Una noticia buena: la recuperación de la planta nucleoeléctrica cordobesa de Embalse por técnicos argentinos. Una pésima: la compra “llave en mano” de una central nuclear china de tecnología no probada. El Programa Nuclear Argentino, en el abismo.

En un país donde sólo la recesión impide los apagones masivos, esta es una noticia MUY buena: como antes lo hicieron otras dos centrales CANDU en Canadá y Corea la planta nucleoeléctrica cordobesa de Embalse fue laboriosamente “retubada” desde diciembre de 2015 hasta el 7 de septiembre pasado. Ahora empiezan, minuciosos, los testeos escalonados de la puesta en marcha. Embalse vuelve.

Estará entregando electricidad a la red en la segunda semana de noviembre, licenciada para hacerlo 25 años más a su nueva potencia nominal: 686 MW eléctricos netos. Es un 6% más que la que tenía cuando nueva, y alcanza para dar servicio a 3 millones de habitantes con un factor de disponibilidad anual previsto del 93%. Cuando se necesita, está ahí. Como debe ser la potencia “de base”.

En términos comparativos, la “utility” eléctrica cordobesa EPEC tiene 1853 MW instalados en 7 centrales hidráulicas y 8 térmicas, que están lejos de empardar la disponibilidad de la nucleoeléctrica a orillas del lago artificial de Río Tercero. ¿Funciona Córdoba sin Embalse? Desde los ’90, el cordobés de a pie pagó siempre caro el kw/h, pero desde que Embalse paró para “retubar” (fines de 2015), la vida es tarifazos y caídas de tensión. Eso sucede pese al cierre de muchas fábricas y el bajo factor de ocupación de las que resisten, en mínimos como no se los ve desde 2001. Si no hay apagón puro y duro, en horas veraniegas pico, el aire acondicionado ventila más de lo que refrigera.

En sus primeros 30 años de vida Embalse figuró entre las 10 centrales nucleoeléctricas con mayor “uptime” del mundo: un 87,6% de factor de disponibilidad desde 1984 hasta 2015. Casi no tuvo paradas inesperadas por desperfectos y las programadas de mantenimiento se cumplieron en tiempo y forma.

Cada año en línea Embalse ahorrará emisiones de dióxido de carbono equivalentes a las emitidas por 900.000 automóviles (toda Córdoba tiene 1,2 millones). En la Argentina el 64% de la electricidad es térmica, ergo contaminante doble y problema triple: por un lado disminuye la expectativa promedio de vida en las ciudades por EPOC, cáncer, trastornos inmunes y cardiovasculares. Por otro lado, contribuye al recalentamiento global. Y de yapa, nos endeuda en importaciones de gas y combustibles líquidos.

Adiós, CANDU, adiós

La electricidad en Córdoba seguirá siendo cara: NA-SA genera a U$ 47,5 el MW/h, bien por debajo de las nuevas eólicas, que tienen asegurados U$ 105 el MW/h por contrato y prioridad de despacho. En La Docta la incidencia de sequía del verano 2017/18 en los lagos hidroeléctricos se sumó a la ausencia de la nuclear, el pilar energético de la región Centro. Quizás este verano de 2018/19 las heladeras se quemen menos y los equipos de aire acondicionado logren enfriar. Hasta en Greenpeace deben rogar que Embalse vuelva al ruedo, aunque jamás lo confiesen: sería pésimo para el negocio.

Las CANDU 6 son buenas centrales, fabricamos su combustible desde 1984 y podríamos hacer cuantas querramos con el porcentaje de componentes locales que logremos negociar… pero despídase de ellas. Este año el gobierno descartó la oferta de una Enhanced CANDU de 750 MW financiada al 75%  a construir en Lima, al lado de las Atuchas I y II, por lo que ya se la llamaba Atucha III. China nos venía tentando con esta unidad a cambio de que le compráramos “llave en mano” una Hualong I de 1180 MW de uranio enriquecido. Esto dividió aguas en el ambiente nuclear. Unos decían: “Agarrá la CANDU, que va a tardar 5 años en entrar en línea, y después vemos”. Otros, en cambio, objetaban:

¿Uranio enriquecido? No producimos ese combustible. Si llegamos a tener algún lío diplomático serio por pesca, infraestructura, deuda o lo que sea con China… es apagón.

No hay experiencia con las Hualong I ni en China, donde se está terminando el primer prototipo. Tal vez sea excelente pero antes debería mostrarlo en origen. Es una compra a ciegas.

De todos modos, a fines de 2015 era lo que estaba pactado con el gobierno chino y la CNNC (Chinese National Nuclear Corporation), que se compró prácticamente el “franchising” de CANDU. Pero desde que asumió el presidente Mauricio Macri, su ex ministro de Energía y sus sucesivos cancilleres frenaron con distintos argumentos el arranque de obra de Atucha III, hasta que en mayo de 2018 finalmente la descartaron. Basta de CANDU.

