Durante su visita a nuestro país, el expresidente dialogó en exclusiva con Télam y la TV Pública, ocasión en la que hizo referencia a los desafíos que enfrenta la región. “No hay que entregarse, no podemos desistir jamás”, aseguró. (Foto de portada: cortesía Ricardo Stuckert vía Telam).

Ignacio Lula da Silva es una de las grandes figuras latinoamericanas. De las que marcan no sólo un pensamiento, sino que definen la historia. Hoy representa, entre muchas otras cosas, la gran lucha contra la desigualdad en un mundo cada vez más desigual e injusto, y también la ética, la fortaleza, la superación en términos humanos. Su figura es sinónimo de esperanza para millones de brasileras y brasileros, según lo demuestran las encuestas en su país. Pero él no habla de candidatura aún.

Mientras tanto camina y construye acuerdos en Brasil y en el mundo. Su reciente gira europea lo demuestra. Como lo confirma su intensa visita a la Argentina que concluyó con esta entrevista exclusiva para Télam y la TV Pública, poco antes de regresar a su tierra.

¿Qué hacer en la etapa que viene? ¿Cómo imaginamos el mundo pospandemia? ¿Cómo imaginamos que la región más desigual del planeta, que es América Latina, puede sortear esta historia y este destino y proyectarse para adelante?

Lula da Silva, dos veces presidente de Brasil, reflexiona ante los medios públicos de la Argentina sobre estos temas y otros. En sus respuestas hay lugar para la autocrítica, pero sus palabras hablan más de futuro que de pasado. Así lo dice: “Tengo un enorme deseo de recuperar a Brasil”.

-¿Cuáles son sus prioridades y cuál va a ser su rol en este decisivo 2022?

-Mi papel es intentar organizar las fuerzas de izquierda y las fuerzas democráticas con el objetivo de terminar con el actual gobierno de extrema derecha. Aunque en realidad Brasil no tiene gobierno. Tengo un enorme deseo de recuperar a Brasil. Cuando yo gobernaba, era la sexta economía del mundo, crecía de manera extraordinaria, generaba muchos empleos y las personas eran felices. Y eso vale para Brasil y para América latina. Si soy candidato y gano las elecciones intentaré reorganizar a Sudamérica porque hay algo sagrado: tenemos que convenceros de que individualmente nosotros somos frágiles y débiles. Tenemos que unirnos en un programa de desarrollo, involucrando a universidades, empresarios, sindicatos, y creando instituciones multilaterales fuertes, para hacer un contrapeso a la guerra fría entre Estados Unidos y China. Debemos recuperar posibilidades y hacer diferencia como bloque. Sueño con eso.

-¿Cuáles serían las bases de esa alianza para Brasil y cuáles los límites?

-Los límites a la construcción de esa alianza es la defensa de los principios democráticos. Y la alianza se construirá en base a un programa que despierte en el pueblo trabajador la seguridad de que la economía va a crecer y que tendrá más empleo y que va a disfrutar los beneficios de ese crecimiento. Yo tengo un compromiso. Sé que es una gran responsabilidad porque si vuelvo a ser presidente debo hacer más de lo que hice y también más de lo que fue mi contribución a la integración de Sudamérica.

-Para los sectores progresistas, América latina es hoy una región en disputa, que presenta señales esperanzadoras. En este contexto, ¿qué políticas estructurales piensa para el largo plazo y cuáles son las coyunturales?

-En el comienzo de mi gobierno (por el año 2003), la gran discusión que había en América del Sur era la implementación del ALCA. Pero no era posible aceptar el ALCA porque no tenía en cuenta a los países más chicos, era casi un acuerdo netamente entre la industria brasileña con la industria norteamericana. En aquel momento, todo el flujo comercial con Argentina era de sólo 9000 millones de dólares. En el 2011 nosotros ya teníamos 39.000 millones de dólares (de flujo comercial con Argentina), o sea 30.000 millones más. Y ahora sólo tenemos 16.000 millones. Es muy poco. Es necesario que los países más grandes ayuden a los países más chicos facilitando el comercio, haciendo que las empresas puedan instalarse en los países, y producir para exportar para nosotros mismos.

-Una alianza electoral no es lo mismo que una coalición de gobierno. ¿Cuáles serían los ejes de esa coalición a la hora de gobernar?

-Yo tengo un problema. Sólo puedo volver a ser presidente de Brasil para mejorarle la vida al pueblo. Tengo que crear más empleo, terminar con la desigualdad. Ya lo hicimos una vez y podemos hacerlo de nuevo. Tengo un lema: una cosa es poco dinero en la mano de muchos, eso se llama distribución de riqueza; otra cosa es mucho dinero en la mano de pocos, se llama concentración de la riqueza. El éxito de Brasil y de la Argentina es hacer que los pobres tengan recursos para que se conviertan en trabajadores y consumidores, y cuando el pobre se convierte en consumidor, cuando puede comprar comida, ropa, un auto, y la economía avanza. Los pobres son la solución, no el problema. Tengo esa misión en mi consciencia. Mejorarle la vida del pueblo. El pobre tiene que estar en el presupuesto. Cuando el Gobierno se sienta en la mesa para elaborar el presupuesto tiene que saber cuál es la parte de los pobres. Porque si se lo deja a lo último, esperando ver lo que sobra, no va a sobrar nada. Sé que si gano las elecciones voy a tener un año para trabajar con Alberto Fernández y vamos a poder probar que seremos capaces de presentarle al mundo una propuesta de desarrollo que pueda darle dignidad a nuestros pueblos. Tenemos que crecer haciendo que el pueblo crezca. Nadie quiere que las personas permanezcan como pobres, lo que nosotros creemos es que salgan de la pobreza, se conviertan en clase media y puedan consumir lo que producen. Ese es el sueño de todos y es mi sueño.

