¿El discurso del líder camionero estuvo a la altura de la movilización que convocó junto a otros sectores? Certezas y dudas sobre una jornada que puede abrir un nuevo camino.

Se escribe a los pedos, de emergencia, con más apuro –Socompa es online- de lo que se escribe incluso para un diario. Una pena no poder seguir viendo las repercusiones del acto por C5N. Hace unos minutos Jorge Taiana ponía la racionalidad argumental que faltó en el mal llamado “acto de los camioneros”, llamado así con toda la mala leche conocida. Lo mismo un tipo algo inclasificable pero que aporta cierta alegría y diversidad: el cómico radical Nito Artaza, de quien se extrañan sus imitaciones de los ’80.

Pero hay que apurar.

Vamos al primer balance: el acto en sí, como se preveía, y por eso uno lo apoyó y posteó a su favor, fue en sí mismo una muy buena noticia. Porque juntó broncas, porque expresa un sentimiento de hartazgo que crece en una parte de la sociedad, porque juntó a la que te criaste no solo a diversos espacios sindicales, sino a organizaciones sociales, el kirchnerismo, los organismos de DDHH, la izquierda. Contra esa movilización –que más que seguramente no resuelve ni supera la nueva Grieta expandida desde que gobierna el macrismo- no alcanzan los titulares de Clarín ni las manipulaciones que pretendan hacer las transmisiones televisivas del tipo TN.

De modo que, por ese lado, bien. Y por todo lo muchísimo que falta, el balance es “vaya a saber”. Vaya a saber incluye los (algo incómodos pero necesarios) abrazos en el palco entre moyanistas, gremialistas dudosos y dirigentes de las dos CTA o la de Corriente Federal. De la Corriente Federal (en boca de Sergio Palazzo, de origen radical), de Hugo Yasky y Pablo Micheli, y de la lectura por parte de Juan Carlos Schmidt (un buen cuadro que por alguna razón de peso se peleó mal con el kirchnerismo) de un documento que ya tiene semanas, estuvo lo más correcto de lo discursivo. Ninguno brilló, es lo que hay. Extrañar al Ongaro de los 60/70 o a Agustín Tosco es un ejercicio necesario pero un poco… zonzo.

El tema es Hugo Moyano, y si quieren el nene, Pablo. Es indudable el mérito de Moyano de convocar a la movilización. Es indudable también que fue el tipo que por la capacidad formidable de su sindicato, por antiguas peleas acumuladas desde sus tiempos en la CTA, o por peso mediático, tuvo la posibilidad de convocar y juntar a tantos tan diversos. El fenómeno tiene algo de extrañísimo, de asunto solo explicable en Argentina, y no porque se trate del enigma infinito del peronismo, sus derivados y sus cuitas. Moyano –que merece el mote de caudillo sin que eso denote gorilismo ni desdén- es un tipo algo imprevisible, de biografía oscura en sus años mozos, peleador, calentón, buen protector de los suyos, con escasa visión del conjunto de las demandas sindicales y sociales, más pícaro que inteligente.

El Moyano al que se lo reivindica por sus años en el MTA es el mismo que rompió con Cristina –rompimiento en el que seguramente hubo macanazos mutuos-, el que le hizo la vida difícil a su gobierno, el que peleó por la crema de los trabajadores –no por el conjunto ni por los pobres- cuando su único planteo era el pago de Ganancias, el que se juntó y coqueteó con Macri antes y después de las elecciones, el que le dijo a Triaca “compañero ministro”.

Moyano me resulta imprevisible y es por eso que veo el vaso medio vacío del acto y no solo el vaso medio lleno. Me molesta no solo un sindicalista enriquecido, me molesta –aunque tiene derecho- que invierta ambiciones en el querido Independiente. Y confieso: desconfío un poco de esta última movida. Moyano puede responder a la amenaza de un procesamiento llevando gente a la 9 de julio; otros sindicalistas y dirigentes perseguidos no pueden darse ese lujo y no estoy muy seguro de que Moyano haya sido solidario con ellos.

El vaso medio vacío: la pobreza espantosa del discurso del camionero, al que se le conocieron intervenciones mejores y, de vez en cuando, alguna salida feliz en la discusión política apelando al sentido común y al imaginario de los de abajo. Pero el discurso fue muy malo, tuvo su parte escatológica casi graciosa –él mismo reconoció que se le soltó la cadena-, se centró en exceso en su situación judicial y en sus huevos, no ganó una sola voluntad para el lado bueno de la grieta, a la que más bien debe haber potenciado cuando aludió a los gorilas. No tengo ningún derecho a pedirle a nadie que no use la palabra gorila, que sigue teniendo vigencia. Pero con gritar la palabra gorila no se ganan nuevas voluntades, y menos ante una sociedad que (40%) votó a Macri.

“Tan lleno de gente y tan pobre el discurso final”, posteé en Facebook. Algunos se lo tomaron un poco a mal. Suelo ser inoportuno, aguafiestas. Tiré una pálida cuando pude festejar la masividad del acto y no incluir lo del discurso del Hugo. Todos coincidieron en que lo importante es rescatar la bronca unida, la expresividad de la gente en la calle, la eventual proto unidad del movimiento obrero mientras el Gobierno arma una CGT a su gusto. Sí, hay acuerdo en esa parte llena del vaso.

El problema es no quedarse (solamente) con la alegría de la foto de la marcha, quedarse contento porque Macri “lo mira por TV” y se cantó (otra vez) “Mauricio Macri la putá que te parió”. El asunto es detenerse en qué debería suceder o hacerse para que el acto tenga mejor proyección. Detenerse en que se necesitan mejores liderazgos que el de Moyano y menos imprevisibles, o hasta menos sospechosos.

Moyano pudo profundizar la línea abierta por Yasky, ser didáctico, y decir que los verdaderos ladrones de la Argentina viven en Balcarce 50, los que tienen la guita afuera. No le dio la oratoria para eso, puede que nunca la haya tenido, pero –reitero- ha tenido mejores discursos. Puede que esté grande y cansado, no lo digo como chicana fácil.

¿Qué debería suceder o hacerse para que el acto y lo que siga tengan una mejor proyección, más lúcida, de mayor vuelo discursivo y político y, sobre todo, que interpele a más sociedad? Lo dejo para el debate.

Hay peronistas que se pelearon con Cristina que desde hace tiempo andan diciendo que necesitan de Cristina. Algo parecido sucede con Moyano. Estaría bueno tenerlo adentro. Pero como máximo líder del sindicalismo a construir, deja mucho que desear y mucho interrogante suelto. Muchos de sus pares están grandes para ser los nuevos líderes. La famosa generación de delegados jóvenes de base construida en tiempos kirchneristas no emerge. Buena parte de los mejores dirigentes o de los menos malos admiten que lo que se construya debe incluir a todo lo que se pueda. Coincidimos. En búsqueda de esa (repetidísima) fórmula de “unidad en la diversidad”, hay mucho por recorrer. Hoy Moyano aportó a la unidad y estuvo flojísimo en el discurso, más que moderado además, No dijo nada de nuevas medidas de lucha. ¿Por qué?

De las muchas preguntas hoy incontestables, entonces, queda esta: si Moyano seguirá aportando a la unidad, si su poder y su sombra serán un problema, o si cambiará de rumbo, sin destino claro. Parte de la pregunta quedará contestada cuando los otros construyan mejor.