Los hechos de violencia en la Plaza Congreso, transmitidos como si fueran las alternativas un partido de fútbol, sirvieron para mostrar una imagen parcial y ningunear una marcha pacífica y multitudinaria.  La tele no sólo ninguneó a la multitud de la calle sino que evitó mostrar el debate en Diputados.

De regreso de la Plaza Congreso, estas líneas se escriben a las apuradas y muy en caliente sin saber cómo se definirán las cosas en la cámara de Diputados ni qué sucederá en las calles céntricas de Buenos Aires, en un larguísimo enfrentamiento que se desplaza –no por casualidad- cada vez más lejos del Congreso de la Nación. Allí –la opción es seguir la sesión por YouTube, porque la tele no informa nada al respecto- legisladores opositores piden que no continúe el debate parlamentario porque “en la calle se están matando”.

Esta será la confusa crónica desordenada de una manifestación popular que hasta las 13.30 era de una belleza y diversidad extraordinarias y la de una casi segura frustración, enorme, si es que en el día de hoy se aprueba la reforma previsional enviada por el gobierno de Cambiemos al Congreso. Como nunca, esta es la historia de una ley que de ser aprobada lo será a fuerza de una extorsión abierta, reconocida en el ya célebre posteo de una diputada peronista entrerriana.

Hace pocas horas atrás, el que escribe disfrutaba de la marcha con la doble contradicción de saber que la manifestación chocaría contra las vallas policiales (hermosa metáfora) y que además la marcha no alcanzaría a impedir la aprobación de la iniciativa brutal del macrismo. A estas horas el que escribe sigue escuchando de fondo la letanía de los movileros de la tele describiendo el absurdo minuto a minuto de la represión. Ha visto suficiente tele desde que volvió a casa y antes, en un bar de la 9 de Julio. Puro relato, pura descripción de acciones sobre piedras, gases, avances y repliegues, sin contexto político, y menos económico y menos histórico, y menos social. Para peor se contradicen mal los colegas, con pésima memoria. El jueves pasado algunos de ellos cuestionaban los excesos policiales y hoy están en otra cosa y los zócalos –aunque contradictorios entre sí también- son diabólicos. El que escribe recuerda aproximadamente el primero: “Adentro, debate; afuera, piedras”. Eso fue en C5N, cuando comenzó la sesión en el Congreso, el “adentro” ordenado, civilizado, limpito.

“Violencia” garpa

Las cámaras siempre toman el quilombo, el conflicto, la “violencia”, nunca la normalidad, la cotidianeidad, la cultura profunda y querible de una manifestación. A ningún productor de noticieros de la televisión argentina se le ocurre poner una cámara y un movilero en el barrio, villa o sindicato del que sale un micro cargado de manifestantes. Cronicar en el micro, en vivo. Mostrar a la gente tranquila, mateando o cantando o discutiendo en paz. No es casualidad que se prefiera siempre a los violentos, los “más exaltados”, los “radicalizados”. No se les ocurre porque no quieren, obvio, la democracia televisiva tiene límites severos (al kirchnerismo tampoco, nunca, se le ocurrió meter la cámara en el micro, con el micro arrancando en Florencio Varela, Budge, Jujuy o Rosario. Una pena).

Este cronista comenzó a ver que la marcha iba a estar buena de movida, en el tren que lo llevó a Retiro. Pequeños grupos de todo tipo, municipales de Vicente López, gente de la villa 31 de Retiro, cantidad docentes de gremios variados. Y ya en el subte más gente de la 31, y de la UOM de todas partes, laburantes sueltos, jóvenes. Y ya en Avenida de Mayo y 9 de Julio más UOM, curtidores, molineros, “viejas” agrupaciones kirchneristas, viejas y nuevas  agrupaciones de la izquierda, disgregación del peronismo, movimientos sociales representados en un abanico ya imposible de leer. De nuevo: mucha gente de todas partes de los movimientos sociales.

El cronista toma una nota mental: hace tiempo sucede que hasta los sindicatos grandes aparecen partidos en pedazos en las marchas. El caso de la UOM es impresionante, pedacitos de muy distintas geografías. Lo mismo las agrupaciones que formaron parte del kirchnerismo. Segunda nota mental: en una marcha semejante, así de imponente y diversa, la idea de “kirchnerismo” implica cada vez menos, o implica una pausa, un parate, un no saber cómo evolucionarán las cosas.

