En tiempos de campaña electoral, una mesa amable en un programa amable de un canal amable se partió con una grieta al medio. O como el básico sentido común de la mujer de Claudio Caniggia derrumbó por un instante el marketing de Durán Barba.
Pasan cosas raras, diría el humorista argentino contemporáneo Adrián Stoppelman. Todo tiene que ver con todo, lo apuntalaría desde el fondo de los tiempos del lugar común el pensador argentino (casi) contemporáneo Pancho Ibañez. Si se le hace caso a Nietzche en eso de que el conocimiento es como la chispa que surge del entrechocar de dos espadas, los dos tienen razón. Y la Razón – tan bien pintada y dibujada por artistas célebres – hoy se encarna en el cuerpo y la palabra de Mariana Nannis.
Se sabe –por designio del demiurgo ecuatoriano Jaime Durán Barba – que de economía no se habla. Seguramente por eso, en el amable ámbito de PH, Podemos hablar, el programa de Andy Kusnetzoff por Telefé, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich (alguna vez alias Pato), se largó a hablar del narcotráfico. Del narcotráfico alla Cambiemos, o sea de los perejiles que venden marihuana, talco mezclado o paco en las esquinas antes de que la cana les caiga inevitablemente encima para cumplir con la cuota de pobres diablos delincuentes.
(Paréntesis: a nadie se le ocurre pensar y mucho menos plantear que esos perejiles están trabajando. Si les conviniera, para los simplificadores de Cambiemos esta sería una ecuación de cabecera: el capitalismo construye, empobreciendo, sus propios márgenes de desposeídos para tener mano de obra barata; en el caso del capitalismo financiero globalizado, esto se agudiza, no hay siquiera lugar para dar trabajo de hambre a los habitantes de los márgenes, pero sí habilita otros trabajos, y la venta al menudeo de droga es uno de ellos. Cuando no hay trabajo, eso es trabajo. Trabajo negro y en negro, cuestión de supervivencia).
La ex Pato – por suerte estética en este caso sin vestir el uniforme de fajina que nunca se animó a vestir cuando eso significaba jugarse la vida, sino vestida de negra funcionaria cambiemos normal – hablaba de eso en códigos de amable tertulia con los amables Martín Lousteau (fracción opo-oficialista de Cambiemos en la CABA), Carlos Chapa Retegui (mejor dedícate al hockey) y alguna comparsa, que nada iba a salirse del cauce. Menos que nadie Mariana, la mujer de Caniggia, la chica del caviar y el champagne.
Y la ex Pato se despachaba sobre los peligrosos narcos que venden droga a los 15 años cuando Mariana la interrumpió. “No pasa por un tema de narcotráfico, ¿sabés por qué pasa? Pasa porque un país se está cagando de hambre. La gente no tiene plata para comer”, le dijo, así nomás.
Se le tiraron todos encima, claro, pero amablemente, como corresponde entre gente como uno. “Tiene que ver con la educación”, intentó contradecirla Carlos Retegui (Chapa, mejor dedicate al hockey). “Tiene que ver con los sueldos. Tiene que ver con que te pagan muy poco. Vas con un carrito al supermercado y te gastás 300 euros. Y vas en Europa con 200 euros y te llevás un carrito enorme. Porque un queso brie te sale un dólar y acá un queso brie de repente te sale 10 dólares”, lo destruyó la Nannis, no en choripanes sino en dólares, euros y queso más o menos fino. Hay que joderse, con gente así no se puede.
“Cuando hablamos de perspectiva de futuro estamos hablando de todas esas cosas”, intentó salirle al cruce el pibe Lousteau con sus rulos y su discurso de soy diferente pero no tanto, que estoy con los blancos en este western. “Vos tampoco tenés problemas. ¿Sabés quiénes tienen problemas? Los que viven en la villa. Nosotros no tenemos problemas porque acá todos podemos comer. Pero hay gente que no puede comer y hay gente que no puede pagar la boleta de gas. Y esa gente tiene problemas. No vos, ni yo, ni todos nosotros”, lo mató la pseudo-rubia, ya ganadora en esa mesa pseudo. Se podría traducir: no te hagás el boludo sensible, que ni siquiera te creo yo.
Y a ninguno de sus interlocutores se le ocurrió descalificarla como negra-narco-corrupta-choriplanera. No, a Mariana no.
Lo demás se puede ver en el video.
Y el video, claro, se viralizó por las redes sociales, en los muros kirchneristas, en los medios militantes. Mariana Nannis se convirtió en Tania, la guerrillera del Che. A más de uno ya se le ocurrió subirla a la tarima – junto a desocupados, hanbrientos, agredidos y excluidos por el gobierno de Macri – del próximo acto de Cristina Fernández de Kirchner.
Es que a veces pasan cosas raras, que no son tan raras porque todo tiene que ver con todo.
Es decir: en tiempos de núcleos duros, de discursos cerrados, de grietas insalvables (porque son insalvables, se trata de la lucha de clases), Mariana Nannis –porque sí, porque se le ocurrió, porque jugó una vez más a ser la rubia provocadora desde otro lugar –puso en mediáticamente cuestión al discurso oficialista mucho más que cualquier otro acto político. No por la banalidad de su discurso, sino por el escenario y el público: con un bajo pero determinante porcentaje de indecisos, puso en disputa la boleta del voto pelotudo. O algo así.
Es la impronta neoliberal: el voto a voto de los indecisos en estas elecciones se disputa en el terreno de la banalidad.