De pronto Corrientes se puso a bailar. Coreografía y ritmo para que Cambiemos pierda también en la ciudad que los vio nacer. Los organizadores cuentan cómo se armó todo y lo próximo que se viene.
El Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, sabe que debe sonreír pero no puede y le sale lo que puede, que no es mucho. Larreta, igual que Jair Bolsonaro, igual que Miguel Pichetto, igual que Patricia Bullrich, no sabe sonreír. Pero todos ellos creen que deben hacerlo porque se supone que el fin de la política es la felicidad de las mayorías. Y, en consecuencia, que cualquiera encara la gestión pública con la alegría de estar haciendo lo que se debe hacer.
Varios de los funcionarios de este gobierno ríen honestamente. Porque cumplieron con su objetivo: concentrar la riqueza. Pero se complica sonreír cuando el motor del neoliberalismo es el miedo. Miedo a que te maten, miedo a que te despidan, a enfermarte y que no haya alcohol en el hospital, a que te acusen de vagancia por no encontrar empleo, a que te impongan un salario por debajo de la inflación. A que te extorsionen.
El viernes hubo fiesta en el club de cumbia local. En rigor, fue en la calle Corrientes peatonalizada a las trompadas. Y no fue casualidad que la fiesta se hiciera en esa zona del centro porteño en el que el GCBA sacó a todas las personas en situación de calle para hacer la inauguración de la calzada. Una inauguración con sonrisas para la foto, que fueron otra abominación: una vez terminada la felicidad forzada, la calle volvió a estar más triste que antes, con sus teatros cada día más pobres, vendedores ambulantes corridos a palos, negocios vacíos, locales en alquiler. Pero el viernes hubo fiesta de verdad. Fiesta posta. Una fiesta cortita, que duró unos minutos. Pero que todavía está sonando en los oídos de todos. Y que promete extenderse. Que genera esperanza.
Ninguno de los organizadores del evento se imaginaba una respuesta tan poderosa. En la noche del viernes, pocos minutos después de finalizada la joda, ya había millones de videos en las redes que testimoniaban “el bailecito”. Los responsables de tal movida son un colectivo de activistas, artistas, centros culturales, grupos de vecinos que vienen, desde hace un tiempo, dando forma a una campaña que se propuso la consigna “Si vos querés #MacriYaFue”. Y venían trabajando en silencio. Por eso la sorpresa. “El anonimato no es por miedo a los aparatos -dice uno de los integrantes del colectivo que pide reserva de su nombre para honrar el acuerdo-. Es, precisamente, porque una de las potencias que tiene la campaña es que no hay sellos, y entonces se la pueden apropiar todos los que compartan la idea de que se tienen que ir Larreta, Vidal y Macri”.
El flashmob (nombre con el que se conoce a las acciones públicas con rápida dispersión basadas en la comunicación instantánea) había comenzado a las 19.15. Con una “coreo” muy estudiada, cientos de personas bailaron lo que veinticuatro horas después, fue un éxito rotundo. La cumbia de #LarretaYaFue.
Como una forma de romper esa imagen de invulnerabilidad que el gobierno había construido con apoyo de los medios, el Si Vos Querés Macri Ya Fue empezó a ganar lugar. “La idea era producir un acontecimiento antes de las PASO, y lo primero que hicimos fue El Proyectorazo, un evento en el que proyectamos la consigna en unos cuarenta espacios y edificios de la Ciudad”, dice otro de los integrantes del colectivo. “Después de las PASO, vimos que efectivamente, Macri Ya Fue, y que había que centrarse en las elecciones porteñas”.
Los primeros que vieron los videos del baile en plena Corrientes se empezaron a preguntar ¿Cómo no me enteré? ¿Dónde se publicó que se haría esto? Algunos se preguntaban ¿cómo es que todos saben la coreo? La estrategia de viralización había triunfado.
Si bien la mayoría de los organizadores va a votar por Alberto Fernández y Matias Lammens en Nación y Ciudad respectivamente, la consigna central no es apoyar a un candidato determinado sino emitir un voto de cuestionamiento profundo al oficialismo cambiemita: “El blindaje mediático de Larreta se rompe en la calle. No es una campaña de medios de comunicación. Es gente en la calle para recuperar el espacio público, que llega a los medios y vuelve a la calle con las iniciativas y las particularidades de quienes lo hacen propio”.