-¿Cómo se resuelve esta tensión entre la revolución tecnológica y la creación de empleo en el marco de un modelo inclusivo?

-Cuando se habla de la industria digital todos saben cómo funciona eso. La industria de datos en el mundo hoy está entre EEUU y China: ellos tienen el 90% de las informaciones de esta industria, que transformará a los seres humanos en algoritmos. O sea, van a decidir muchas cosas por nosotros. Van a pensar por nosotros. Eso es muy malo y muy desagradable. ¿Qué debemos hacer? Argentina, Brasil y los países de la región debemos juntar las universidades, reunir a los empresarios y a los gobiernos para intentar asumir los desafíos del nuevo empleo que tenemos que crear.

-¿Cuál es el mensaje para los jóvenes, que están desesperanzados por la situación anterior al coronavirus y que se profundizó por la pandemia?

-Tengo miedo de no tener el mensaje correcto, porque no es fácil. La única cosa de la que tengo certeza es que tenemos que colocar a la sociedad dentro de la economía y dentro del presupuesto. Tenemos que creer en la formación profesional de la juventud. Fomentando el crecimiento económico se pueden generar las oportunidades de empleo que tenemos que crear. Las universidades van a tener un rol en la redefinición de la empleabilidad de la juventud, que hoy está desesperanzada. Tenemos que tener la humildad de reunir a todos los sectores de la sociedad e intentar ofrecer a esta juventud la seguridad –ya no la esperanza, la seguridad- de que tendrá un futuro con formación profesional. Si esto no es así, no vamos a tener salida en el corto plazo para lidiar con la juventud argentina, con la juventud brasileña, que está muy carente y muchas veces muy desesperanzada.

-Tuvo logros en sus mandatos, pero después el establishment brasileño se unió para que no tuviese una tercera presidencia. ¿Qué cambió para que ahora sí tenga chances?

-La sociedad brasileña hoy en día sabe que un juez brasileño, junto a una parte del ministerio público, se unieron al Departamento de Justicia de Estados Unidos para intentar hacer una política de destrucción de aquello que era el éxito de Brasil: Petrobras. Porque habíamos descubierto la mayor reserva de petróleo del siglo XXI y habíamos decidido que el petróleo era del pueblo brasileño. Pero las petroleras del mundo no lo aceptaron nunca. Otro objetivo fue nuestra industria empresarial de ingeniería, que estaba ocupando un espacio extraordinario en todos los continentes. Cuando yo gobernaba, Brasil tenía una industria naviera que tenía 3000 trabajadores y pasó a tener 82.000 trabajadores y se destruyó, para comprarles barcos a China, a Corea, a Singapur. El PBI industrial de Brasil era del 30%, hoy en día es de sólo el 11%. Como Argentina, Brasil también está desindustrializándose, y cualquier acuerdo con la Unión Europea va a ser posible si los europeos reconocen que Argentina, que Brasil, que Bolivia, que Uruguay, que Paraguay, que todos estos países tienen el derecho de industrializarse para poner más valor agregado a lo que producen.

-En la CGT, usted contó que sólo tres diputados en Brasil representan al Movimiento Sin Tierra mientras 300 legisladores a los empresarios rurales. ¿Cómo se logra que la representación social se convierta en representación política?

-Para tener un gobierno progresista es necesario que le digamos al pueblo de manera sistemática que es necesario que el voto sea más o menos combinado. Entonces, si vos votás un Presidente de la República y creés en ese Presidente, tenés que votar en el Congreso que piense más o menos de la misma manera, porque si no las ganas del Presidente no solucionan el problema.

-¿Cómo se sintió en la Plaza de Mayo y cómo se sintió en la visita a la CGT?

– Hay algo que yo quería decir es que es necesario sacar la palabra “desistir” de nuestro diccionario. No podemos desistir jamás. Nosotros tenemos que creer siempre. El ser humano tiene que volver a creer que puede hacer las cosas. El Gobierno debe levantarse pensando “puedo hacer las cosas”. No tenés que entregarte a los razonamientos “ah, está difícil, no puedo hacer nada”. Así es mejor ni levantarse de la cama. Yo eso lo aprendí mucho con mi madre. Jamás desistió. Y en la Plaza de Mayo sentí una alegría inmensa porque hacía mucho tiempo que no hacía una actividad en una plaza pública. Visitar la Casa Rosada fue mi primera aparición pública y fue realmente muy impresionante. Me vuelvo a Brasil con la seguridad de que vamos a encontrarnos Brasil y Argentina. Ambos países merecen crecer y, para eso, deben estar juntos. Cuando Brasil y Argentina se encuentran, ayudamos a Sudamérica y a América Latina.