Hora de los bifes. Con buenas razones se le teme al satanerío virtual que el macrismo tan bien supo trabajar junto con las corporaciones. ¿El kirchnerismo o el espacio ampliado que pueda competir está en bolas en esa y otras materias? Mitos y desafíos.

Introducción pediátrica para imberbes, eventuales milennials: el  título de esta nota hace referencia (irónica, nene) a una frase que suena apenas se abre el tema Peluca telefónica, hermoso y divertido, cantado por el Flaco Spinetta, Charly y Pedro Aznar. Que si no lo escucharon nunca, bebés, me lo escuchan ya. ¿Entendido?

La introducción, ahora que lo pensamos, no es joda. Porque del “segmento” milennials se habló, entre mil cosas, en las jornadas sobre tecnopolítica en las que se inspira y roba este texto. Se habló de milennials, de centennials, de la generación X, de boomers (generación del baby-boom) o veteranos mal. De si es cierto que con un lindo grupo de trolls, siete de guasap y un poquito de manejo de redes se ganan elecciones. Se discutió cierto alerta tácito: las encuestas están dando un empate virtual entre macrismo versus kirchnerismo/ “unidad peronista” en veremos. Sin embargo la posible victoria contra Macri está condicionada o puesta en riesgo por dos asuntos convergentes: quienes quieran ganarle a Macri necesitan recrear algún tipo de discurso o identidad más o menos novedoso y potente. Deben además aprender algo que el macrismo supo manejar con alta eficiencia –la tecnopolítica- hasta que la tecnopolítica fue puesta en jaque por la realidad.

“Tecnopolítica, Redes Sociales y de Poder” fue el nombre casi completo de la jornada que tuvo como panelistas al sociólogo/ comunicólogo y periodista Daniel Rosso; al director de la consultora Knack, Gerardo Adrogué; al multifácético tecno Alfredo Negro Moreno, también delegado de ARSAT, y al ex ministro Carlos Tomada, en cuya introducción más o menos dijo –risotadas del público- que ya maneja unos cuantos grupos de whatsapp. Algunos sabían en la previa que las jornadas servirían para fingir una confrontación entre los modos re modernos de enfrentar campañas políticas (pongamos que macrismo o la última que intentó  CFK con asesor catalán que acaba de mudarse a los dineros de Sergio Massa) versus los toscos estilos nacionales y populares, donde sólo se oyen bombos y a veces “Perón”. Repetimos la expresión: fingir una confrontación. El que escribe tenía semejante exclusiva gracias a su hermano (el Coco) que dicho sea de paso fue el presentador del cuarteto, bajo perfil, bien por tal hermano.

Dijo o dio a entender Tomada en su intro chistosa, parte seria: no tenemos los medios, los recursos, las destrezas, el saber del macrismo en el manejo de lo tecno ni tampoco los medios hegemónicos a favor. Pero contamos con la ventaja de que sí creemos en la participación popular. No nos sucede tampoco –dijo el ministro de Trabajo más largo de la historia- lo que al macrismo, que entiende al Otro como un problema, un motivo de conflicto y al conflicto como algo patológico que debe ser eliminado, a veces usando… la tecnopolítica.

S.O.S. Océano virtual

Alfredo Moreno reconoció de movida que la cuestión del mundo de las (¿todavía nuevas?) tecnologías llegan generosas en contradicciones para quienes quieren entenderlas y “usarlas” viniendo de militancias Nack & Pop o zurditas. Se puso de pie como buen docente para exponer y abrió paso a un temible power-point para referirse a “la potencia de las multitudes conectadas”.

La típica de los datos duros imponentes. En Argentina existen 34 millones de internautas y 30 millones de usuarios de celulares (el 70%, smartphones). Se sabe: en esos mundos (donde las Corporaciones Horribles y Otros Villanos saben todo de nosotros) se comunican muchas irrelevancias, se postean gatos y seres de luz, pero también se constituyen identidades, que pueden ser difusamente políticas. O intensamente. Allí trabaja la política, tecno, cuando tiene con qué, con los resultados que sean. De esos mundos emergen “activistas” que –aclaró Moreno- no son necesariamente “militantes”. Pero ahí están.

Dijo el expositor que Argentina es segunda a nivel regional en términos de interconectividad. Dijo que a través de esa interconectividad surgen modos de participación, de eventual vigilancia crítica o buchona (al vecino, sin ir más lejos) o de demandas de transparencia. A diferencia de los abuelitos piolas de Socompa, dijo Moreno que los milennials son tan giles que dependen del celular para todo en sus vidas y que lo que no puedan hacer por celular no lo hacen. Dijo (estamos hablando medio en joda, se entiende) que tales criaturitas ven Facebook como una cosa de antiguos hippies y que si en Instagram un niño inadaptado manda un texto de cuatro líneas en lugar de una foto pedorra no será registrado por nadiessss.

