La proyección de un estallido social e institucional que eyecte a Macri del poder, aunque verosímil, puede que hable de la conciencia del muy mal momento que pasa la oposición o de la impotencia para ganarle en las urnas. ¿Cómo ganarle?
Hace pocos días, por curiosidad, por ganas de embromar y de sondear la opinión o el ánimo de ciertas minorías intensas que se expresan por Facebook, convoqué a una ínfima e imperdonable encuesta. La consigna fue que los feisbuquitas dijeran –con pedido de no incluir a CFK- qué candidatos peronistas/ kirchneristas elegirían para ganarle al macrismo. Tiré una lista breve que incluyó en modo hipócrita a Sergio Massa, deliberadamente no cité a Martín Sabbatella, y me olvidé de incluir a una dirigente interesante: Verónica Magario, con buena pinta y buen enganche en su territorio y aledaños. Algunos hicieron valer sus derechos y votaron a Cristina lo mismo; otros tiraron nombres que no preví. Los resultados fueron procesados a la noche (con cálculos que agradecemos a la feisbuquita Patricia Morfópulos). Los “votos” de los que se sumaron más tarde o al día siguiente seguramente no variarían mucho la cuenta final, cosa que por la falta de rigor del divertimento importa un cazzo. Los números, por supuesto, indican votos finales:
Agustín Rossi: 39
Axel Kicilloff: 20
Jorge Taiana: 18
Felipe Solá: 14
Rodríguez Saá (un hermano cualquiera, fue la consigna): 13
Verónica Magario: 11
Jorge Capitanich: 7
Juliana Di Tullio: 2
Hubo menciones a CFK, Myriam Bregman, Juan Grabois, Alberto Fernández, el Santoro radical, Carlos Tomada, Randazzo y cosas así.
Repetimos: como ejercicio sociológico la encuesta es penosa, casi que repugna. Pero habla de algo. Habla por ejemplo de kirchneristas porteños o bonaerenses (son mayoría en mi muro que por suerte es bastante “federal”) eligiendo en primer lugar a un tipo digno y buen cuadro, Rossi, al que durante varios años le fue muy mal en su provincia. La típica distorsión entre lo que “da” un político no porteño en Capital y lo que da en sus pagos, o se dice de él, con mejor información.
La encuesta contiene el ingrediente simpático de revelar entre el feisbuquerío amigo (mucho kirchnerista, progres variados y algunos amigos de izquierda que aprovecharon para hacerme chistes) un esfuerzo por salir del encierro cristinista… Pero no alcanzó con el esfuerzo. Porque el juego promedio de las figuras mencionadas terminó dando muuuuuy K, aun cuando la mayoría decía “tenemos que abrir” y no pocos decían con estos no vamos a ningún lado.
Menos simpático y algo terrorífico es el hecho de que uno mira por fuera del candidaterío K, y suma en plan generoso a Felipe Solá o a Alberto Fernández, y en plan meramente declamativo a Sergio Massa, y en plan picaresco a los Rodríguez Saá, uno tira esos nombres y mira alrededor y pregunta ¿qué más hay?… Y, nada, el desierto. ¿Algún gobernador piola? ¿Capitanich? ¿Gente más joven? ¿Leandro Santoro? Ah, sí, hubo quienes sabiamente mencionaron a una señora que a quien escribe le parece muy mala y muy inteligente o experimentada y acaso no tan mala: Graciela Caamaño. ¿Y qué más?
Partido más que Chivo
¿Con qué carajo, cómo demonios, se podría/ debería derrotar al macrismo en 2019? Es obvio que no lo va a vencer el FIT, que si pudiera hacerlo y me explicara qué tipo de socialismo quiere aplicar en Argentina –y cómo hacer desear el socialismo a los argentinos- votaría acaso encantado. Tampoco podría derrotarlo por falta de tiempo para el armado algún nuevo espacio progre a la Frepaso o un kirchnerismo puro afrepasado que sumara cachitos comprados en la frutería de la esquina. Es muy probable también que el macrismo “quiebre” al peronismo con una lista bien conservadora (por el lado de salteño Urtubey, Pichetto u otros) que le quite votos a un presunto o posible peronismo unido.
