¿Por qué demoró tanto el desgaste del gobierno? ¿Por qué hasta hace unos meses Macri mantenía una imagen relativamente aceptable? ¿Por qué no termina de irse todo a la mierda? Aquí, un repaso de posibles explicaciones.

En estos ya cercanos tres años de sufrimiento macrista hay una sensación que es contraria al bolero que dice Reloj, no marques las horas (Y tu tic-tac me recuerda/ Mi irremediable dolor). El tiempo pasó lento y nos morfamos las uñas y los ahorros durante al menos dos años mirando encuestas que decían que a Macri le iba bárbaro después de las últimas elecciones, que acaso volviera a ganar en 2019 en segunda vuelta. Muy verosímil, dijeron muchos que no supieron prever los efectos de la destrucción social, no solo analistas sino periodistas, medios y –lo peor- lo asumían bajito y temerosos cantidad de políticos opositores. Comenzó a notarse el desgaste al fin, pero a ritmo intolerable de despacioso. Leer encuestas era desesperante: que Macri mantenía un 40% de imagen positiva, que 35, que 30, que 25. Hoy le va para el orto, menos que eso. ¿Iupi?

La realidad se va a imponer, nos decíamos bajito, entre la experiencia de vida y la búsqueda de consuelo. Pero tardaba, la guacha.

Bien, llegó la realidad. Es bueno preguntarse por qué se demoró tanto, si es que perdió el bondi o se levantó tarde. Porque hasta las últimas corridas bancarias el Gobierno más o menos se la bancaba y la sociedad no tronaba y no estallaba el Gran Rosario o el conurbano bonaerense.

Una respuesta central –eso creemos- junto a asuntos que tienen que ver con la disgregación y la pasividad de gran parte de la oposición, es nada menos que la herencia recibida. Paradoja o no: la pesada herencia salvó a Macri de entrar en crisis mucho antes.

Antes de repasar en qué consiste la pesada/ milagrosa herencia, conviene recordar qué herencias recibieron otros presidentes. Alfonsín, la crisis económica de la dictadura, el endeudamiento y un mango partido al medio en el Banco Central. Memen, la híper inflación de Alfonsín, que dejó además aterrada o paralizada a la sociedad. De la Rúa: el endeudamiento multiplicado y otros dramas. Néstor Kirchner, la suma de todos los miedos anteriores, el final del estallido, “más desocupados que votos”. Macri heredó lo que había prometido modestamente Kirchner: “un país normal”, con sus problemitas habituales. Había inflación importante, amesetamiento económico, no mucha plata en reservas, pobreza más alta de lo que el kirchnerismo decía (ahí la pifiaron feo desde Guillermo Moreno a CFK), dificultad para generar trabajo en los núcleos duros de los sectores más pobres. Lo que seguro no es cierto es que hubiera desastre o saqueo.

Un país normal

Lo que sigue será una enumeración rápida de unas cuantas variables que heredó Macri del gobierno de CFK. Se apuntarán sobre todo las económicas y sociales. Luego entraremos en alguna otra cosa más ligadas a la antropología política o algo parecido.

Comencemos por las personas, desde las clases medias bajas para arriba: había un colchón de guita interesante que duró hasta hace poco (y no te digo entre los más pudientes). Se habían registrado niveles de consumo brutales –lo que más o menos habla del famoso mercado interno que hace funcionar nuestra economía-, aquellos niveles de consumo a los que el macrismo respondió con el sambenito que reza “Nos hicieron creer que…” y apagá la estufa, idiota.

Se dijo chau, FMI, y, a las patadas o no, dictamos nuestra propia política económica.

CFK dejó un país altamente desendeudado. Eso no lo niegan ni los economistas parapetados del otro lado de la grieta. Crucial: el pago de deuda e intereses había jaqueado a todos los gobiernos que sucedieron a la dictadura hasta asfixiarlos. Desregular y tomar deuda hasta dejarnos al borde del abismo fue prácticamente toda la política económica de Cambiemos.