En la noche del viernes escribieron mas de mil personas a una dirección que habilitaron los organizadores de la campaña. “Nosotros les brindamos las herramientas: el audio, la gráfica, la consigna y un video con el tutorial para que se aprendan la coreografía”. El bailecito, dicho sea de paso, satiriza el baile que hizo Mauricio Macri en el balcón de la Casa Rosada el día de su asunción. ¿Fue cuatro años o un siglo atrás? A esta altura poco importa. La medida del éxito de la campaña es que ya apareció el video que compagina la canción antioficialista con la imagen del ahora declinante presidente bailando. Y decenas de memes.
”Nos apoyamos mucho en el factor sorpresa -dice el integrante anónimo- lo que queremos plantear es que no sólo hay que recuperar la ciudad sino también el discurso sobre la ciudad: Somos gente bailando. El gobierno plantea una crisis de angustia, de emergencia e incertidumbre y nosotros planteamos que no vamos a entrar en esa lógica y que vamos a seguir alimentando la idea de que la política esta vinculada a alegría”. Algo de esto ya había pasado con lo que se recuerda como “el hit del verano”: la canción-insulto a Macri que nació en las canchas. Para muchos, fue la primera rajadura en la imagen ganadora que el macrismo vendía a través de los medios. Y, otra vez, fue en el mundo real, no en las pantallas. Tanto es así que las siglas MMLPQTP son fácilmente reconocibles por cualquiera. Y el sábado, después del bailecito, se volvió a cantar en las canchas.
La letra de la canción fue escrita por el colectivo #MacriYaFue y musicalizada por el grupo de cumbia Sudor Marika. Aquí el texto.
Ya no llego a pagar el alquiler
No sé qué hacer no sé qué hacer
Todo el día laburando y laburando
Encima subió el bondi y me están precarizando
Que la playa ya no sea un privilegio
Quiero vacaciones cuando termine el colegio
No endeudarnos para pagar la boleta
¡También es responsable de esta miseria Larreta!
Macri ya fue
Vidal ya fue
Si vos querés
Larreta también
Hoy cerró su negocio el vecino
Aunque te guste o no, este gobierno es asesino
No les creas, lo que dicen es un cuento
Yo sé bien que a mi abuela le faltan medicamentos
¿Y qué me importa a mí la bicisenda?
Mientras haya hambre en el país esa es la urgencia
La alegría es del pueblo y va a volver
por eso en octubre ya sabes lo que hay que hacer
Macri ya fue
Vidal ya fue
Si vos querés
Larreta también
Esto no termina acá. El próximo viernes está convocada una constelación de bailecitos en todos los barrios porteños.
En el informe Mundial sobre Felicidad que la ONU elabora desde hace años, Argentina cayó 18 puestos en 2019 respecto de 2018. Más allá de las discusiones sobre las variables a tener en cuenta para medir ese sentimiento que, como decía Vinicius, es una cosa loca y muy delicada, está claro que no es con marketing, globos y maceteros que se construye.
Todavía no hace dos meses, una ola de frío despertó el sentimiento de piedad de los porteños por la gente que vive en la calle. En esos momentos nos enteramos todos de que la cantidad de personas sin hogar había crecido dramáticamente y que la ciudad más rica del país solo tenía para ofrecer unos paradores tan deficientes que la gente prefiere dormir en la plaza antes que allí. “Si les damos un parador con mayor dignidad se van a venir todos los cirujas del mundo a vivir a Buenos Aires” escribió un tuitero olvidable. O quizás fue un troll. En la misma lógica de frases históricas como “se embarazan para cobrar planes” o “hay que enseñarles a pescar en lugar de darles pescado”, el facho criollo culpabiliza al pobre por su condición de pobre. En un modelo económico que no garantiza el pleno empleo y que, por definición, supone una gran cantidad de pobres, sostener esos discursos implica almacenar en el alma una gran cantidad de odio y resentimiento. En esas condiciones es imposible sonreír con honestidad.
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