En plena pandemia y con Macri contra las cuerdas judiciales, el jefe de gobierno porteño juega sus cartas en dos planos para transformarse en el líder indiscutido de la oposición y la esperanza blanca del poder económico concentrado en 2023.

Sin prisa pero sin pausas, el jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, viene construyendo en plena pandemia el camino por el que pretende llegar – según sus expectativas – a transformarse en el nuevo referente de la derecha argentina y en posible candidato presidencial en las lejanas elecciones de 2023 por el sector que hoy se siente representado por Juntos por el Cambio.

El panorama que tiene en el horizonte le resulta alentador.

Por un lado, el radicalismo – dueño de gran parte del aparato que hizo posible que la candidatura de Macri en 2015 pisara fuerte en todo el territorio argentino – sigue huérfano de figuras capaces de liderar la coalición y mucho menos de conmover electoralmente a la ciudadanía.

Por el otro, quien fue durante los últimos años el líder indiscutido en el plano político del neoliberalismo argentino se enfrenta a una inevitable retirada. Mauricio Macri no sólo ha perdido su discutible carisma sino que enfrenta un futuro político y judicial muy complicado, que no puede menos que desgastarlo hasta convertirlo en una pieza inútil para estar a la cabeza de una estrategia electoral. Ese es el lugar vacante que quiere ocupar Rodríguez Larreta.

En ese contexto hoy juega sus cartas en dos terrenos, apostando en ambos a ganador, aunque corriendo sus riesgos.

Frente a la pandemia está jugando a dos puntas: por un lado, en las postales se muestra cercano a Alberto Fernández cuando de anunciar medidas preventivas se refiere. En las conferencias de prensa suele asentir a todo lo que dice el presidente, no discrepa con él en público y dice que “los equipos” trabajan juntos. Por el otro, cuando se trata de aplicar las medidas en su territorio, se desmarca y en la práctica boicotea la cuarentena.

No es difícil de entender las razones de este juego.

Si las medidas del gobierno funcionan, Rodríguez Larreta se sumará a ese triunfo, aún en el caso que los muertos en su territorio sean más – e incluso muchos más – que en cualquier otro lado. Frente a esta última posibilidad, hablará como siempre de las particularidades de la Ciudad, de su condición de receptora de viajeros antes de la suspensión de los viajes y de tantos etcéteras como le hagan falta para justificar la diferencia.

En cambio, si las medidas preventivas del gobierno nacional no resultan lo eficaces que se espera podrá desmarcarse de inmediato. Dirá que él no decidió esas medidas, que lo que hizo fue aplicar las que definió el gobierno de Alberto Fernández. La culpa será, toda, del presidente.

El otro terreno donde Rodríguez Larreta jugará fuerte es en el judicial, el más desfavorable para su anterior jefe, Mauricio Macri.

Esa es una de las razones por las cuales se presentó como querellante en la causa de los espías que lleva adelante el juez de Lomas de Zamora, Federico Villena, que desembocará tarde o temprano en la responsabilidad última del expresidente en el armado de la red que espió ilegalmente y a destajo entre diciembre de 2015 y diciembre de 2019.

La culpabilidad de Macri, su condena, o simplemente el desgaste de su figura ante la opinión pública en el devenir de la causa judicial es toda ganancia para el jefe del gobierno porteño. Además, la querella le permitirá saber qué está pasando y por dónde puede resultar él mismo salpicado cuando los ventiladores estén soplando basura en todas direcciones. Y ponerse, él también, en un lugar de víctima.

Con Macri acabado, o siquiera desgastado, a Horacio Rodríguez Larreta no le quedan rivales en el PRO: Patricia Bullrich por sí misma puede apenas conseguir la misma cantidad de votos que Biondini y no hay otros nombres que siquiera alcancen para ser escritos con mayúsculas. Y María Eugenia Vidal pasó de ser la esperanza blanca de la sucesión de Macri a esconderse bajo el ala del propio Rodríguez Larreta.

La operación de destrucción de las posibilidades del ala supuestamente “dura” del PRO para levantar en contraposición a la figura de Rodríguez Larreta también se está dando en el plano mediático, donde algunos periodistas juegan a separarlos entre buenos y malos, dialogantes y recalcitrantes… o bien entre los que forman parte de eso que un conductor televisivo que juega a ser periodista bautizó “macrismo residual” y el que no sería parte de la misma basura.

Así las cosas, el jefe de gobierno porteño esta cada vez menos solo y espera el momento para hacer su próxima jugada.

Los muertos son apenas un daño colateral.

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