Micro experimento electoral -no pensado originalmente para su publicación- entre ex compañeros de colegio secundario. Elecciones, grieta, antiguos sufrimientos compartidos en los 70, cariño. Y una pregunta: ¿por qué nadie se animó a decir “Voto a Macri” entre quienes sí lo hacen?
El celular, junto a las armas nucleares, es la más horrorosa invención humana y esto no lo vamos a argumentar porque recibimos instrucciones explícitas del presidente.
Odio desde chico al teléfono y más odio a ese intruso del infierno que los españoles llaman “el móvil”. Detesto aún más a los grupos de uasap. De manera, entiendo que delicada, he pedido a amigos o cercanos que no me manden lo que no solicito. Solo estoy en un único grupo de uasap y ese grupo es el de quienes fueron mis compañeres de división en el colegio secundario. Hemos de decir que nos queremos bastante, que hay cariño, con algunos más que con otros, claro.
Puede que este grupo se quiera bastante no solo porque así suele suceder con quienes fueron compañeres de secundario sino por la singularidad intensa de la época en la que cursamos: los años 70. El último año justo fue el del golpe. El colegio fue el nacional Buenos Aires. Antes de los abucheos, permitan decir que no me considero un egresado típico de ese colegio (de hecho me rajaron en el 75 por quilombero y militante, o sea que no terminé ahí), sufrí las severidades y rutinas autoritarias de la institución y sus soberbias, incluso creo que aflojé -arrugué- con mi entusiasmo natural por el estudio porque la presión era mucha y la competencia bastante. Pero quise/quiero mucho a les pibes, me encantó hacer quilombo, jugar al ping-pong en mesas que improvisábamos en un SUM que no duró mucho, hacer quilombo, intercambiar músicas, crecer, hacer quilombo.
Por razones personales -mi exilio- yo perdí buena parte de la memoria que mis compañeres conservaron de aquellos años. Cuando volví, me conmovió la recepción de algunes que no pertenecían al mundo militante o politizado de la división. La dictadura les había pegado a todos, incluso a los de la mayoría silenciosa. Quedaron golpeados y sensibilizados, o eso percibí, con agradecimiento. En el ya lejano libro La otra Juvenilia, que el hoy periodista Werner Pertot y Santiago Garaño escribieron de muy pendejos puede entenderse por qué. Yo creía que lo sabía todo sobre memoria, dictadura y colegio y no, fue mucho más horroroso, lo supe por ese libro.
Me pregunto si lo que voy a contar ahora tiene que ver con esa historia. Creo que en parte sí, y que muchos de mis compañerites, no todos, evolucionaron o crecieron según lo que ya pintaban entre los 13 y los 17.
Interrumpí y al interrumpir me di cuenta de que debo explicitar lo presuntamente obvio: hay una placa conmemorativa que colgamos en el claustro central del colegio con los nombres de un centenar de desaparecidos. Luego se sumaron más nombres. Porque quiero, se me canta y necesito hacerlo menciono que solo en mi división “perdieron” (para usar el horrible verbo epocal que equivalía a ser muerto) Norma Matsuyama, el Loco Juárez y Federico Martul, el Turco. Otros nombres que recuerdo con cariño de mi promoción: Gabriel Dunayevich, Franca Jarach -con quien compartíamos el viaje en tren y otras aventuras-, José Rosenblum y hay (¿hubo?) muchos más. Más de cien, de un único colegio.
Eso pasa por preguntar
Me fui a la mierda, ustedes comprenderán, sigo.
Hasta hace un tiempo participé poco y nada del grupo de uasap de mis compañerites un poco por fóbico y otra por sentirme un satélite raro del grupo; una incomodidad o ajenidad que seguramente es problema mío. Al mismo tiempo quiero mucho a unes cuantes. Suelo borrarme de los grandes encuentros grupales porque me cuesta no poder hablar en persona, mano a mano, tranca, de a uno o de a tres y que se imponga el ruido colectivo, los chistes repetidos, ciertos protagonismos. Problema mío.
El asunto es que por las razones psicobiológicas que sean últimamente participé más: en felicitaciones por cumpleaños y chistes varios; o porque un queridísimo camarada trosco nacido en Bernal, popu y y a la vez muy culto, de muy fino sentido del humor, se tuvo que hacer una operación. Hace unos días les pregunté a los integrantes de mi único grupo de uasap -les pedí con cuidado- si tenían ganas de expresar su voto, sin temer peleas eventuales, la grieta. El resultado o lo que sucedió con ese pedido es el disparador de este texto. Antes describo mínimamente quiénes somos: los hay progres, zurdos, progres llamémosle liberales, derechosos, algunos que hicieron guita, muchos que no, no todos son “profesionales”. Una mirada general del grupo desmentiría la horrible idea generalizada -y marketineada- de que del nacional Buenos Aires salen puras élites. No es así. No somos exactamente comunes hijos de vecino, pero tampoco somos en absoluto los reyes del mambo. En todo caso hoy podría decirse que las élites son marca cardenal Newman, universidades privadas.
