Estamos, como decía Alfonsín hacia 1984, ahogados por una deuda externa que virtualmente impide desplegar políticas de gobierno en su plenitud. Con algo de Alfonsín, el Presidente apuesta al arte de la persuasión. ¿Alcanzará?
Estoy persuadido. Raúl Alfonsín, según cuándo.
Las viejas leyendas dicen que Raúl Alfonsín fue el más peronista de los radicales y Antonio Cafiero el más radical de los peronistas. No la Historia, sino los próximos tiempos relativamente cercanos, tirando a imperiosos, dirán si Alberto Fernández podrá ocupar un lugar de poder y de sanación social imprecisamente ublicable entre el primer Alfonsín, el Cafiero de los 80, el kirchnerismo y el progresismo. Si una cosa era saber que el gobierno de Mauricio Macri iba a ser jodido y devastador y otra cosa fue padecerlo, con el de Alberto sucede algo parecido: sabíamos que iba a ser complicadísmo remontar el desastre, en muy buena medida y justamente por lo que denunciaba Alfonsín acerca de las deudas externas de los países latinoamericanos, esas que asfixiaban las nacientes democracias hasta hacerlas virtualmente imposibles. Nadie sabe -nadie- cómo evolucionará la negociación de las deudas argentinas. Por ahora, los tahúres miran las cartas y se gruñen con ademanes correctos. Hoy por hoy, una de las cartas políticas que intenta jugar el Presidente es la negociación y el diálogo con todos, más blando, más duro, según pinte el día. Carta que juega en la interna peronista, en el Congreso y con los acreedores. Alrededor de Alberto dicen que cuando hay bolonqui junta a las partes y las pone de acuerdo y que cuando el bolonqui es mucho ahí le asoma un tono más cabrón. Como Alfonsín (“de quien aprendí mucho”). Como Alfonsín, la carta de Alberto tiene que ver con el verbo persuadir, que viene del latín estoy persuadido. ¿Le alcanzará?
Retóricas de Alberto que giran en torno al diálogo y al verbo persuadir. Al contrario que Alfonsín dice que no propone refundar nada, lo que lo emparentaría con el Kirchner que solo apostaba a construir “un país normal”. Dijo en campaña y reiteró que no quiere ser un gran presidente sino el presidente de una argentina grande, con la que San Martín soñó. Repite que no quiere ismos, que no quiere ni requiere albertismo. Sigue usando la figura de “le tengo mucho cariño, respeto, estima” a cada Fulano por el que le preguntan. En su madurez, el profeta Nostradamus auguró que los medios conservadores jugarían a dividir al peronismo, a enfrentar a CFK con Alberto, incluso antes de que asumiera el segundo. Eso fue más o menos en el año 1559. Nostradamus -como Fabio Zerpa- tenía razón. De modo que cada dos por tres Alberto sale a decir que es un lujo tener a Cristina a su lado, incluso cuando desde Cuba Cristina endureció su discurso de cara a las responsabilidades del FMI en el endeudamiento pavoroso que tan bien gestionó el Hombre Reposera.
Mientras tanto el tiempo pasa, dos meses y piquito, y nos agarra el miedito. ¿Podrá Alberto? ¿Quiere? ¿Tiene plan económico? ¿Tiene huevos? Si hasta Roberto Navarro escribe que el aumento de las jubilaciones sabe a poco y que el gobierno de AF reparte miseria… aunque aclara que se trata de la miseria que dejó Macri. En los dos meses y piquito de gobierno se hizo bien en atacar primero las emergencias, el hambre entre ellas; congelar tarifas; afinar beneficios sociales. Algún consenso (¿Alfonsín? Mejor llamarlo Alberto) o clima de época o prioridad de agenda pudo instalar Alberto. Pero presionado a múltiples bandas -y por ahora la cosa viene relativamente civilizada desde los gremios y movimientos sociales- llega el día de actualizar jubilaciones y… sí, surgen las dudas. Entonces la izquierda grita al aire que la crisis la paguen los capitalistas, la ¿izquierda? kirchnerista pide que la deuda la paguen los acreedores y los medios conservadores entran en modo orgasmo cuando los acreedores aprietan, hacen de hinchada de los más horribles. Y se crea la sensación de un peligro de debilitamiento del gobierno. O se agitan las internas declaradas por irresponsables como Sergio Berni, macho alfa de la seguridad y “soldado de Cristina” al que la vicepresidenta haría bien en callar. Alguna vez, cuando se produjo una tragedia por aluviones en Tartagal, quien escribe supo algo del carácter de Berni. El soldado, el medio que Boina Verde, el médico, el tipo que no hay duda de que se levanta con el toque de diana y se va a la cama diez minutos antes de que toque la diana, laburador, sí, canchereando en el manejo de un vehículo a 200 por hora en las curvas. Un Tom Cruise de la asistencia social y -nunca sabremos mediante qué formación- a cargo luego de las políticas de seguridad, las nacionales con CFK, las bonaersenses con Kicillof. Berni, un tipo que según dicen se declaró de derecha.
