El debate no termina: después de las notas de Eduardo Blaustein, Daniel Riera y Pablo Alabarces, baja al ruedo Daniel Cecchini para decir lo suyo sobre masturbación política e intolerancia en las redes sociales.
Vengo disfrutando de la/el ¿polémica, debate, intercambio de ideas? sobre lo que se podría llamar intolerancia en las redes, que encontró su espacio en Socompa a partir de una nota del amigo Eduardo Blaustein, la respuesta de Daniel Riera y la terciada (no me refiero a la madera sino que intento un mal neologismo del verbo terciar) de Pablo Alabarces.
Tengo muchas razones para disfrutarla/lo, no sólo por la calidad de los aportes y de los textos, sino también por otras razones.
Una de ellas –en la que ya incurrió Blaus (así llamamos cariñosamente a Blaustein) en su artículo – es de autobombo socompero. Porque a Socompa la/lo pensamos desde el principio como un espacio plural de buen periodismo –es decir, nada que ver con esos dos engendros llamados “periodismo independiente” y “periodismo militante” –, cooperativo además, donde no se censuran ideas y se deja en claro desde dónde se escribe. Y si me apuran con ese “desde dónde” escribimos no tengo que pensar para contestar: colectivamente, desde una posición antineoliberal; personalmente, desde dónde a cada uno de nosotros se nos canta. En todo caso, si bien estamos unidos por el amor a este oficio, mucho más nos une el espanto frente a lo que está pasando en la Argentina.
(Breve interrupción para ilustrar la pluralidad de Socompa, o la revelación de un misterio fundacional: fui convocado desde el principio para armar esto que por entonces no tenía nombre y quien me llamó fue precisamente Blaustein. Nos conocíamos de otra redacción donde –si bien nos tratábamos con afecto y respeto – discutimos fiero, tanto por desacuerdos políticos como por el funcionamiento del medio donde trabajábamos. Y hoy estamos acá, quizás con otros desacuerdos políticos, pero tirando juntos para hacer Socompa, aunque en su artículo me haya llamado, cariñosamente y sin nombrarme: “enemigo interno”).
La paja no es trigo
Dicho esto, vamos a los bifes; es decir, a la intolerancia puteadora en las redes entre gente que, a fin de cuentas, está del mismo lado, aunque más no sea porque le espanta lo que están haciendo con el país desde el otro.
Si tomamos como modelo el feisbuc, lo primero que hay que ver es entre quiénes se discute. Los usuarios se conectan a través de solicitudes de amistad, lo cual hace que los contactos, como se los llama, sean gente que tiene algunas afinidades.
En mi caso concreto, el universo de contactos está compuesto por una enorme mayoría de kirchneristas –aunque no lo soy ni lo quiero ser -, de radicales progres –vade retro, Satanás -, liberales de izquierda –una especie ancestral casi extinguida-, militantes o simpatizantes de todo el abanico de partidos que son o quieren formar parte de la izquierda parlamentaria –un picnic freudiano para ilustrar el narcisismo de las pequeñas diferencias -, viejos compañeros militantes de los 70 –viejos perros como yo, viejos montos, viejos de otras organizaciones revolucionarias o de la tendencia peronista, viejos… – que siguen pensando y haciendo política, peronistas buena gente que no son K y, claro, periodistas –dios nos cría y nosotros nos juntamos, aunque sea para espiar qué dice el otro -, familiares, compañeros de colegio y amigos de la vida. En fin, casi toda “gente como uno” en términos políticos si se tiene en cuenta quién encarna hoy el enemigo.
¿Discutimos o no, that is the question?
Como la inmensa mayoría de mis contactos es más o menos kirchnerista, voy a por los intercambios virtuales que tengo con ellos. O, mejor dicho, a sus respuestas a algunos de mis posteos –amigable o provocadoramente – críticos del kirchnerismo. Por si hace falta aclararlo, no son los únicos que me insultan, que cobro por todas las ventanillas.
Ejemplos de comentarios al pie de posteo: le estás haciendo el juego a la derecha / trosco incurable / vos sos de los que nos hicieron perder con el voto en blanco / purista soberbio / al final favorecés al macrismo / seguro que votaste a Macri / no sabés distinguir al enemigo / lo que pasa es culpa de tipos como vos / siguen las firmas.
Conclusión sanmartiniano-kirchnerista-feisbuquera: “Serás kirchnerista o no serás nada”. Y si la forzamos: “Serás kirchnerista o serás el enemigo”.
Conclusión ruggierista-kirchnerista-feisbuquera: “Esas cosas no se discuten públicamente porque favorecen a la derecha”, lo que traducido sería: “los problemas los arreglamos en el vestuario”.
Conclusión coelhista-kirchnerista-feisbuquera: “No hay que tirar mala onda, no es momento de discutir diferencias, porque desanima”, lo que traducido sería: “Loco, armemos un grupo de autoayuda para soportar la derrota, tenemos que darnos ánimo que así vamos a volver”.
¡Ajá! No hay que discutir ni cuestionar (salvo al enemigo), lo que importa en este momento es estar todos juntos… detrás de lo que yo pienso, que es lo que pensaron Néstor y Cristina (Y también Perón… y no te olvidés de Marx, que empezó a pensar mejor después de haber leído los discursos del General).
En fin, ¡Viva la paja virtual, colectiva y conducida!
Y entonces, ¿cómo construimos?
La lucha política se da en la calle, no en las redes. Y ahí, en la calle, estoy seguro de que, frente a los gases, las balas de goma y las de plomo –que ya empezaron, pero que se van a multiplicar a medida que se profundice este ajuste imposible sin una consecuente represión que lo sostenga -, los que se putean en las redes se ayudan, se protegen, pelean solidariamente juntos. Se lo llama unidad en la acción.
Pero no hay unidad en la acción que tenga futuro sin discusión política entre pares, entre los que estamos del mismo lado, entre los que enfrentamos a este modelo. Sin una discusión política fuerte, despojada en lo posible de una emocionalidad autogratificante que opera como obstáculo epistemológico para la construcción de algo nuevo, no hay posibilidad de lograr una unidad crítica que fortalezca al campo popular.
Las redes, eso sí, son un ámbito más –aunque no el más eficaz – para llevar adelante esa discusión: abierta, horizontal, democrática y constructora de una nueva subjetividad política.
Me parece que las diferencias dentro del campo popular tienen que ser discutidas, no negadas ni descalificadas.
La descalificación, la puteada, la no aceptación de la crítica, la repetición pelotuda de “verdades reveladas” no aportan nada. Al contrario, destruyen.
Y para terminar:
Poneme “me gusta”, dale… O andate a la mierda.