Volvemos: tiré la idea de la encuesta y uno de los compañeres -que conoce mejor que yo el paño y vota a Alberto Fernández- se anticipó al relativo quilombo posterior con un chiste: “Cagamos”. “Libertad sin fronteras, pero con tolerancia”, propuso otro, avalando la idea de la encuesta, cardiólogo y luego psicólogo, gran tipo y progresista. Otro de origen peronista, de quien me consta que se amargó mucho por ver casos de corrupción o desmanejos kirchneristas de cerca, se sumó al voto en favor de Alberto Fernández. Fueron cayendo los indecisos, indecisos de verdad o “ni Macri ni Fernández”; luego los odiantes de la grieta y la polarización; algún antipolítico fuerte que habló de corruptoctracia general (no sé si votará Macri o a Espert pero de eso no dijo nada), alguno que sufridamente andaba entre el voto a Fernández o el blanco; otros que se iban borrando con chistes. Hasta que uno que -calculo- 99% votará a Macri salió con Nisman y con una frase de archivo (horrible), una vieja crítica de Alberto F. hacia CFK sobre el convenio con Irán y el presunto intento de encubrimiento de acusados hipotéticos. Al ver que entre ese mensaje y mensaje y muchas ausencias nadie respondía “Voto a Macri”, escribí a uno en particular y a todos: “Diga whisky, diga Macri. ¿Cuál es el drama?”.
Mi querido amigo trosko (hay otro querible, muchacho de Avellaneda) me pidió que hiciera los cómputos y le respondí -un poco neurótico, como ofendido- que no, que teníamos que volver a los tiempos del voto cantado porque muchos gauchos del grupo jugaban callando su voto a Macri. Entonces fue el buen trosko el que asumió de buen humor las cuentas, dijo que no anduvo mal la encuesta porque se consiguió un 36% de asistencia, me pidió paciencia. Siguieron más chistes y algún comentario no necesariamente gorila sobre las limitaciones del gobierno de CFK.
El escrutinio
En su escala híper micro segmentada y algo absurda los resultados más o menos dieron 7 votos a F-F, dos al FIT, dos indecisos. Una compañera que fue de la Fede desmintió su indecisión presunta y dijo que votará a Zamora. Días después hubo dos nuevos cumpleaños. Y luego mi mejor amigo (muy K) del último año en el colegio intentó sin suerte retomar el asunto diciendo que la encuesta había quedado trunca. Los nuevos cálculos del compañero trosko dieron este resultado: sobre un padrón de 25 votantes, 28% F-F, 8% FIT, 4% en blanco, un Zamora. “Entre algún indeciso y no contestan -escribió- llegan al 60%”.
Recién ahora llego al centro de esta nota, al asunto en cuestión: ¿por qué a lo largo de diez días de chistes, cumpleaños, de comentarios políticos, nunca nadie dijo “Macri”? Esa es la primera cuestión y la segunda gira en torno a lo que escribió el ex muy buen cardiólogo y mejor persona, que como el desaparecido Gabriel Dunayevich jugaba al arco y solía gritar desde abajo de los tres palos “¡Cuiden la salida!”. Escribió este compañero sobre la ausencia de participación o votos explicitados a Macri que quizá los macristas invisibles u otros “teman que la grieta joda al grupo y me parece un noble motivo para mantenerse en el closet”.
Es un tema (demasiado) largamente conocido (y del que deberíamos salir alguna vez): qué hacemos con la grieta en la familia, el laburo, los amigos. Fuimos dos o tres los que dijimos -todos votantes F-F- que ni la grieta ni la discusión iban a pudrir las relaciones en el grupo de uasap. Opiné que ese era un miedo zonzo, un poco pusilánime, un poco borrón. Y que si queríamos ser consecuentes con los buenos postulados liberales del antiguo colegio debíamos ser simplemente libres de opinar.
Balance final: nada, nadie, nunca, nadie dijo “Macri”.
Ahora la pregunta la hace la nota al público y no al grupito de guasap: ¿es lo maduro, lo bueno, priorizar las relaciones humanas a las divergencias políticas? ¿Política necesariamente mata afecto? En algún caso (o en muchos) puede que sí. Pero no creo que eso pudiera suceder en mi pequeño campo de investigación: grupo de uasap de ex estudiantes formados en los 70 en el nacional Buenos Aires, partidos en sus vidas adolescentes (¿o solo relativamente?) por el golpe del 76. Me consta, o creo que es así, que ninguno necesitó ser militante o politizado para que 1976 en el colegio no le resultara sufrido y horroroso, y no solo por las noticias veladas de las desapariciones de quienes habían sido sus compañeros. Yo ya estaba rajado del país a mediados del 76 así que ellos puede que la hayan pasado peor.
Va de nuevo la pregunta, entre gente que se quiere, con una muy intensa historia en común: ¿por qué nadie nunca dijo “Macri” en mi pequeño experimento? ¿Es efectivamente para preservar la buena onda del grupo? ¿Es vergüenza? ¿Es temor? ¿Sintieron que se exponían a qué? ¿O les importaba un carajo? ¿Quiénes se negaron a decir “Macri” se constituyeron en un raro caso de temer quedar en off-side? ¿Es como si los progres, los K, los zurdos, ejerzamos todavía una suerte de hegemonía cultural a la distancia, asincrónica, equívoca hegemonía con delay?
A mis compañerites del cole que votan a Macri -no es condena, es pregunta- ¿les hace algún ruido, siendo que conocieron horrores, la relación entre el imaginario y las políticas de Macri y el imaginario y las políticas de la dictadura? ¿No dicen “Macri” quizá por el miedo que les quedó marcado por la dictadura, o por las macanas que nos mandamos entonces los zurditos?
La discusión, muy fragmentada, continuó en el grupo de uasap, hasta que un votante F-F mandó un video a favor de F-F. Entonces alguien dijo que mejor no hacer esas cosas en el grupo y fue otro votante F-F el que mocionó para no compartir videos partidarios en el grupo. Entre otras razones porque a esta altura de la cosa ya nadie modificará la opinión de nadie en el humilde grupo, cosa que es cierta. Moción aprobada.
Mis compañerites que mudamente votarán a Macri no aportaron mucho a la discusión general y menos a la encuesta. Están en todo su derecho. A decir verdad eso por un lado me sigue dejando perplejo. Por el otro, me molesta.
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