería letal. Scioli tenía un changüí de dos puntos a favor antes del ballotage. Cristina  corre de atrás, probablemente con un techo no muy lejos de su piso. Como sea, valen oro los votos de un Randazzo borrado del mapa y de un Sergio Massa casi liquidado. Su campaña no supo explotar los errores de comunicación del oficialismo. Verbi gratia, cayó en una especie de duranbarbismo nac and pop, como se vio en la cancha de Arsenal,  y no alcanzó con pasar la escoba y sacarse de encima a los impresentables de antaño. Fernanda Vallejos no fue una defensora de enjundia del modelo, en sus intervenciones televisivas de 2014 y 2015, y no por nada se tuvo que llamar a silencio tras algunas declaraciones desafortunadas. Con un coequiper como Jorge Taiana no parece alcanzar. La campaña, en el tramo final se volvió errática. Para peor, a los bonaerenses no parecieron importarles los antecedentes medievales de Bullrich; algunos quizás lo sigan considerando un tibio a la hora de abrir la boca. Como sea, en octubre la diferencia pasa por tener en el Senado a Taiana o a Gladys González. Lo que también equivale a plantear la subsistencia o no del espacio político antes conocido como Frente para la Victoria. Y que, en rigor, depende sobremanera del conurbano: por fuera de lo que ahora llaman área metropolitana, todo el resto de la provincia se tiñó de amarillo.

En 1985 se ratificó, en la segunda derrota seguida que sufrió el peronismo, un liderazgo. En octubre, Macri podría ratificar el suyo, como también lo lograron Menem en 1991 y Kirchner en 2005. Para el kirchnerismo sería la tercera derrota al hilo, contando la de 2013. O sea: no sabe lo que es ganar una compulsa electoral desde la ensoberbecida victoria de 2011, aquella del 54 por ciento. Para peor: tiene por delante la interna peronista  a nivel nacional antes de llegar a 2019.

Macri sale fortalecido de las PASO, aun con los resultados parciales de la provincia. No vale aquello de que sacó un tercio y, por ende, no lo votaron dos de cada tres argentinos, un argumento de la prensa más fanatizada desde el flanco K. Ese razonamiento era válido en las elecciones intermedias de 2009 y 2013, y nunca lo esgrimieron, con el agravante de que el FPV no ganó en el global de votos.

¿Cómo se da vuelta la taba, ante un gobierno que sale sumamente fortalecido, y con aire para gobernar dos años más con la posibilidad de ir al hueso en algunas cuestiones como una eventual reforma laboral? La respuesta corta es fácil: con política. La respuesta larga, que atañe al cómo, es más difícil. Sí queda claro que no es recomendable correr a un gobierno como este, con presos políticos, y ahora con un desaparecido, copiando sus modos marketineros, y esto excede al kirchnerismo, que no está en condiciones de ser una alternativa nacional con estos números. El peligro de convertirse en una segunda marca, digamos. Parafraseando a aquel presidente de triunfos rutilantes en el 83 y el 85, se están acostumbrando a acumular derrotas. El desafío es no caer en el seguidismo: si esta sociedad avala la obra de gobierno vista en veinte meses de  gestión, eso no quiere decir que para ganarle una elección a Macri haya que hacerlo con un discurso de derecha.