Diversidad: hay, avanzando por avenida de Mayo, mucho ATE también partido, mucho laburante estatal, gruesa columna de la gente del ANSES, otra aún más grande de la Corriente Sindical Federal, otra de La Cámpora, agrupaciones de la izquierda clasista con morochos que años atrás estaban en otra parte, más que seguramente en el peronismo o en movimientos sociales. El cronista no ve columnas de Camioneros ni huestes de Amadeo Genta. Es muy posible que simplemente haya pasado eso, que el cronista no las haya visto dada la inmensidad y complejidad de la marcha, que posiblemente equivalga a dos Plazas de Mayo repletas.

La guerra y la paz

Ida y vuelta hacia las 13.30, 14 horas. Toda la extensión de la marcha por avenida de Mayo desde la 9 de Julio, hasta poco antes de las vallas metálicas policiales que no pueden verse por los grandes carteles de la izquierda. Es curioso cómo se puede estar en paz en plena marcha sin enterarse –salvo uso de celulares o televisores puestos en bares- que la paz que lo rodea a uno queda desmentida en la punta de las columnas que dan al Congreso. De eso se enterará ya de vuelta el que escribe, en la 9 de Julio, donde un grupo de laburantes bien morochos que forman parte de la marcha miran la pantalla de un barcito que tiene puesto Crónica TV. ¿De qué se enteran los muchachos y el cronista? De la secuencia patética y archiconocida: idas y vueltas, piedrazos y gases, lo que nunca se sabe si termina en muerte.

foto/Horacio Paone

Por supuesto, luego verá el que escribe que todos los putos canales están transmitiendo los incidentes como a un partido de fútbol o una pelea de gladiadores romanos. Todo es vértigo e intensidad vacía. Segundo a segundo, sin conectar con lo que sucede en la Cámara de Diputados ni dedicar una migaja de información, de análisis, de reflexión, respecto de qué carajo es lo que se discute en la Cámara y en el país: una reforma que la quita guita a miles de jubilados ya estragados por la inflación, los tarifazos y el fin de la gratuidad de servicios y medicamentos. El logro de la “reforma” ideada por el macrismo es recortar unos cien millones de gasto estatal, nada que no se vaya por la canaleta de la deuda y la exención de impuestos a los sectores más privilegiados de la sociedad. Nada, pero nada. Ni una palabra al respecto en horas de movilero acumuladas.

Relato en vivo en la tele de cada piedra que se tira. Santa indignación corporativa de una colega a la que las heridas sufridas por otro periodista le parecen lo más crucial de la jornada y la mejor demostración de la locura de “los violentos”. Ni una palabra –reitera el que escribe, escribiendo mal, escribiendo demasiado en caliente y a las apuradas- sobre esos pocos cientos de pesitos de compensación que presuntamente convencieron a un puñado de diputados peronistas de votar a favor de la reforma ideada por el macrismo. 400, 700 pesos, “por una única vez”. No sólo que la cifra es de una miserabilidad aterradora, perversa. Cualquier CEO del macrismo –perdón por esta psicobolcheada- se gasta tres o cinco veces esa cifra en una buena cena, pongamos que cuatro veces por semana.

Gobernadores extorsionados y sus diputados ídem. Una suma miserable que no compensa nada. Qué conveniente que a la derecha (y debajo) de la pantalla, en todos los canales de televisión, aparezca el cuadradito de la sesión en Diputados solo que enmudecida. Justo cuando la oposición denuncia la cacería que vuelve a producirse en las calles y la no obediencia de lo pedido y dispuesto por una jueza: que las “fuerzas del orden” no usen ni balas de goma ni gases salvo como ultimísimo recurso.

El que escribe no sabe si los extorsionadores lo saben pero cree que los gobernadores y diputados extorsionados sí lo esperan. Haya o no muertes en el día de hoy por represión –se anuncia el refuerzo de Gendarmería- los extorsionados saben o deberían saber que el programa económico macrista o va a cerrar nunca. Podrán pagar seis meses más los gobernadores los sueldos de los empleados de sus provincias pero no mucho más. Saben que el país va a volar por los aires. Pero tal parece que lo único que importa es sacarse el susto inmediato de encima y cerrar los ojos como un pibe ante una película de terror. Tal como hacen los movileros en la tele: pueden morir manifestantes o jubilados, lo terrible para ellos es el instante: que haya piedras tiradas sobre las calles, o en veredas rotas a martillazos.

Suena la tele al fondo. Graciela Caamaño pide la renuncia de Patricia Bullrich y le contesta a Elisa Carrió, quien a sabiendas de que nadie transmite nada de lo que sucede en el debate usa las redes sociales, sabiendo a su vez que será titular en los diarios. “Mi solidaridad con los heridos de la policía de la Ciudad de Buenos Aires”, tuitea la chaqueña, con 47 detenidos confirmados. Dice Carrió que hay un golpe de Estado en marcha y los movileros siguen diciendo piedras, piedras, piedras.