Van “de cabeza” por la Hualong I, con una compra “llave en mano” que habría sido vergonzosa en los ’60, cuando no teníamos ninguna experiencia en centrales nucleoléctricas. Pero 60 años más tarde es inadmisible. Piensan dejar todo firmado con Xi-Jinping el 2 de diciembre, cuando haya terminado la Cumbre del G20 en Buenos Aires. El próximo gobierno, acogotado en deudas, difícilmente tenga margen para renegociar esta agachada. Sobre esto, AgendAR fijó posición aquí. Y la expresidente de la CNEA, Norma Boero, opinó lo siguiente.

CANDU Energy pierde, pero la CNNC exulta: les faltaba ver un pescado que escupa la carnada para tragarse directamente el anzuelo.

Made in Argentina

¿Por qué la extensión de vida útil de Embalse? La pregunta ya quedó muy contestada: “descarboniza” un poco nuestra matriz energética y la emisión de gases invernadero del país y de Córdoba, además de dar estabilidad eléctrica al centro del país. Pero hay otras respuestas.

¿Cuánto pagó China a fines de milenio por 2 CANDU 6, Qinshan 4 y 5? Son versiones modernizadas de Embalse previstas para durar 60 años. Las compró CNNC (China National Nuclear Company) con el cambio de milenio y le costaron unos U$ 4000 millones por pieza. Con la inflación del dólar da U$ 5600 millones de hoy, sin contar costos futuros de retubamiento.

Hechas las cuentas, los U$ 2150 millones pagados por el retubado y repotenciación de Embalse son razonables. Lo que alivianó la factura es que casi toda la obra se hizo con empresas, componentes y personal argentinos, en pesos y sin exportar dólares, salvo casos inevitables. La lógica era fortalecer la industria local y los recursos humanos de NA-SA para luego derivarla a Atucha III.

China go home

Todo iba de acuerdo a planes cuando nos cayó la “inexplicable” decisión presidencial de cajonear Atucha III, un clon muy modernizado de Embalse como toda Enhanced CANDU. NA-SA con su experiencia y la heredada de la vieja Dirección de Centrales Nucleares de la CNEA la podría diseñar, fabricar y montar a ojos cerrados. Lo inexplicable se explica así: el Departamento de Estado no ve con alegría que Argentina sea cabecera de desembarco en Sudamérica de China como oferente nuclear. Ni siquiera en un aséptico plan inicial de financista.

En su rivalidad por controlar políticamente la región, EEUU y China tienen un interés común negociable: ninguno de ambos países tiene interés en que la Argentina tenga diseño propio en centrales medianas del rango 700 MW. Desde que INVAP hizo autónoma a Argentina en reactores de investigación, EEUU perdió en todas las licitaciones en que se presentó contra la firma barilochense, salvo una (Tailandia).

Y no es que en materia de centrales nucleoeléctricas, animales muy distintos de los reactores de investigación, los EEUU tengan fierros competitivos: arriman por tecnología, pero lo que es por costos, se cayeron del ring en los ’80 y lo saben.

En este nuevo milenio, las divisiones nucleares de las dos mayores empresas eléctricas estadounidenses fueron de aquí para allá como valija de loco. Westinghouse, la inventora en los ‘50 del reactor presurizado con uranio enriquecido (PWR, Pressured Water Reactor), con más de 260 unidades propias o copiadas bajo licencia en mundo, en 2006 fue comprada por Toshiba en apenas U$ 5400 millones, precio menor al de una unidad PWR típica. Parece como canjear un “feedlot” por un asado, pero este año la firma japonesa declaró quiebra y revendió Westinghouse a Brookfield, una ignota propietaria canadiense de edificios y shoppings con una división de ingeniería, por U$ 3680 millones: media parrillada.

General Electric, otro ícono nucleoeléctrico, tras pagar buena plata por la compra de su competidora francesa Alstom, tuvo que hacer joint-venture con Hitachi. Parecía que se comían el mundo, pero empezaron a acumular balances en rojo y ahora ambas acaban de revender GE-H a la BWXT, la vieja Babcock & Wilcox nuclear más un astillero canadiense.

Limones no, despidos sí

Mientras China, Rusia y Corea se vuelven los nuevos grandes jugadores globales, el átomo yanqui es un Lázaro que NO resucita ni en su casa. Pero hay guerra comercial y Washington tiene que marcarle a Beijing la cancha sudaca, y de paso también aclararle a Ottawa y a Buenos Aires que aunque el Tío Sam ya no tenga grandes figuras y cero “jogo bonito” en cancha argentina, todavía dirige la FIFA. Bueno, eso cree.

Se podrá decir que bajarse de Atucha III para ir sin etapas a la Hualong I fue una atención al país que nos compra la mayor parte de nuestras exportaciones primarias. Pero hasta 2018, ni los ejecutivos más optimistas de la CNNC podían imaginar semejante estupidez de parte de la Argentina, y mucho menos, exigirla.

Pero el PRO y el “quid pro quo” son cosas distintas. Nuestro sometimiento a un país que no nos compra ni limones, como subrayó con peculiar gracia ante cámaras el presidente Donald Trump al ser visitado por su no-tan-par Mauricio Macri, nos acaba de costar 740 megavatios cancelados y 270 despidos en NA-SA en su sede de Lima, provincia de Buenos Aires, más 650 inminentes en la PIAP (Planta Industrial de Agua Pesada en Arroyito), más la próxima ruina y chatarreo de esa unidad de U$ 900 millones, la mayor del mundo.