Dólar a nueve pesos. Hoy en torno a los 37, 38 y cambiante.

CFK dejó una inflación de más de 27 puntos en el último año de gobierno contra índices de inflación posteriores que fueron brutales. 40,7 en el primer año de la gestión de Cambiemos tras la devaluación que de ningún modo vamos a hacer, querido Daniel Scioli y señores de la campaña del miedo. La inflación proyectada para este 2018 va de 42 a ¿45?, ¿48? puntos. Eso, lo recordaremos eternamente, contra la cifra del 10% aprobada en el presupuesto 2018 y, reconvertida en 15% a los dos días. Luego a 30, 32 en el primer acuerdo con el FMI, fracasado en quince días.

Eternamente recordaremos la frase de Macri: “La inflación no será un problema”. No, lo era para gobernantes bananeros, pero no bananas.

Primero con Lavagna y luego con los tres gobiernos kirchneristas, se establecieron regulaciones y disposiciones –algunas escasas, otras toscas como el “cepo”- para impedir la timba financiera y la fuga de capitales. Hubo fuga de todos modos, no comparable con la de los últimos años.

Hubo incluso disposiciones “didácticas”, aspiracionales o simbólicas respecto del manejo de la guita circulante. En marzo de 2012, se dictó en el Congreso, a instancias del Ejecutivo, la ley 27.739 que incorporó en el artículo 2° de la Carta Orgánica del Banco Central el mandato de apostar al “empleo y el desarrollo económico con equidad social”.

En las arcas de la ANSES quedaron miles de millones que hoy Macri-Dujovne-Caputo-quien-sea se disponen a rifar.

Se exportaba más y más diversificado.

Herencia recibida hoy en revisión: el fondo sojero solidario (creado de emergencia durante la presidencia de CFK junto a unos cuantos cambios en la resolución 125 para que los legisladores aprobaran esa misma medida). Hoy en liquidación, salvo que los gobernadores sean coherentes con sus anuncios de resistir.

Se dejaron fábricas, pymes o al campo laburando con relativa normalidad. Con problemas, pero laburando.

La contención social

Se incorporaron tres millones de jubilados al sistema previsional mediante moratoria hasta lograr una cobertura largamente mayor al 90%, más un sistema de indexación de los haberes que el Gobierno actual se ocupó de estropear con una reforma. Ahí comenzó la caída en las encuestas del gobierno de Cambiemos.

Con alguna demora, cuando el gobierno kirchnerista vio que no conseguía llegar con sus políticas a los núcleos duros de la pobreza o superar las propias marcas en la generación de trabajo en blanco, se diseñaron políticas sociales que ampliaron derechos y paliaron la malaria de los que seguían mal.

Acaso la más importante fue la Asignación Universal por Hijo, esa que todos sabemos va a parar a la canaleta de Sodoma y Gomorra. Cambiemos no se atrevió a tocarla, apenas a recortarla. En estos días –ante la hecatombe- hay anuncio oficial de un doble “bono” para los beneficiarios de la AUH. Ese bono es nada, marketing político. Uno de 1200 pesos y otro de 1500 (recién en diciembre, gastadito por inflación). Total: 2700 pé. Dividido por sesenta días (suponiendo que fueran dos ingresos extra mensuales) la cuenta da 45 pesos por día. La mitad de un kilo de pan.

Como sea, el Gobierno, haciendo un esfuerzo infinito e imaginativo, a la hora en que las papas queman termina usando herramientas populistas K: AUH y Precios Cuidados (con enormes dudas de cómo funcionará). Como se sabe, sucede ídem con las retenciones.

La desocupación en los tiempos finales del gobierno de CFK rondaba los 6 a 7 puntos y pico. Pronto será de dos dígitos, ya lo es en ciudades como Rosario.

