La apuesta del macrismo de trocar Buda por Hulk, endureciendo su discurso y reduciendo su capacidad de interpelación social, puede costarle caro. Abran apuestas: ¿la polarización erosionará al massismo, encerrará al kirchnerismo o llevará a una confluencia peronista?

Desde hace semanas, muy especialmente a partir de las movilizaciones masivas en contra de sus políticas, el macrismo pasó del marketing de la amabilidad al de la dureza y a una estrategia de polarización, con el enemigo kirchnerista-sindical-peronista-mafioso como anclaje. Los medios conservadores respaldan y redoblan esa apuesta de una manera tan brutal que sus lenguajes recuerdan a los que emplearon durante la última dictadura. Los sectores más retrógados del macrismo –que en buena medida se expresaron en Plaza de Mayo- corren amablemente al oficialismo por derecha: lo único que reprochan es que no haya más mano dura contra la protesta social. La Marcha por la Democracia –que en términos (bobos) cuantitativos fue una plaza psé– tuvo un ingrediente que describió Martín Rodríguez primero en su blog y luego fue publicado aquí en Socompa: “En buenos términos, también sus bases le cantaron a Macri ‘¡Poné la fecha!’ (…) Macri fue obediente: dijo choripanes y dijo colectivos”. Es decir, el macrismo posa ahora la Gran Macho Argentino, en versión gorila.

El periodista Ignacio Fidanza escribió otro párrafo bastante afortunado en La Política Online. La polarización “es la hija de una frustración, pero puede funcionar”. Fidanza atribuyó a Emilio Monzó esta frase sugestiva: “Nunca hubo una estrategia, lo que ocurrió es que nos chocamos con la polarización y después nos subimos”.

¿Le funcionará la polarización al macrismo o puede jugarle en contra, como encierro en sí mismo, “sin ver la realidad” (Mirtha), ese tipo de encierro en la tropa propia que también afectó mal al kirchnerismo de los últimos años? ¿La superación es el massismo o el massismo será la víctima, reducido por esa estrategia en espejo de macrismo y kirchnerismo? Para decirle rápido y no versear, nadie tiene certezas y todo depende de la evolución del cuadro económico y social. El panorama en ese sentido es algo más claro y no es bueno para las esperanzas del gobierno, aunque no pocos de sus simpatizantes sigan bancando los trapos de pura bronca antikirchnerista o diciendo “me banco el tarifazo”, “Hay que darles tiempo”.

El cuadro es conocido: tarifazos, inflación, más pobreza, despidos, fracaso del plan Precios Transparentes, recortes de programas sociales, caída del salario, paritarias a la baja. Si es por índices económicos, el Banco Central ya dijo en su último Relevamiento de Expectativas de Mercado que las expectativas de inflación –ancladas inicialmente en un vagoroso 12 a 17% (anuncios de Sturzenegger hasta hace poco) pasaron a más del 21 y eso pinta poco creíble. Las caídas en la actividad industrial se sostienen, con algún repunte de la construcción. Tampoco las apuestas ortodoxas hacia una macro ordenada están funcionando. El déficit fiscal primario llegó al 60,7%; el problema de la nueva deuda reclamará su turno para reducir el margen de maniobra. Carlos Menem pudo practicar su “cirugía sin anestesia” por un estado cultural anti estatal distinto al de hoy, por el trauma de la híper, por la gobernabilidad que le daba el peronismo, por carisma. Macri, de carisma, nada, aunque se pretenda ungirlo como líder fuerte. Y no son solo los pobres los afectados por las políticas oficiales.

Miles de Viet-Nam, para el otro lado

En Facebook circuló bastante el video en el que Esteban Bullrich, ministro de Educación, desnuda –con los docentes como caso piloto- ciertas estrategias gubernamentales. En Facebook los posteos suelen servir apenas para descargar bronca o ironizar o denostar al adversario. Pero aquellos dichos de Bullrich merecen atención porque estos muchachos, más por crueldad de CEOS que por habilidad política, saben lo que hacen. “Hay que sacudir el  sistema educativo”, dijo Bullrich. El escenario y los aplausos, la Academia Nacional de Educación. ¿Qué dijo aquella vez el ministro? Preguntó: “¿Qué es lo que hacemos para vencer a la resistencia? Primero: lanzar muchas iniciativas al mismo tiempo. Porque (si) el gremio focaliza en una, le abrís doce. Cuando se dieron cuenta que alguna ya se implementó (risas) vas atrás de esa y avanzás con lo que no habías avanzado”. Por ahora las  “resistencias” pierden ante esas estrategias y si no, veamos el desafío que representa para los docentes sostener sus luchas en la provincia de Buenos Aires.

