La oportunidad fue una cena con periodistas en la que fue dando definiciones fuertes y afirmó su voluntad de ser presidente. La relación con el kirchnerismo, una nueva ley de medios y cómo salir de la herencia macrista fueron parte de un menú donde se habló de casi todo.
No comparto la tesis de Laclau de que un gobierno se define por sus enemigos. Se define por sus hechos y, si puede, por sus logros” lanzó Felipe Solá. Por si a alguien no le quedaba claro a qué se refería, reforzó casi sin alzar la voz: “el futuro gobierno no debería buscar enemigos, azuzarlos, sino esperar que le vengan solos, porque le van a sobrar”. Para Felipe, que aspira a ser el próximo presidente, la futura gestión también “debe proponerse cerrar la grieta. Eso no quiere decir dejar todo como está, sino que no debe fogonearla”.
Con esa diferenciación de la gestión cristinista, pero dispuesto a participar de una interna abierta opositora que incluya a la ex presidenta o a sus leales, el ex gobernador bonaerense expuso noches atrás sus ideas. Lo hizo ante medio centenar de periodistas y comunicadores especialmente invitados. En su mayoría próximos al kirchnerismo y muy dispuestos a escucharlo tras su ruptura con el massismo, que sigue poniendo a CFK como un límite de las alianzas. Allí habló de su visión del momento y de su charla con la ex presidenta en agosto pasado, donde le blanqueó sus aspiraciones. Con 68 años cumplidos en junio “es seguramente mi última chance”.
A pocas cuadras de allí, el macrismo imponía su presupuesto en el Senado con respaldo de muchos gobernadores peronistas. “Este gobierno tiene un enorme poder económico, financiero, mediático y por ende político”, comprueba. Cree que no tiene sentido condenar a los gobernadores sino comprender lo que ocurre. “Actúan por temor y se someten con la creencia de que se pueden salvar individualmente”.
La derrota del macrismo en 2019 no está asegurada pese al enorme fracaso de todas y cada una de sus promesas electorales. Para Felipe, las elecciones del año próximo “no son una pelea ya ganada”. Afirma que es el propio gobierno quien difunde encuestas en que CFK aparece ganando. “Es para infundir miedo en los propios y relajar a los opositores”. Cree que es muy positivo que haya muchos precandidatos de la oposición, “porque mantiene la pelota en el aire y fortalece las expectativas de cambio”. Reclama una amplitud sin igual para reunir a todos los opositores. Y hasta cita a Perón cuando en 1973 decía que “grano a grano, me voy comiendo el choclo”.
“Los votos opositores están en todas las provincias, aun en las que ganó Cambiemos por el desencanto y las consecuencias del macrismo”. Pero el futuro gobierno surgirá “con la peor herencia imaginable y será débil frente a esta concentración de poderes con apoyo internacional”.
Invoca su experiencia como gobernador en el polvorín social del 2002 para definir lo que cree prioritario. “La próxima gestión tendrá mil problemas pero deberá concentrarse en un objetivo central que subordine a todos los demás: proteger el trabajo nacional. Un solo objetivo y no muchos”.
Aun con sus divisiones, Solá imagina al movimiento obrero como un componente esencial en la alianza opositora. Pero “hay que recuperar a los sectores medios, que mayoritariamente están en la lona”. Da un ejemplo dramático: “los líderes de los movimientos sociales que marchan a diario me dicen que pareciera que nadie los ve”. Otro tanto con las protestas sindicales, que la prensa adicta al gobierno describe sólo como un obstáculo para desplazarse. “El clima va a cambiar cuando la clase media que se está fundiendo estalle en un cacerolazo. A eso sí que le tiene miedo Macri”. Aunque no lo exprese, el planteo presupone una visión de cómo está conformada “la grieta”.
Felipe no ve ninguna en la eficacia de la nostalgia kirchnerista del “vamos a volver, vamos a volver”. Más aún: desalienta todo programa que se proclame como “restaurador del kirchnerismo”. Y eso no implica mantener los desequilibrios instalados por el gobierno de los Ceos. “Desenganchar los precios de los alimentos de las fluctuaciones del dólar es algo que ya se hizo en Argentina en los años cuarenta (del siglo pasado). Idem con las tarifas.
”El próximo gobierno deberá obligar a los grupos económicos a renegociar. Empezando por el acuerdo con el FMI, que es inaplicable”. Pone como ejemplo la actitud de Néstor Kirchner aplicada en las renegociaciones de la deuda, en el 2005/2007. En cambio, no cree posible restaurar la Ley de Medios derogada de hecho por el macrismo y cree conveniente “trabajar en una nueva norma” que garantice la pluralidad de voces.
El próximo gobierno también deberá poner énfasis en “temas cruciales, como es el de la seguridad” urbana. Reivindica la experiencia de las reformas policiales bonaerenses aplicadas durante su gestión en la provincia. Y evoca la “experiencia exitosa” de las manzaneras de Duhalde en el momento de mayor fragilidad social tras el estallido del 2001. “Esto vale para la seguridad pero también para muchos otros temas: el próximo gobierno deberá empoderar a los sectores sociales para ganar fuerza. Hay que ganar en el territorio y no sólo en el Congreso”.
El próximo gobierno, dice, no se definirá por su relación con EEUU sino por su apego a la prioridad nacional de defender el trabajo nacional y reconstruir el tejido social. Difícilmente volvamos a tener Unasur, apunta. Hay que desideologizar las relaciones internacionales y subordinarlas al objetivo central. Con estas propuestas, dice, ya está caminando el país.