El botón de pausa
Alberto, en tanto, santa paciencia. Curiosamente ubicado en ese tema -políticas de seguridad no demagogas ni punitivistas al pedo- a la izquierda de Berni, impuesto por CFK. El problema no es gravísisimo, pero desdibuja la identidad que AF quiere darle a su gobierno. El problema es que las internas hagan perder consistencia política al oficialismo. Se pone en evidencia, dicho sea de paso, que en las muy comprensibles urgencias en el armado del Frente de Todes no hubo tiempo de madurar equipos de gestión, elegir cuadros de segunda línea, afinar políticas.
Pero cómo afinar políticas y con qué recursos, cómo anunciar con trompetas EL plan económico, el Gran Plan Económico, si no hay recursos o si los recursos potenciales dependerán de la guita que quede una vez que se negocie la deuda externa. Pasó el primer mes, pasó el segundo, hay cosas que se hicieron y se están haciendo bien y se comunican mal o se subcomunican (los beneficios importantes que reciben los jubilados por fuera del ajuste de sus ingresos, por ejemplo). El riesgo es que da la sensación de que hasta que no se salga de la negociación por la deuda (¿fines de marzo? ¿Fines de abril?), el gobierno aparece como impotente para dar más, como freezado en el tiempo, con una sociedad por ahora expectante que en cualquier momento sale a decir no sé lo que quiero, pero lo quiero ya.
No está alcanzando la comunicación oficial ni los voceros para imponer lo que se está haciendo bien, que viene a ser para el otro lado en relación al macrismo (con la reiterada ausencia de propuestas alternativas al modelo extractivista). Como es de tradición, es arduo permear “las buenas noticias” en los medios hegemónicos. El plan contra el hambre, la tarjeta alimentaria, la baja de tasas, la presión ¿relativa? para que los bancos dejen de llevársela con pala, el cuidado de las Pymes, los medicamentos gratis, el retorno de los planes de vacunación.
Mediante el arte de persuadir o chamuyar y en alguna medida merced a las internas de lo que queda hoy de Juntos por el Cambio el clima parlamentario es más saludable tanto en tiempos macristas como cristinistas. Martín Guzmán -un ministro de Economía inusual, sereno, formado, simpático por lo que tiene de friki- va al Congreso y nadie grita, aunque parte de la oposición luego de poner cara amable salga a mezquinar. Se robustece en alguna medida el gobierno mediante ese activismo político de cara a la negociación de la deuda, tal como sucedió con la gira presidencial en Europa. Cuánto durarán los buenos modales en el parlamento, no se sabe, pero seguramente no mucho tiempo más. Alberto intenta al mismo tiempo -sin decir la palabra épica que solo reservó para la lucha contra el hambre- generar una pedagogía política y social en torno de la deuda, como quien alista a la tropa de cara a eventuales combates dificilísimos. Está bien, debe hacerlo. La pregunta es si el arte de persuadir alcanza contra los malos malísimos: fondos de inversión, FMI, buitres, macrismo puro y duro, los medios conservadores que se dedican por inercia y gozosos a sembrar nuevas minas explosivas.
Se puede preguntar (desde el kirchnerismo explícito al menos) si ante estas dudas lo que se necesita es un nuevo macho alfa, un duro, un Néstor, un Chávez, un Evo, Cristina. Ante esas opciones el que escribe siempre piensa que no hay sociedad para bancar esas radicalizaciones presuntas o posibles y sí factores de poder muy bien parados en la cancha. Todos grandotes de un metro noventa armados con misiles. Podrá preguntarse si Persuadeitor es un buen peronista con esto de, en lo posible, poner buena cara y andar por lo general vestido de etiqueta. Si es por el peronómetro, al que escribe eso lo tiene sin cuidado, habiendo tantos (tantos modos contradictorios de medir el índice de peronismo en sangre), algunos de ellos horribles.
En la espera complicada de las negociaciones por la deuda -eso que nos tiene como en pausa- urge que los sectores que componen el Frente de Todes sean buenitos. Y siendo que hasta hoy no circuló ni una pieza publicitaria oficial en los medios -entre otras cosas y solo quizás porque se supone que AF no cree en eso ni en los programas políticos en la televisión pública-, y siendo que tampoco se usó la cadena nacional y sí las muchas entrevistas periodísticas al Presidente, el presi deberá estudiar y resolver el dilema de cómo comunicar más y mejor lo que se está haciendo bien mientras pasamos parte del tiempo en el freezer, aguantando los trapos.
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