¿Cómo ganarle al macrismo en 2019, sea Mauri o Mariu? Es prudente o posible partir la pregunta. Ganar desde qué construcción. Ganar desde qué nombres propios. Sonará antipático y al que escribe le gustaría ganar desde la construcción pero entre la sociedad (antipolítica) que tenemos y lo poquito que falta, pinta que vamos a discutir más los nombres propios que la construcción. Con lo cual decimos: oh, my God.
Es que por pavote y anticientífico que sea el divertimento de la encuesta virtual algo sugiere: los nombres propuestos y seleccionados dan viejo, por dignos (o no, cuestión de opiniones) que sean los políticos mencionados. Se me ocurre, para esta sociedad cruel, sociedad frívola, mezquina, exculpatoria, desmemoriada, influida hasta donde no sabemos por los medios, los nombres dan viejo, dicho, usado, marchito. No dan para alternativa al macrismo esas caras; no parecerían ser “lo nuevo” que oponer en 2019. Eso sucede no necesariamente “por culpa” de los nombrados, sí por algunos de sus errores y debilidades. Pero fundamentalmente porque por cada uno de ellos se ha hecho una construcción social que –como cemento ultra rápido- endureció hace tiempo, con furiosa ayuda de los medios. Eso parece muy difícil de modificar, de diluir, de renovar o maquillar.
Ejemplo: uno con todo derecho y algún argumento podría decir o desear que metido en una fórmula Felipe Solá –de buen discurso aunque cambiante, el hombre- podría abrir un poco el panorama de cerrazón y cosa antigua que dan otros nombres, los de quienes permanecieron más tiempo en el kirchnerismo. Pero Felipe ya fue usado por TN y ya se dejó usar y ya lo harían bosta en caso de emergencia desde los medios concentrados. Tal como hacen –es un caso divertido para escribir un paper sobre el asunto- con Hugo Moyano. Hace años y años que el camionero viene atravesando mutaciones en el tratamiento que recibe, de mafioso a no mafioso, y de no mafioso a mafioso, una y otra vez, según convenga al establishment, a los medios concentrados, al macrismo.
Si todo estallara
Algún posteante no olvidó decir en medio de la encuestita virtual lo que muchos piensan sobre el futuro político argentino: si no hay estallido no habrá derrota macrista, o algo parecido. Onda que de este lado estamos pasando por un invierno lamentable. Es una previsión muy cruel pero verosímil, se maneja mucho. O al menos abre una pregunta: el macrismo, efectivamente, ¿solo podrá ser derrotado si hay estallido de la economía o también podrá serlo si se agota, si se desgasta, sin necesidad de incendio o tragedia social? Y de nuevo, en ese caso, ¿derrotado por qué o quiénes? La previsión o mera adivinación de quien escribe hace mucho era que al macrismo lo sucedería un peronismo centrista, medio choto, aunque menos grave que el macrismo. El que escribe pensó que podría ser Massa, y la pifió.
Pero supongamos que la economía sí estallara antes del 2019, ¿a dónde iríamos a parar? De nuevo: a peronismo seguramente. ¿A qué peronismo, pues?
Detengámonos un cachito en el pasado. Quietos ahí, ustedes. Sit!
El estallido del 2001 no fue en absoluto el Argentinazo del que habló alguna izquierda o en todo caso solo tuvo focos aislados de Argentinazo. No fue una oportunidad revolucionaria perdida o malbaratada por Duhalde o el kirchnerismo. Bien al contrario: el candidato que ganó, en 2003, fue Menem, con casi uno de cuatro votos válidos. Néstor Kirchner se la llevó de carambola y con susto con el célebre 22 por ciento y pico. El tercero en disputa fue Ricardo López Murphy con casi 16,4 por ciento. Luego Carrió con el 14 y a la izquierda le fue peor que en los últimos años. Vale la pena detenerse en estos datitos: 0,72 por ciento obtuvo el PO con Altamira, 400 mil votos, la mitad casi exacta de lo que obtuvo el FIT en 2015.