¿Qué pasa con la sociedad ante las luchas y conflictos? También en las redes sociales la consultora Analía del Franco, que trabajó para el kirchnerismo, mostró una encuesta un tanto desalentadora. El título del resultado fue equívoco: “El 46% de los bonaerenses apoya el paro docente”, siendo que los que no lo apoyan, según la encuesta, son un poco más. La Grieta reloaded, la partición en mitades, se refleja hasta en ese trabajo de campo puntual. Ni qué decir cuando se discuten en los medios los piquetes o la inseguridad.

Tres tercios, dos mitades.

El periodismo ha perdido de todo en estos años y ha perdido también información política de calidad en relación con las discusiones y negociaciones que se dan en los distintos espacios políticos. La información es escasa y –esto es más grave- tampoco los referentes políticos informan o discuten con otros cuadros o públicamente con sus bases, cuáles son las apuestas o los proyectos, si los hay. De la posibilidad de una confluencia aunque sea parcial o distrital de massismo y kirchnerismo se habla algo, pero poco y opaco. Una excepción fueron las declaraciones que hizo Alberto Fernández a la agencia Noticias Argentinas. Fue deliberadamente más respetuoso de Cristina Kirchner de lo que venía siendo (ya no infla su ego o palía su bronca con los mimos de TN) y hasta tiró un par de piropos a La Cámpora. Va un párrafo destacado de sus declaraciones:

-El problema que tenemos hoy en día no es Cristina. El problema que tenemos se llama Macri. El Presidente ha desarrollado un juego que le ha salido muy bien que es dividir al peronismo. Con el peronismo dividido, el único que gana es Macri. Tenemos que ir hacia una propuesta superadora a lo que nos tocó vivir en el pasado y en el presente.

-¿Podría sumarse La Cámpora al armado?

-No hay que estigmatizar a nadie. La Cámpora es un grupo de dirigentes y un montón de jóvenes que han abrazado la política desde la militancia y el desinterés. Es un espacio político que tiene una militancia real, que se preocupa por los que menos tienen, y que ideológicamente representa los mejores valores del peronismo. En algún momento ha tenido una actitud sectaria.

No pocos referentes de espacios convencidamente antimacristas (eso no incluye a Sergio Massa y tampoco a buena parte de sus votantes) ven bien la posibilidad de una apertura de massismo y kirchnerismo y una suerte de confluencia. Si las cosas se dieran así, y si sucedieran de modo más o menos civilizado (cosa difícil), una pregunta posible es qué espacio estaría en condiciones de desgajar al otro. ¿El massismo desgajaría al kirchnerismo, con su promesa de la ancha avenida del medio y el discurso de que se trata de superar las opciones macrismo o kirchnerismo, por viejas y fracasadas? ¿O el kirchnerismo sería más fuerte por la fuerza de atracción que pueda tener Cristina.-especialmente si se presentara a elecciones en la provincia de Buenos Aires, cosa dudosa- y cierta cohesión cultural aun bien respetable? Es curioso que pese al trato duro que se intercambiaron Alberto Fernández y Cristina ambos hablan o hablaron de algo parecido. De confluencia del peronismo en el primer caso y de amplio frente “ciudadano” y socio-político, cuando Cristina echó un discurso conceptual en el acto de Comodoro Py, asunto que prácticamente no retomó, y no es la primera vez que sus convocatorias de ampliación política quedan un tanto en el aire.

Aunque falte mucho para las elecciones y quede abierta la pregunta de si una mínima recuperación económica podrá afectar al voto popular, hay que preguntarse en qué condiciones llegará cada presunto tercio de votantes (macrismo, massismo, kirchnerismo), a las elecciones. Todos llegan fatigados y más que seguramente el clima entre los votantes –cansancio, desencanto, distancia, bronca- tenga poco que ver  con el dibujo artificial de los tres tercios, más el voto de la izquierda. La baja del macrismo se detectó hace tiempo sobre todo en la caída imagen positiva del Presidente y de la gestión de su gobierno. Todos repiten que María Eugenia Vidal está (políticamente, claro) fuerte, pero hay que ver si eso es realmente así, especialmente entre las clases populares (alcanza con evocar La Matanza). Sergio Massa aparece más desdibujado que hace un año atrás: no ha podido mantenerse en el centro del ring ni con la estrategia de una “tercera” vía a la más o menos “peronismo moderno”. El kirchnerismo, si bien con su sector fidelísimo y un cierto crecimiento en las encuestas sobre todo en provincia, sigue pagando caro el no haber podido generar cuadros de recambio que lo oxigenen y renueven (la opción Scioli o Randazzo es una muestra), así como pagó caro todos los puentes que dinamitó dentro del peronismo, con el sindicalismo horroroso o no, con la sociedad misma.

