Nunca nadie, desde 1983, gobernó el país tan desde el vacío, desde la ficción ni con tal ausencia de sociedad. Sin embargo, la Presidencia Limones deja una bomba neutrónica de la que solo se salvarán algunos amigos de Macri. Puede que algunos parientes. (Foto de portada: Andrew Mc Carthy).

Festejó el triunfo electoral en lo que parecía una discoteca.

Tras asumir el cargo, saludó a una plaza vacía. Ensayó dos pasos de rock.

No había dicho nada en el discurso de asunción.

Exhibió el bello maniquí de su señora esposa.

Repitió infinidad de veces que confía en nuestro potencial. No supimos que era porque él no lo tiene.

Se cansó de exhibir a su hija, dulce niña muy menor que ameritaría llamarse Antonieta.

Más cansancio (merecidas vacaciones) por seguir exhibiendo el tieso maniquí de su señora esposa. Lo paseó casi horizontal por todas partes.

En campaña homenajeó (con Moyano al lado de la estatua) a Perón. Del mismo modo hace días dio igual homenajear un Gandhi, un Ho-Chi-Minh, un Bob Esponja. Todo es igual, nada es mejor.

Es el gerente imperfecto de un espacio político que, como el viejo Hollywood, es una fábrica de sueños, o de humo. Ya se ha sugerido largamente en Socompa: estos años tienen mucho -mucho de angustiante- de Philip K. Dick. Una era de montajes y operaciones de desmemoria y memorias implantadas. Repetidas escenas de líderes políticos que con sus mejores sonrisas y altas sensibilidades saludan a nadie –desde el Principio- en parajes baldíos. De timbrazos sorpresa en hogares y pizzerías con la cámara ya instalada en la salita humilde o el interior del local. De una misma mujer pobre –la única pobre de Cambiemos, intentamos reírnos en las redes- partida al medio en fotos empáticas de Mariu Vidal.

Estos son los años de la policía que te presentan cercana y tierna en Facebook y te cuida y protege y te dialoga y te charla y contiene y hasta te acaricia, hace masajes, corta zanahoria. Los años de moler fotógrafos, pibes, fábricas, productores, jubilados, Maldonado, hacer causa con Chocobar, vigilarlo Todo-Absolutamente-Todo.

La banda sonora de estos años no es de Queen. Podría ser una versión electrónica de un reggaetón interpretado por Los Emperadores del Verso, pero en 16 RPM anestesiantes. En los años de Menem se hablaba de una alianza electoral entre clase alta y populacho. Acá las señales enviadas hacia las clases populares –regaettón, Gilda- salen emanadas de una súper computadora. Onda Hal 9000, la de 2001 de Kubrick, la que muere cantando Daisy, Daisy.

El Hombre Nada

Mauricio Macri es el Hombre Nada. Pueden caer las murallas de Jericó, estallar el Etna, derrumbarse el imperio romano y el carolingio, congelarse los océanos de ambos hemisferios o que un millón de pobres argentinos se suiciden en masa comprando un kilo de pan que el Hombre Nada responderá en modo autómata: la tormenta, la tormenta (el horror, el horror).

En la Utopía de Tomás Moro, obra maravillosa, hay un río que atraviesa la ciudad capital que se llama Anhidro, que significa sin agua. El príncipe o regidor de Utopía se llama Ademo, sin pueblo. Una ironía menor que no se dirigía al príncipe, que era un buen tipo. Moro daba a entender que hablaba de lindas imaginaciones; aunque de paso, cañazo, criticaba el orden todavía feudal y sus muchas injusticias.

Por no saludar a nadie en las fotos y hablar desde, con y hacia el vacío; porque nunca juntó a nadie en las calles ni jamás fue aclamado como sabemos que aclamaron a otros; porque sus computadoras Hal fabrican con alta eficiencia sueños y mentiras; porque parece gobernar hablando solo, solo y diciendo pavadas en un país vaciado; porque buena parte de la sociedad permanece triste, ensimismada y ausente; Mauricio Macri, el Hombre Nada, es el Ademo Negro del siglo XXI. Pero eso es injusto con Tomás Moro, su isla, el amable pueblo de Utopía y el Ademo original, un tipo respetado que se sometía a las reglas de la República, retrocediendo a Platón.

