Con Alejandro Rozitchner como ventrílocuo y la exégesis siempre desaforada de Carrió el presidente dijo todas las muletillas que lo hicieron célebre. La democracia te la debo.
Ocurrió un rato después del discurso grabado de Macri. Elisa Carrió habló en la Cámara Argentina de la Mediana Empresa, la competencia de la CGE que durante décadas gerenció el eternamente oficialista Osvaldo Cornide. Fiel a su estilo, la diputada no pasó desapercibida y advirtió: “Acá nos sacan como de la Casa de la Moneda en Chile”. La frase permite varias lecturas. Una, que la nueva vieja derecha argentina se equipara al único gobierno marxista electo por las urnas (analogía nada agradable para los hombres de negocios), que si se retiran será a los tiros, y, más grave, que Mauricio Macri es parangonable a Salvador Allende.
No está de más recordar que Allende pudo hablar por radio mientras se producía el bombardeo de la Moneda. Sobre todo, los pasajes finales, cuando se escuchó su voz con vida por última vez:
“Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse. Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.
Imaginemos una horda de caceroleros que rodean, dentro de sus posibilidades, la Casa Rosada, algo difícil por las rejas a la altura de la Pirámide de Mayo. Se exponen a la represión y, también, a un Macri que desde adentro inicia una alocución. ¿Alguien imagina que de su boca salga algo así como “El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse”? ¿Cuántas vidas precisaría el más limitado presidente argentino desde 1983 en elaborar una frase de la potencia de “mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”? Dicho esto, claro, con la salvedad de ser un hombre de derecha, y que Allende es un mártir de la izquierda. Ocurre que, de derecha o de izquierda, es lícito y exigible un nivel argumentativo, debajo del cual ya no se es ni conservador ni progresista, sino simplemente bruto. Por lo demás, Allende improvisó sus últimas palabras. El presidente argentino suele ser improvisado, pero no a la hora de los discursos. En la materia cuenta con la ayuda inestimable de Alejandro Rozitchner.
El hijo de un filósofo de fuste es el escriba de los discursos que los historiadores analizarán al momento de centrarse en los años de Cambiemos. A este ritmo, más que un historiador, quizás sea un argentinólogo como el encarnado por Tato Bores el que acometa esa tarea, dado que la subsistencia de la Argentina es dudosa de cara al futuro. Como sea, Rozitchner Jr. se asemeja más a Lionel Logue que a un profesional de la palabra escrita. Logue fue el terapeuta de Jorge VI, una relación inmortalizada en la película El discurso del rey.
El monarca tenía severos problemas de dicción por su tartamudez antes de acceder al trono y Logue lo ayudó a mejorar en el habla. La película recrea el discurso de Jorge VI por radio en el que anuncia que el Reino Unido entra en guerra con la Alemania de Hitler. Logue acompañó al rey a su alocución desde el Palacio de Buckingham, ayudando en sus inflexiones mientras leía el más decisivo mensaje de su reinado. A Macri lo mandan a leer textos de Rozitchner con el telepronter, en un mensaje grabado, emitido una hora más tarde de lo previsto y en el que denunció a la corrupción kirchnerista y la guerra comercial chino-americana como causantes de no haber podido salir del marasmo de 70 años de populismo y decadencia. Por supuesto, no faltaron las alusiones al desastre venezolano al que nos dirigíamos hasta diciembre de 2015. Para la historia queda esta frase: “Estos fueron los peores cinco meses de mi vida después de mi secuestro”. Tal el compromiso con el cargo: los 28 meses previos hubo infinidad de argentinos que no la pasaron tan mal, parece.
Volvamos un segundo a Carrió. Además de poner en un pie de igualdad a Cambiemos con la Unidad Popular, tuvo algunas palabras a considerar, en relación al helicóptero de De la Rúa que muchos desearían para Macri. Y se metió con el tótem mayor del radicalismo, ese partido aguachento que hace rato bajó las banderas socialdemócratas del injuriado: “El 2001 fue un golpe cívico de Alfonsín”. Como se sabe, Alfonsín no se puede defender y sus correligionarios podrían decir algo, aunque el comunicado de marras quizás tarde en llegar más que los tanques del general Alais.
Por cierto, el Gobierno le quiere cobrar retenciones al campo, algo sacrílego para Carrió. Incluso llegó a pronosticar que no se tocarían las alícuotas, lo que fue desmentido por la realidad. Su defenestrado Alfonsín se enfrentó a una rechifla de la Sociedad Rural que originó otro discurso, sin papeles, y que quedó en los anales. No hay Rozitchner (h) ni Durán Barba que puedan hilvanar algo siquiera parecido a “Tenga la seguridad de que hay una pasión argentina que me mueve”, mirando a los ojos al presidente de la Sociedad Rural, sin bajar la cabeza ante los silbidos. Acá, “pasaron cosas”. Y el autor del discurso opina por Twitter de esta forma: “Emocionante Mauricio hoy”, que hace pensar que sus diálogos en la Rosada son algo así como “Mí, Alejandro; tú, Mauricio”.
En resumen, el dúo conformado por los hijos de León y Franco le ofreció a la sociedad un discurso de paz, amor y buenas ondas para disfrazar un ajuste brutal. Las culpas, claro, corresponden a los 70 años previos de decadencia nacional. El destinatario de esa pieza en la que se reclaman sacrificios no es otro que el núcleo duro, ese capaz de correr por derecha al Gobierno. La unidad nacional, te la debo.
Quizás sea mejor no ahondar demasiado en el análisis del discurso respecto de Rozitchner el Menor, experto en dar talleres de optimismo (!). ¿No llega un punto en que uno se siente tocado en su amor propio de tener que escribir sobre estas cosas? ¿O ya se habrán superado los picos de la escala Lino Barañao de autoestima y no nos habremos dado cuenta? Al fin y al cabo, hay mucha tela para cortar, mientras ellos se dedican a recortar. Si por este lado se analiza, dentro de cierta modestia, la capacidad discursiva de Mauricio Macri, ¿qué queda para los estudiantes de cine, que ahora tienen reformulada la teoría del montaje gracias a María Eugenia Vidal?