Todo eso suena horrible para los abuelos que veíamos a Mirta Tundis en TN. Sin embargo Moreno tuvo el arrojo de decir: ojo, la tecnopolítica puede ser una herramienta/ espacio de organización, un espacio de organización de usuarios, quien te dice de militancia, siempre que sepas trabajar los contenidos (y acá comienzan los problemas). El compañero tiró un dato del tipo agarrate, Catalina: cuando el actual Gobierno obligó a un millón y medio de tipxs a dejar de usar el celu con tarjeta que los dejaba en un lugar más o menos anónimo, lo hizo más que seguramente para incorporarlos a su trabajo tecnopolítico.

Todo esto está muy (¿mal?) sintetizado pero anotamos que también dijo el primer expositor: atentos, boxes, a la micropolítica que puebla esos mundos no tan virtuales y que tan mal manejamos los del sucio trapo rojo. Hay que militar entonces en la micropolítica.

Militar en microcomunicación, microideas, microhechos, microeventos, microacciones… y así hasta contar hasta diez “limitaciones” propias a enfrentar.

Ah, bueno.

Estamos en bolas.

Obama corazón, acá tenés los pibes…

A Gerardo Adrogué no le alcanzó el tiempo, entre otras cosas, según dijo, por sus propios chistes, que fueron buenos. A tal punto no le alcanzó el tiempo que Adrogué (uno que te llena la cara de maestrías, consultor riguroso y crítico de todo lo que huela a lugar común) optó por “tirar titulares”. O disparadores críticos sobre cosas que se dan como que-son-así-como-te-digo. Ahí vino en parte lo que prometía la discusión: fingir una oposición entre mirada posmo (tecno) de la política o las campañas y mirada “Te quedaste en el 45”. Pero no fue por Nack & Pop que Adrogué cuestionó ciertos mitos de la tecnopolítica sino por pensamiento y experiencia propia, o pragmatismo, si es que esto no ofende a Adrogué y/o a los amables lectores.

Obama 2008 o la Revolución Blanca, disparó Adrogué y ahí vamos. Ohhhhh, dio a entender. Uhhhhh. ¡La Revolución Blanca! ¡La Revolución 2.0! La campaña y victoria de Obama fue presentada en su momento puramente (traducimos acá el estilo y dichos del expositor) como un triunfo del primer uso (y bondadoso) de las redes en una campaña electoral, la recaudación vía voluntarios, gente divina y progre colaborando. Todo, con la Revolución Blanca, fue radical, igualitario, horizontal, desjerarquizante. Así como –dijo Adrogué- inicialmente Twitter representó desde hoy y para siempre “el fin de la mediación política”. Todo con Obama 2.0 fue mejor, como con Coca-Cola para los boomers.

Pero de pronto…

¡Trump! ¡Revolución Negra!

Trump 2016. Me cago en la hostia. Revolución Negra o 3.0. Palabra clave: fake news. Son las fake news omnipotentes, plaga bíblica, triunfo del Mal. Trump. Todo Negativo. Manipulación, los grandes monopolios del mundo tecno operando a su favor, presuntamente.

Advirtió Adrogué otra vez que no le daba el tiempo porque hacía chistes y entonces disparó con Bolsonaro. Con el uso perverso y sistemático del uasap en su campaña. Con las intromisiones y operaciones espantosas de Cambridge Analityca (que en Argentina también se consiguen). O el otro uso perverso y sistemático del Big Data y el data mining. La idea de que el Enemigo Cósmico tiene un registro total, aterrador, de la vida virtual (cosa que, fuera del otro registro irónico que estamos usando, nos aterra de verdad). Herramientas titánicas que –ahora sí citamos literalmente los verbos empleados por el panelista- le permiten al Mal comprender, vigilar y someter (más que Foucault, oferta exclusiva).

Lo que dio a entender con su intervención entre seria y sarcástica es que los Malos también pueden vender humo. Que es posible que no sean para tanto ni el Big Data, ni Cambridge Analytica, ni el data mining. Dijo: estos tipos te venden que son capaces de crear entre 70 y 120 grupos más o menos identitarios para –justamente- minarlos políticamente. Incluido un grupo de mierda al que estos sabios llaman waste (basura). Los tipos –los Malos- venden que son capaces de llegar selectivamente a esos 70 a 120 grupos sociales, hacerles el bocho, hacerles escuchar lo que quieren escuchar.

¿Y si no es tan así?, preguntó Adrogué y uno quedó patititieso. Cierto: ¿y si no es tan así?

Le tocó el turno entonces a otro mito de época. La explotación de lo emocional (mito o realidad Durán Barba) por encima de lo argumentativo (en este punto los lectores ya pueden o más bien deben leer la nota de Daniel Rosso, el tercer panelista, ya publicada en Socompa). Miedo, odio. Vamos que ganamos con las emociones. ¿Cuál es la novedad?, preguntó Adrogué. “Goebbels reloaded”.