Un Ademo bobo sería Macri, Ademo pelotudazo. Mix de cereales, mix de cheto banal con Max Headroom, mix de nené de papá con monstruo de papá y bebé de Rosemary. No es comparable con el señor Gardener, no señor, como se ha dicho tanto. Este otro hijo de puta dio a luz una bomba de neutrones singular: sobreviven algunas cosas y un grupo de empresarios amigos.

No hay pueblo.

O, tempora; o, mores (oh, tiempos; oh, costumbres)

Recuerdan ustedes las dos formidables últimas movilizaciones del radicalismo y el peronismo en el Obelisco en la campaña de 1983.

Recuerdan las de los organismos de Derechos Humanos 82-83. Y del 96 para acá.

Recuerdan las otras de Alfonsín, bonitas. Hasta que llegó la de la economía de guerra –o quizá fue la de Felices Pascuas- y hubo grupos extensos que dijeron basta en Plaza de Mayo y se retiraron cual columnas montoneras de 1974 (“expulsados de la Plaza”, en el doblaje Palmera Records de la derecha peronista).

Recuerdan las de Ubaldini, enooooormes.

Durante el menemismo hubo algún parecido con el vacío de estos años virtuales. El vacío de estos años virtuales incluye por el mismo precio el vacío de diez mil pequeñas, medianas y notorias movilizaciones que una vez realizadas vuelven a desplomarse en el vacío por ausencia de mejor articulación, sentido, dirección, proyecto, poder. Durante el menemismo éramos 17,3 persones de les organismes saludándones con pesar. Luego sí la CTA, Marcha Blanca, luego Moyano, Cutral-Có, aquellas cosas. Menem tuvo Plaza del Sí, pero no manifestaciones masivas peronistas a su favor. Tuvo sin embargo su previa: las largas marchas del Menemóvil, donde había mucho pueblo bajo. Me tocó cubrir una de esas. Hacía tiempo que los pobres más pobres no llegaban a Capital. Porque se me cayó alguna lágrima ese día un colega de Página me carga hasta el día de hoy. Lo mismo haría Daniel Cecchini, Socompa vitalicio (me faltó decir que en el festejo nocturno de la primera victoria de Menem me afanaron la billetera).

¡Pero si hasta De la Rúa tuvo un poco de pueblo! Yo fui testigo. Tras el triunfo electoral creo que el palco se instaló del lado del Obelisco que da a Corrientes/ Córdoba. Una plataforma muy prolija, alta y distante; como que les dábamos un poco de asco. Chupete, Chacho, Graciela Fernández Meijide, todos sonrientes. Saludos cordiales. Si hubo discursos, no los recuerdo. Muy grato todo, muy tranca en mi memoria, casi como un cocktail en el Alvear.

Si habrá habido pueblo y país presente con De la Rúa. Tanto que se lo echó a recontra patadas en el orto, clases bajas, el chino llorando en el saqueo, obreros, clases medias, piquete y cacerola. Me pregunto qué interpretaciones pelotudas me faltan hacer en lo que tenga de vida. Porque tuve la desgracia de emocionarme con la cobertura de TN (ese día me quedé onda canal 13, Estás en casa, ya era padre… en fin). TN, el día de la declaración inútil del estado de sitio, fue cubriendo más que meticulosamente las protestas que iban surgiendo en distintos barrios de la Capital. Clases medias angustiadas y/o rabiosas saliendo a la calle luego de que a los más pobres no les quedara otra que saquear e incendiar. TN cubriendo exitosamente un día que pasó a la historia y se hizo muertes. Primero vecinos de a decenas, luego de a centenares en las esquinas. De pronto miles convergiendo (cruzando diversos Riachuelos imaginarios) en Plaza de Mayo. Ese día supe que TN contribuyó más a la renuncia de De la Rúa que las eventuales conspiraciones conurbanas de Duhalde. El problema: lo adjudiqué aquella vez a alguna sensibilidad periodística-política de TN. Visto desde el presente: mmm, qué pedazo de nabo. ¿O es que quedaban en TN gentes buenas?

Al rico alfajor

Estábamos en los años en que había presidentes con pueblo, algo o bastante o un poco de pueblo, junto a criaturas domésticas y salvajes y un país y objetos y seres palpables. Tacto, vista, olfato, oído y gusto. ¿Qué gusto tiene la Argentina de hoy? Sería como lamer una placa de mármol de 2,78 kilómetros cuadrados, nuestra superficie continental.