Más políticas desagradables del kirchnerismo, ahora recicladas por Cambiemos, las retenciones. Aunque hay que recordar que las que planteó el Gobierno son absolutamente truchas (se licuarán en poco tiempo) y no discriminan entre los complejos cerealero-financieros y una machaza pyme emprendedora, hoy languideciendo.

El macrismo heredó también del kirchnerismo otras barbaridades. Mayor seguridad social para trabajadoras domésticas. Mejores asignaciones familiares. Tarifas sociales que hoy están siendo rebajadas dramáticamente o pateadas en dirección a las provincias (asunto que ahora el Gobierno parece reexaminar para que los gobernadores medien en la aprobación del presupuesto), que no pueden sostenerlas. Lo mismo pasa –poda- con programas como el Progresar.

La herencia heavy incluye grandes obras en proceso de iniciación como centrales nucleares (hoy paradas, tanto como el desarrollo satelital o el trabajo estratégico de los astilleros), así como las represas patagónicas que el gobierno está levantando, para irritación de los chinos y alerta de peligro amarillo. Con los chinos no se jode, aunque somos re desarrollistas y una vez hablamos bien de Frondizi.

La caída de ciertos ministerios estratégicos a la categoría de secretarías es más que un asunto simbólico. Es más que verosímil que pasen a manejar muchos menos recursos.

Dediquemos algún parrafito al ministerio de Salud. Néstor Kirchner y CFK dejaron sistemas de vacunación que fueron ejemplares en cantidad y calidad. Hubo un calendario que pasó de 6 a 16 vacunaciones, hoy en serio peligro (“No nos entregan las vacunas”, dicen intendentes y gobernadores). En diciembre de 2012, Cristina inauguró la primera planta de producción de vacunas y anticuerpos monoclonales, ubicada en Garín. Allí comenzaron a elaborarse por primera vez en el país vacunas antigripales estacionales y pandémicas, vacunas antineumocócicas y anticuerpos monoclonales.

Cristina dejó listos para usar o ya inaugurados hospitales ejemplares como El Cruce, nada menos que en Florencio Varela. Todos están en estado de emergencia, particularmente en la provincia de Buenos Aires que gobierna la hermosa Mariu.

Hubo nuevos programas de salud, incluidos oncológicos y de HIV. Hubo nuevos beneficios del PAMI en la compra de medicamentos y en la diversidad de los medicamentos incorporados. También eso está en zona de alerta.

Se crearon cantidad de universidades públicas, muchas de ellas en zonas desfavorecidas, en donde ingresaron por primera vez hijos de laburantes y de pobres. No, mentira, todos sabemos –lo dijo Mariu- que los hijos de los pobres no ingresan a la universidad. Vade retro, negritos.

Este repaso de la pesada herencia podría prolongarse y mucho. Dejamos para el final un asuntito de fuerte peso simbólico. Y es que si todo esto fuera poco, cuando llegan majestades de los países serios se los convoca a reunirse en el CCK, aquella obra excesiva, faraónica y sospechada. A otros se les cobra entrada, como comienza a suceder en los museos nacionales.

Ídolos.

Por qué no se vino el estallido

Al estallido social, lo hemos escrito varios en Socompa, no lo deseamos. Pero lo tememos. Ha habido semi saqueos puntuales en algunas ciudades y hasta la muerte de un pibe en el Chaco.

¿Por qué no hubo más, dada la malaria?

Por lo sumado antes: una enorme red protectiva heredada del kirchnerismo, colchón, etc.

Pero hay más explicaciones posibles que tienen que ver con las redes territoriales construidas desde abajo y emparentadas no solo con el kirchnerismo sino con el estallido del 2001. Algunas de esas redes o muchas son incluso autónomas de la enfermedad kirchnerista.