A eso, sumar la pérdida de 5000 puestos de trabajo previstos durante el pico de construcción de Atucha III por el centenar de empresas metalúrgicas, electromecánicas y de ingeniería que en 2014 terminaron Atucha II y acaban de retubar Embalse. Y la duda de a qué se dedicaran los 400 ingenieros que alcanzaron a retitularse como “nucleares” en esos dos trabajos. Todo eso se rifó en mayo de este año, amén de la viabilidad del Programa Nuclear Argentino de los próximos 15 años, que parecía casi blindada a prueba de idiotas. Pero no ha sido en absoluto el caso.

Kirchnerismo sin energía

Volvamos a la historia del retubado de Embalse, esta obra que Rex Tillerson y Mike Pompeo, los dos sucesivos secretarios de estado de Mr. Trump, y el ing. Juan J. Aranguren, el mejor ex ministro de Energía de la Shell no trataron siquiera de parar, aunque le da mucha autonomía a la Argentina para seguir construyendo CANDU o similares, si consigue financiación.

Aunque ella era bonaerenses por origen, ambos Kirchner, a fuerza de gobernar en la intemperie primaria y extractiva de Santa Cruz llegaron a la Casa Rosada con una cabeza típicamente petrolera: la energía sale de hacer agujeros en el sitio adecuado. Pero ser presidente es más difícil, descubrieron, especialmente si uno heredó y logró aciertos: a partir de 2003, con la reactivación de la economía, faltó energía todo el tiempo hasta 2015. Hacia finales de su segunda presidencia, Cristina Fernández tenía que importar hasta U$ 5000 millones/año de gas y combustibles líquidos, para deleite de la entonces oposición. No por otra cosa los Kirchner resucitaron el Programa Nuclear. No se puede decir que lo hayan entendido del todo (no hay culpa en ello: no es fácil). Y no se puede negar que le pusieron voluntad y plata. Por parte de los nucleares, no hubo gruñidos. Quien acaba de volver de la tumba, no suele protestar por detalles.

La resucitación cardiopulmonar del programa nuclear ocurrió en un escenario nuevo: la CNEA había sido dividida en 1994 por un intento fallido del presidente Carlos Menem de privatizar las centrales nucleares. Los nuevos decisores emergentes eran NA-SA, que construye planta y la maneja, y la ARN (Autoridad Regulatoria Nuclear, que adjudica o niega licencias operativas). Ambas organizaciones y también la CNEA, que mantiene una capacidad de laboratorio inmensa, le aseguraron a CFK que Embalse estaba en buen estado y tal vez valiera la pena imitar a los canadienses y darle una segunda vida. Pero sin apuro. Corría 2006. Habría tiempo de sobra para observar las demoras y sobrecostos de aprendiz de CANDU Energy en este trabajo novísimo, y sacar conclusiones realistas.

La propia financiación fue mayormente argentina: fondos no reembolsables del Tesoro, un trust del Banco Nación a devolver en 2024 garantizado en un 80% por el producto eléctrico, y únicamente U$ 240 millones puestos por la Corporación Andina de Fomento (CAF) al 2,4% anual y con 4 años de gracia. En suma, tampoco se emitió deuda al cuete.

Y vamos a los fierros: como toda central de segunda generación, Embalse fue diseñada en los ’60 para durar sólo 30 años. Si en 2011 no hubiera estado avanzada la fase 1 de retubado (diagnóstico del estado de la central, redacción de requisitos, firma de contratos, fabricación y acopio de componentes), en 2016 la actual conducción petrolera del país la habría cerrado sin dudar.

Y hoy estarían haciendo negocios de “fracking” en Vaca Muerta o importar gas para sustituir Embalse con 3 o 4 plantas de ciclos combinados clase H, que tampoco tendrían más remedio que importar “llave en mano” y sin un tornillo argentino, según sus usos y costumbres.

Pero Aranguren llegó tarde a este combate. Embalse fue la tercra. CANDU 6 en “retubar”, y estaba empezando la fase 2 de “manos a la obra”. Con IMPSA, CONUAR (Pérez Compac), CANDU Energy, Mammoet y 100 PyMES argentinas con componentes fabricados y entregados, o ya trabajando en obra y con contratos válidos, quien tratara de frenar ese tren en 2016 sería atropellado. Se iba a comer juicios de parte de demasiada gente demasiado poderosa. De modo que la segunda y tercera fases siguieron sin demoras u objeciones y por eso Embalse literalmente nació de nuevo.

Ahora se entiende por qué casi lo primero que hizo Aranguren al llegar al ex Ministerio de Energía en 2016, fue estorbar, objetar y retrasar el comienzo de obra de Atucha III aquí y en China. Lo último importante que hizo en 2018 antes de ceder su puesto al ingeniero Javier Iguacel fue exterminar el proyecto.