De lo que se deduce –de nuevo, y según entiende el que escribe- que aquel estallido, y miren que la pasamos para la mierda, no radicalizó nada; Argentinazo las bolas. De lo que se deduce también -es hipótesis- que si se produjese un nuevo estallido social, sangriento o no, tampoco aquí habría garantías o tendencias posibles de radicalización (o puede que radicalización social sí, confusa, caótica, y radicalización traducible a lo electoral no).
Tampoco hay las menores garantías de que antes o después de que Macri estalle por los aires –si eso sucediera- emerja desde “el campesinado”, la “clase obrera” y “las mujeres y estudiantes” (como gusta esgrimir la izquierda) una suerte de oooommmm colectivo y reparador. La Gran Autocrítica Social. Medio mundo diciendo por mi culpa, por mi culpa. Náh, tampoco, fuiste. Esto vale o valdría también para la melancolía kirchnerista. Minga de garantías de que se produzca un cambio sustantivo del voto del tipo “Oh, cierto, perdón. Néstor y Cristina tenían razón. Volvamos al modelo de inclusión. La Patria es el otro. ¿Vamos a Tecnópolis?”.
No, es verosímil pensar que si hubiera estallido, pero estallido mal, Néstor, Cristina y todos los que mencioné como candidatos sean historia, lo viejo, y que entonces sobrevendría el Que Se Vayan Todos Walking Dead (todo peor, todo más primitivo, más brutal, más ignorante, más furioso, más antipolítico, más… zombie) del que ya escribí en Socompa (y perdón por repetir pero uno no es tan fértil tirando metáforas).
Cómo llegamos aquí
Hay responsabilidad K no solo en las razones de la derrota de las últimas dos elecciones–asunto entendible y mucho más en un ciclo transformador que duró muchísimo para lo que es Argentina y cualquier democracia moderna erosionada- sino en el vacío posterior. Hay responsabilidad de Cristina y la dirigencia (escribimos esto sabiendo que, de veras, es mucho pedir), en la ausencia de una construcción política sólida y resistente, esa pérdida enorme en la capacidad de conducir e influir cuando no se tiene al Estado (privilegio del que ahora goza el macrismo y como nadie, nada, nunca). La retirada del poder del kirchnerismo fue la antítesis y el detonador de la movida de Resistiendo con Aguante. Fue una retirada fulería que nos dejó culo para arriba pero a CFK la dejó con las lindas fotos del día anterior a su salida del poder, rodeada de multitudes, o la de actos como el de Comodoro Py. Se sabe: con eso no alcanza y casi que menos mal porque se necesita sociedad, no solo líderes.
Las “bases” –si es que pueden llamarse bases a los sectores kirchneristas de clase media, porque las organizaciones sociales también sufrieron sus desmayos y sus huidas (Movimiento Evita)- se portaron desde el inicio mejor que una dirigencia kirchnerista demasiado dependiente de Cristina y del Estado, demasiado perpleja y demasiado acomplejada por la necesidad de mostrar buenos modales, sea al estilo Massa, Randazzo, el Alberto Fernández de hace poco tiempo, o todavía hoy, numerosos gremios. Las “bases” kirchneristas se portaron también mejor que sus dirigencias en términos de debate interno, aunque ese debate interno no se dio en grandes plenarios o espacios institucionalizados que el kirchnerismo nunca construyó sino en las redes sociales. El proceso fue doloroso e implicó dejar atrás altas dosis de sobreactuación épica, de amor incondicional, de pasión necesaria pero riesgosa, de sectarismo, Hubo/ hay admisión de errores así como preguntas de cómo pasó lo que pasó y qué fue de nosotros.
