Las derechas continentales se encuentran patrocinadas principalmente por diferentes fundaciones y ONG que responden al lineamiento de los Estados Unidos para la región. Cualquier profundización de la supuesta “grieta” lleva indefectiblemente a plantear soluciones antidemocráticas amparándose justamente en su seudo democratismo. El caso del macrismo.
Tras la derrota en las últimas elecciones presidenciales, la alianza Cambiemos (hoy Juntos por el cambio) expresó públicamente que pasaba a ser una oposición racional, democrática y constructiva. Habiendo pasado poco más de un mes de haber asumido el nuevo gobierno la sensación es que lo antedicho no se condice con la realidad. Una opción política que se sostiene en la ideología de la “grieta” es muy poco probable que pueda hacerlo.
A lo largo de 4 años de gobierno, el macrismo llevo a cabo diferentes iniciativas para plasmar acontecimientos de dudosa legalidad, los emprendió como complementos de una fuerte propaganda mediática que los justificaba y promocionaba como soluciones inefables. Hoy, con el cambio de gobierno, en su lugar de oposición se rehúsa a que todos esos actos puedan ser revisados e incluso abolidos por demostrarse lo contrario. Lawfare, persecución judicial a opositores, endeudamiento público superlativo, doctrina Chocobar, pericias de Gendarmería en caso Nisman son algunos de los ítems que no debieran ser revisados ya que para la actual oposición ello representaría una transgresión al supuesto republicanismo que escinde a los tres poderes.
Así irrumpe un fundamentalismo que adhiere a algo que más allá de cualquier demostración se supone como verdad y así se intenta convalidar. Existe una parte de la realidad que aunque pudiera ser irreal se la afirma como un dogma.
Antes
Latinoamérica padeció a lo largo de gran parte del Siglo XX las dictaduras más sangrientas. Civiles y militares autóctonos patrocinados principalmente por los Estados Unidos se adueñaban de la suma del poder para llevar adelante grandes saqueos económicos en la mayor reserva de recursos naturales del planeta y evitar mediante la represión directa cualquier intento emancipatorio.
Cambió la táctica de dominación y lo que fueron impulsando a partir de la anteúltima década del pasado siglo fueron los regímenes democráticos que en última instancia son el resultado de la derrota de los movimientos populares durante los ’70.
Ahora
A diferencia de los regímenes democráticos tanto de Europa como de los Estados Unidos, pareciera que en Latinoamérica no tuviesen estabilidad y que están librados a que determinadas fuerzas políticas sean capaces de transgredirlos fácilmente y poner en riesgo la institucionalidad.
El problema es que más allá de los posibles déficits la pretensión de las derechas regionales, alineadas con los Estados Unidos, es que a todo lo que vaya políticamente hablando de manera contraria a los intereses económicos y geopolíticos de la potencia del norte, se le encuentre alguna falla institucional para permitirse la denuncia, la oposición falaz y en última instancia el sabotaje abierto y destituyente. Se hablará de corrupción, de los riesgos que corre la república, de la independencia de poderes pero eso siempre serán acusaciones que encubren una encarnizada lucha política que disfrazada de formalismos intentan sojuzgar al oponente en una tensión casi siempre asimétrica.
El peligro
Hoy las derechas continentales se encuentran patrocinadas principalmente por diferentes fundaciones y ONG que responden al lineamiento de los Estados Unidos para la región. Cualquier profundización de la supuesta “grieta” lleva indefectiblemente a plantear soluciones antidemocráticas amparándose justamente en su seudo democratismo.
La oposición venezolana con Juan Guaidó a la cabeza en nombre de la “libertad” conlleva acciones violentas y golpistas que nadie reconoce como tal. El ejemplo reciente del golpe cívico militar en Bolivia confirma que una derecha violenta como la que encabeza el cruceño Luis Fernando Camacho justifica sus acciones a partir de razonamientos que en última instancia son falaces.
Aparentemente hoy en la Argentina no existe ese riesgo, pero cuando se percibe que las voces cantantes de la oposición pasan a ser la ex ministra de seguridad Patricia Bullrich o Miguel Ángel Pichetto, con una fuerte tradición en la derecha peronista, se pueden escuchar voces belicosas dispuestas a impedir cualquier cambio posible que permita mejorar la situación del país en general y de los sectores populares en particular.
Una voz que tampoco hay que descuidar es la de los famosos trolls que inundan las redes sociales con verdaderas proclamas de guerra.
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