Volvamos a la polarización a la que el gobierno apuesta casi por obligación, o porque ya no puede retroceder ni ensayar una política económica más amigable, en la que no cree. Polarizar –dijimos- implica para el macrismo un riesgo de encierro y un versus expulsivo (choripán y mafiosos). El kirchnerismo y otros sectores podrían encontrar en ese encierro una oportunidad. Tal como escribió Martín Rodríguez, “la clave para construir un anti macrismo lúcido es no ser lo que el macrismo se representa que sos”, una caricatura. Añade Rodríguez: “No se trata de una oportunidad de la metáfora trillada de la ‘avenida del medio’ sino de la ampliación plural del campo opositor para ocupar también ese centro en disputa. Hay que romper el espejo”.

Se le puede llamar centro, pluralidad, ampliación, inclusión política y social. Escribió Ricardo Rouvier en relación con lo que debería hacer el kirchnerismo: “Parecería que la repetición no sería el mejor camino; sino la adopción de la creatividad y la innovación. El kirchnerismo debe ir por el no kirchnerismo si quiere volcar los números a su favor. Si CFK se abriera a mantener contacto y comunicación con sectores por fuera de su espacio, y transita la calle es probable que pueda ablandar sus fronteras, y posicionarse en el tramo del 35% al 40%”. Por ahora los números dan un techo –optimista- del 35% en provincia, no los 40 que vocifera el periodista Roberto Navarro. Y no sabemos –va de nuevo- si Cristina será candidata. Tampoco si se prestará a la casi súplica planteada por el consultor Rouvier.

Partido (muy) abierto)

El Frente Renovador también necesita oxígeno y otro tipo de presencia si quiere evitar quedar achicado por la polarización. Más que seguramente sus votantes están más lejos –por ahora- del kirchnerismo puro que de Macri, así lo dicen las encuestas. Peligro entonces –en caso de polarización extrema- para el peronismo o kirchnerismo. Alberto Fernández quizá ya no pueda definirse como “referente massista”, él mismo se autodenominó “líbero con juego propio”. Sus declaraciones sin embargo hablan de un rumiar de algunos peronistas con pesos propio en el massismo. Un caso similar es el del ex gobernador Felipe Solá, con sus movidas siempre teñidas de un cierto individualismo y a la vez un cuadro político inteligente y con experiencia. Solá ensayó o pensó en una candidatura en Capital y ya la descartó. Mantuvo una reunión con Florencio Randazzo en la que se habría discutido ir como candidato en un armado de Randazzo. Si el Frente Renovador o Randazzo se fortalecen con dirigentes o más intendentes que fueron kirchneristas, danger para el Frente para la Victoria.

Todo es movible en estas semanas y lo único que terminó diciendo Solá es “Yo voy a ser candidato a diputado nacional por la Provincia”. De nuevo: si el kirchnerismo se deja superar en poder de iniciativa política por Randazzo o el massismo, puede sufrir. El que escribe –para desesperación de las buenas conciencias progresistas o de izquierda, y con respeto por ellas- cree en la existencia de esa categoría maltratada que se llama mal menor. No es lo mismo gripe leve que Parkinson. La prioridad política es ponerle límites a las políticas destructivas del macrismo, pensando también en las próximas presidenciales. Por lo tanto parece sensato –desde esa perspectiva- simpatizar ya sea con el esbozo de frente ciudadano con el que hace ya muchos meses bajó línea Cristina o con la frase de Alberto Fernández: “El problema que tenemos se llama Macri”. Eso implica abrir el juego a muchos actores: del peronismo, la centroizquierda, los movimientos sociales. Nada indica que Argentina esté a las puertas de una revolución socialista (si hasta el kirchnerismo le pareció a la mitad del país medio zurdito y montonero), más bien al contrario. Abrirse y pelear contra el macrismo implica comerse sapos. El asunto después es controlar a esos sapos, no indigestarse ni convertirse en ellos.