Este proceso -reitero- no se dio entre la dirigencia, al menos de puertas hacia afuera. La CFK que para la campaña –al fin- se decidió a ser entrevistada por periodistas no amigos mostró señales saludables de apertura e incipientes autocríticas, así como una imagen que la re-humanizara. Estuvo bien. Pero Cristina ya dejó eso atrás, como si sus movimientos fueran espasmódicos, sin estrategia clara. Se la criticó por “ablandarse” en campaña o utilizar estrategias durán-barbescas. No compartí esas críticas, creo que fueron parte de una búsqueda necesaria de construir otra imagen, otra comunicación. Pero –de nuevo- los movimientos son espasmódicos y tampoco tenemos hasta ahora, por falta de suficiente rodaje del nuevo Congreso, una imagen estable de Cristina senadora. El macrismo además evitará todo lo que pueda la discusión parlamentaria. Mientras que sí tenemos la imagen de espanto de la fragmentación peronista, del peronismo conservador y oscuro, del peronismo provincial extorsionado por el Ejecutivo. Y sí –por fin novedades con algo de optimistas- está la convocatoria a marchas sindicales y paros y está la foto de la primera reunión pro-unidad en la UMET, los pagos de Víctor Santa María (habemus en Argentina un nuevo Bartolomé Mitre o político con diario propio, Santa María, al que seguramente le harán la vida bien difícil el Gobierno y sus jueces amigos).
Perón: ¿cuán grande sos?
Encuentro una contradicción grave (e interna) en lo que llevo escrito o al menos una contradicción llamativa. Hablo de que la sucesión del macrismo seguramente será algún peronismo, cuando a su vez tiendo a creer que por una serie de razones profundas la argentina es una sociedad cada vez más desperonizada. Ya perdió el peronismo más de una vez y casi siempre por ser, aparentar ser, o dejar ser hablado como lo feo, lo sucio y lo malo. La primera derrota fue sorpresa presunta: Alfonsín. La segunda derrota fue contra la Alianza. La tercera contra Macri. Desconozco si hay estudios acerca de si hay una desperonización mayor de la sociedad desde 1983 o que acaso coincida, se superponga o se potencie por transformaciones culturales profundas: la pérdida de la cultura del trabajo y la sindicalización, el estallido de la era de la imagen y la comunicación concentrada transmitiendo valores que no tienen nada que ver aquellos libros del tipo Perón me ama. Hasta el sindicalismo que tenemos ancla mucho menos que antes en el peronismo, sea por vergüenza, porque eso no da bien, por “traición”, porque “peronismo” dice poco en el siglo XXI, por lo que sea. Las jóvenes generaciones de delegados sindicales, promisorias, acaso estén más cerca de Instagram que de las Singer que regalaba Evita.
Finalmente, acá viene la peor contradicción del que escribe o como mínimo una enorme falta de imaginación. A la final, mirá lo que te digo, no imagino una construcción que le gane al macrismo que no sea una en la que tengan protagonismo los nombres ya mencionados, al menos como fogoneros, a los que seudo cuestioné por “viejos”. Una construcción que –fácil coincidir- debería ser hecha mucho más desde abajo y bien abierta, incorporando demandas y sujetos sociales y culturales que no siempre están en la agenda de esos políticos. Construcción “nueva” (nada es nunca enteramente nuevo) que interpele mejor e incorpore más diversidad y más sociedad, tratando de ser –ufff- lo nuevo. La estrategia de convocar a una “gran primaria nacional”, de la que habló Agustín Rossi en Socompa, puede andar, o ayudar mucho.
¿Pero cómo se hace lo otro, lo “nuevo”? No tengo la más pálida idea (o apenas). Es más: tampoco estoy del todo convencido de si acaso el peronismo que eventualmente suceda al macrismo no será uno más jodido del que imagino.
Permitan ustedes que me persigne.