Estábamos en cuando no todo era virtual y le debía llegar el turno a los años kirchneristas e íbamos a saltarlos por razones obvias. Todos esos años de gente versus todos estos años virtuales. Íbamos efectivamente a saltearlos pero hoy (lunes 25) caímos por Facebook en que es el cumple de Néstor y nos pusimos melancos al ver los posteos ajenos. De hecho mandé por Facebook un recuerdo del día en que, a una semana de la derrota contra De Narváez que lo dejó groggy, Néstor Kirchner reapareció enderepente. Lo hizo en Parque Lezama, avisando a no más de cuatro o cinco, ante la asamblea de Carta Abierta. No voy a citar a Kirchner sino lo que dijo esa mañana Horacio González. Lo rescaté gracias al video que hizo ese día nuestro editor fotográfico heroico, el Rafa Calviño.

Dijo ese día Horacio González:

“No es posible un político o la vida política con efectiva grandeza y autocreación si solo pensáramos en éxitos permanentes. Sería un logro mecánico, ¿cómo serían nuestras vidas exitosas? ¿Una vida de publicidad de televisión, de publicidad de un perfume, de un alfajor?”.

Añadamos ahora nuevo apodo a eso que nos (tan) mal gobierna: alfajor Jorgito.

Y sin embargo se mueve

El Hombre Nada, Ademo, el Pelotudo Insigne, el #Gatomaula, Almirante Irízar (por el rompehielos), Demoliciones Socma, Alfajor Jorgito, Ingeniero Apocalipsis.

Casi cuatro años de no lugar, de no realidad, y sin embargo el chabón existe al punto que nos viene rompiendo mal el orto colectivo y tememos ya ni siquiera por una eventual reelección de Ademo sino por cómo carajo va a hacer el próximo presidente/ presidenta para que Argentina –apenas- se recupere y tememos también por un posible infarto de quien ocupe la silla eléctrica presidencial (vuelvo a robar la figura usada por el colega Diego Genoud).

Cosas bizarras y dramáticas seguirán sucediendo hasta las elecciones. Nisman seguirá siendo asesinado (qué manera de cobrar, pobre hombre), Néstor no estará en el cajón, los presos kirchneristas seguirán manejando por telepatía y telekinesis operaciones que ensucien a Stornelli, florecerán mil D’Alessios, a Cristina la seguirán allanando preferiblemente en su cumpleaños o los de sus hijes, Massa dirá que está dispuesto a dar un paso al costado que presumiblemente no dará, la culpa será de las tormentas.

El Hombre Nada se aferrará a su única y última utopía en lo que resta (¿?) de su mandato: dólar tranca, porfis porfis. Micro utopía, nano utopía. No querrá que le pregunten por “Quiero que me juzguen por la disminución de la pobreza”.

Ofrecerá un frasco de aceitunas.

Media de huevos blancos viajará a Nueva Delhi.

Dos limones.

Cien gramos de Antonia.

Una pierna de Juliana.

70 años de fracasos.

Néstor, una vez fuera del cajón, será borrosamente fotografiado en una playa de las islas Seychelles. Seguiremos echando de menos un PBI entero. La Cámpora, narcomapuches musulmanes y Vatayón Militante harán uso al fin de las armas del Renar. Peronistas peludos vigilarán argentinos caucásicos de bien por tarjeta SUBE.

En campaña, CFK anunciará Guillotina para Todos.

La cabeza de Juliana amanecerá sobre una pica.

Bonadío buscará las bóvedas en el Cosmos.

Pausa (espacio para publicidad).

Movilero de TN en el espacio.

Plano largo sobre la superficie fría de la luna. Suena el bellísimo y aun más triste adagietto de la Quinta Sinfonía de Mahler, el de Muerte en Venecia (versión dirigida por Leonard Bernstein acá)

La huella de Neil Armstrong ya no está.

Daisy, Daisy, canta un maniquí-androide, programado con las pocas sinapsis cerebrales que se pudieron obtener de Mauricio Macri. Canta, tieso maniquí. Canta desde el lado oscuro de la moon.