Más de una vez (demasiadas) el que escribe redactó: bueno, no rompan tanto con el Grupo Clarín, compañeros, y queridos colegas/amigos de 6,7,8 porque Cristina ganó con el 50 y pico por ciento contra el Grupo. Clarín no es el mundo-todo y su complejidad, digamos. Algo parecido dijo Adrogué: ¿cómo es que todo este satanerío virtual o tecnopolítico no impide que CFK pelee cabeza a cabeza con Macri?

Crítica entonces a la híper entronización de la tecnopolítica enemiga como imbatible. Ejemplo: contra las bondades blancas de la campaña modélica de Obama, la brecha digital, que sigue vigente. No todos, todavía, acceden igualitariamente a lo digital y muchos de los que acceden –viejos, pobres- lo hacen con calidades de uso opinables. ¿”Activismo virtual”? Sí, pero con la tendencia a intervenciones autorreferenciales y efímeras, individuales. Siendo que lo que se juega, o a lo que se apuesta, dijo más o menos Adrogué, tiende a lo colectivo, más vale militante que “activista”.

Otro ejemplo: Trump/ Revolución Negra. Los grandes monopolios de lo virtual vistos como enemigos invencibles. Lo que hizo entonces el expositor fue pelar y agitar un viejo librito de Lenin (risas del público, no era el Qué Hacer, si acaso Imperialismo, etapa superior del capitalismo, 1916) y leyó unos cachos referidos a los monopolios de prensa, como quien reitera: nada buenos bajo el sol. En ese momento el que escribe y tomaba notas puso cara de duda, de más o menos. Adrogué lo noto y aclaró: bueno, estamos estilizando (forzando, como quien dice, los argumentos). Luego deslizó el consultor que puede que los bebés milennials a los que se aludió al principio se pasen, sí, 4 o 5 horas diarias dándole y dándole al celu. También puede que el resto del día sean personas.

¿Microtargeting de los horribles apelando al miedo?, preguntó el ponente. Ya lo dijo Maquiavelo hace quichicientos años y la vida sigue.

En síntesis, okey a todo, 2.0 o 3.0. Pero todo eso compite contra la vida social, su complejidad, contra valores, experiencias, esperanzas, realidades. Fue entonces, y no donde anotó el que escribe, que Adrogué preguntó: ¿y entonces cómo se explica que a CFK no le vaya tan mal en las encuestas?

Más que ciencias duras

La nota de Daniel Rosso a la que ya se aludió solo es un extracto de su intervención. Hay varias partes embromadas e interesantes de lo que dijo que no están en ese texto por culpa de las instrucciones enviadas al autor por el que escribe. Una primera embromadez es el riesgo de reducir la política y la tecnopolítica a las ciencias duras. Ese riesgo incluiría el subriesgo de quedarse en el uso del uasap para empardarle o ganarle al macrismo en ese terreno, o quedarse con todos los fierros virtuales, pero sin hacer política en serio. O sin discurso. O con un discurso berreta.

Desafíos, entonces, traduciendo y sintetizando (¿mal?) a Rosso y los demás para quien pretenda ganarle al macrismo y, de ganarle, para ser mejor. ¿Qué vamos a hacer con el uasap o el fierrito que sea? ¿Repetir puras negatividades agresivas del tipo Macri, pelandrún, vos sos la dictadura? ¿O construir algo nuevo, positivo? ¿No será que hay que articular de manera en lo posible convergente todas las baterías, uasap, Instagram, Facebook, territorio, construcción política, caritas mejores de la política y de la sociedad toda, discursos nuevos? ¿Qué discurso existe desde la oposición para hablar de corrupción o de inseguridad?

En las próximas elecciones, dijo Rosso, seguramente va a haber un sujeto político ampliado desafiando al macrismo. ¿Qué discurso va a tener ese sujeto político? ¿Cómo va a pelearla con los medios? ¿Desde qué identidad? ¿Qué uasap?

Antes de que comenzaran las intervenciones el que escribe recibió un chisme. Cristina –esto lo están diciendo unos cuantos- está escuchando más… pero quizá a su modo. Máximo Kirchner recibió hace unos días a un equipo de comunicación que acaso dé una mano en la campaña (el catalán se fue, ya dijimos). La experiencia kirchnerista en la materia en sus años de gobierno tiene cantidad de puntos oscuros, hasta horribles. Bastante ignorancia, mucha tosquedad y prepotencia.

La segunda parte del chisme es que este equipo de comunicación dice que CFK necesita imperiosamente bajar su techo de imagen negativa. Pongamos que del 53% al 47 o 48. Hay detectados grupos/ identidades sociales en los que se debería trabajar para lograr esa meta. La pregunta es si ese trabajo se hará y si se hará bien, con qué discurso, con qué calidad profesional (¿o no respetamos las sapiencias luciferianas de Durán Barba?), con qué capacidad de escucha y de interpelación.

Vamos a ver, dijo un ciego, y ojalá no tropiece en la tranquera.