Ahí están todavía las cooperativas y planes de trabajo en los barrios que, aunque manejados a veces a los ladrillazos durante el kirchnerismo, crearon sistemas de solidaridad territorial. Decía Juan Grabois en un programa de televisión que esas redes territoriales –aunque están muy lejos de poder pelearle al drama social- explican en parte la ausencia de estallidos. Decía también que la política partidaria territorial (“barones”, punteros, unidades básicas o comités) ha perdido presencia local y en todo caso los punteros hoy son pobres mercenarios sin incidencia política.

Los municipios kirchneristas y algunos de los massistas son los que más están bancando la parada mediante la multiplicación de comedores, entrega de bolsones de comida o ropa. Denuncian a la vez que ni la gobernadora Vidal ni el Gobierno nacional ayudan con la emergencia (al contrario: si se trata de municipios K no entregan ni comida, ni fondos y además retiran policía).

Más explicaciones verosímiles de por qué el gobierno de Cambiemos no comenzó a hacerse percha antes.

Macri heredó también –tuvo esa “fortuna”- lo que este escriba previó o temió en los años en que trabajaba en el dominical Miradas al Sur: una desbandada del kirchnerismo, retirada desordenada, con una líder súper erosionada por el accionar mediático, con el que el macrismo y otros espacios políticos operaron en fina sintonía. Por supuesto: el macrismo heredó también los defectos y carencias del gobierno de Cristina, más las denuncias de corrupción real o presunta. A través de CFK como demonio y de los ataques sistemáticos al kirchnerismo, con base en una cultura antipolítica que existe aquí desde hace décadas y en todo el mundo, hubo un enorme desgaste simbólico de las mejores políticas K. El macrismo le opuso otros discursos e imaginarios.

Hoy se gasta al macrismo, se lo chicanea, diciendo “se creyeron los reyes de la comunicación”, como si eso no hubiera sido así, como si no hubieran sabido hacer una excelente comunicación dirigida a ciertas (y amplias) zonas grises de la sociedad no solo hastiadas del kircherismo sino antipolíticas, virulentas, individualistas, simples.

En una vasta operación cultural exitosa con base en los medios, el macrismo trocó los excesos épicos del kirchnerismo por alegría, Patria por “desarrollo personal”, próceres por animalitos originarios en los billetes, cepo por fuga, nueva malaria por “se robaron todo”. Todo eso y pesada herencia. De nuevo: fueron hábiles y exitosos en esa materia, ahora que les va mal a ellos no nos hagamos los vivos negándoles méritos.

El macrismo tuvo éxito al dirigirse a la salvación individual y el emprendedurismo versus las políticas estatales. Nada de sociedad o sujetos colectivos, “trabajadores”, fábricas.

El macrismo puede que sea exitoso también –hasta el día de hoy- con su política de miedo y represión, muertes incluidas, como las de Santiago, Nahuel, el pibe del Chaco, o “la guerra de guerrillas” a la que aludió Yo, la Peor de Todas, Patricia Bullrich. No sabemos a cuánta gente paralizan de modo de no sumarla a un conflicto social o a una movilización. Sí sabemos que asustan a los que temen a los piqueteros, estatales, obreretes, morochadas, laburantes del común, fieritas o choriplaneros.

Escepticismo, anomia, antipolítica, individualismo, desconfianza, insolidaridad, exculpación, miedo, resentimiento, prejuicios. Son todos valores que hasta ahora el macrismo venía manejando bien.

Aunque se trate de valores algo inasibles, “culturales”, hacen de colchón contra la bronca o el estallido tanto como los datos duros que se describieron en la primera parte de esta nota.

El tiempo de la bisagra ya pasó. Lo que viene es más sufrimiento e incertidumbre con la única ventaja de que se hace difícil pensar en una reelección del candidato que sea de Cambiemos. Pero falta mucho para las elecciones. Es insoportable lo que falta mientras nos cagamos de bronca y de angustia. Varias de las últimas notas de Socompa hablan de eso. Pónganse a revisarlas y crucen los dedos con nosotros.

A esta terapia entre ustedes y Socompa le falta mucho.