Para el macrismo, las víctimas siempre tienen la culpa, sobre todo si se dejan influenciar por los diabólcos elementos disolventes de la sociedad. Después de la represión en PepsiCo, Vidal lo dice clarito: “No hay que investigar”.  El video de Lombardi culpando a un periodista de su propio despido.

En apenas 24 horas, tres funcionarios del gobierno de Cambiemos apelaron –con otras palabras – a la vieja y eficaz fórmula discursiva que la última dictadura cívico-militar imprimió a fuego en el imaginario de buena parte de la sociedad argentina para justificar el plan sistemático de desaparición de personas: “Algo habrá hecho”, o su variante “Por algo será”. En otros términos, la víctima es culpable y esa culpa justifica lo que le sucedió.

Ayer, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich; la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal; y el titular del Ministerio de Medios  y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, la utilizaron para justificar represiones y despidos. Y las víctimas que se merecían esas cosas fueron los trabajadores despedidos de PepsiCo, los diputados nacionales de izquierda que fueron a apoyarlos, las comisiones internas de base y un periodista despedido por molestar al jefe de gobierno porteño con una pregunta que lo puso contra las cuerdas.

Así la represión y la criminalización de la protesta, o de la simple disidencia en forma de pregunta, se perfilan como dos de los ejes de la campaña electoral de Cambiemos.

Malditos zurdos

Después de la impiadosa represión a los trabajadores despedidos de la planta de PepsiCo en Vicente López, la gobernadora Vidal –máxima responsable de la Policía Bonaerense – se despachó con una de las muletillas duranbarbistas a la que recurren siempre los funcionarios y dirigentes de Cambiemos.  “Lo que sucedió de la toma de la empresa fue activado políticamente”, dijo.

Hasta ahí, nada nuevo bajo el sol de la revolución de la alegría. Pero segundos después redobló la apuesta al inventar a los verdaderos responsables de la represión: los “referentes de izquierda” Vilma Ripoll, Myriam Bregman y Luis Zamora quienes, según la gobernadora, alentaron “la toma de la fábrica”. Que Del Caño, Ripoll, Zamora y Bregman por lo general no puedan ponerse de acuerdo ni para tomar el té no fue obstáculo para la afirmación de Vidal, para quien “no hay que investigar mucho” para comprobar que la presencia de estos dirigentes junto a los trabajadores fue la que llevó la situación a un punto tal que la policía no tuvo más remedio que apelar a los palos, los gases y las balas de goma.

No hay vuelta que darle: cuando hay elementos disolventes por los alrededores se termina pudriendo todo.

En la misma sintonía, la ministra Bullrich –responsable máxima de la Gendarmería que andaba por ahí – puso al descubierto a los verdaderos culpables del cierre de la planta de PepsiCo. No fueron los directivos de la multinacional que despidió a 600 trabajadores ni las medidas económicas del gobierno. No, nada de eso. Fueron los zurdos. “Lo único que hacen los grupos de izquierda es cerrar empresas. En vez de ayudar a los laburantes, los matan”, se despachó en conferencia de prensa. Por eso, en las empresas donde hay comisiones internas combativas a los trabajadores les ocurren estas desgracias: “Los terminan echando porque se terminan cerrando las fuentes de trabajo”.

Por eso, queridos trabajadores, no les hagan caso a los zurdos que son como la peste, elementos extraños al ser nacional.

El reino del revés

Se sabe que cuando hay semejantes coincidencias discursivas no se trata de casualidades sino de un mismo casete que suena en todos los parlantes. Si hacía falta una prueba más, el ministro Lombardi no tardó en aportarla durante su presentación en “Intratables”. Ahí, en medio del deliberado desorden que caracteriza al programa, le preguntaron por el despido del periodista de Télam Enzo Moreira después de haberle realizado una “pregunta incómoda” sobre los sobreprecios en las obras públicas al jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.

Con ese tono displicente que cultiva cada día más cancheramente, Lombardi respondió que el despido se debió simplemente a que a Moreira se le había terminado un contrato de tres meses. Lo que hubo, dijo el ministro, fue “una mala política y una mala acción sindical (que) presentó las cosas de otra manera”. Otra vez el diablo de las comisiones internas, en este caso la de los trabajadores de la agencia estatal de noticias, metiendo la cola para armar bardo.

Pero ojo, que no fueron solamente los delegados gremiales los culpables, también el propio trabajador despedido hizo lo suyo. “No quisiera suponer – dijo Lombardi, no sólo suponiéndolo sino haciéndolo parecer la pura verdad – que es al revés, que hizo la pregunta cuando sabía que se le terminaba el contrato”. En otras palabras, Moreira no fue víctima de despido injustificado sino que se hizo la víctima para sacar ventaja. No hay duda, es culpable. Si lo echaron, por algo habrá sido, no importa qué. Todo un criminal, el tipo.

Entrelíneas de esta explicación  – pero seguramente sugerir esto no fue intención del ministro –pudo leerse también otra cosa. Que la pregunta de Moreira a Rodríguez Larreta sobre los sobreprecios fue realmente “incómoda” para el gobierno (de otro modo, no se explica la hipótesis de la mala intención del periodista que deslizó Lombardi).  Moraleja: no hagas preguntas molestas para el gobierno si querés  conservar el trabajo.

No quedan dudas: la culpa de todo la tienen las comisiones internas combativas y disolventes, los trabajadores que las eligen y las siguen como idiotas útiles, los dirigentes de izquierda y los periodistas que se atreven a ejercer su derecho a preguntar cosas sobre las cuales el gobierno no quiere responder.

Si les pasan las cosas que les pasan, algo habrán hecho, por algo será, por algo habrá sido.

Porque en la revolución de la alegría las víctimas siempre son culpables.