Cristina propuso un cambio de retórica sin dejar de ser ella misma. Nada de largas parrafadas, un discurso a escala humana y una enorme convocatoria que ni TN pudo ignorar, pese a que no se habló de candidaturas Una historia que parece querer seguir. (Foto: Miguel Martelotti)
En la previa, como para ir apurando el cierre y entrega de esta nota, uno había escrito unos pocos apuntes. El primero: que la noción y convocatoria a un “frente ciudadano” CFK la tenía clara desde hace tiempo al punto que le dio forma en aquel primer y ya viejo acto bajo la lluvia frente a los tribunales de Comodoro Py, cuando fue llamada por el compañero magistrado Claudio Bonadío. Unidad es una palabra cara y abusada por el peronismo, que suele incumplirla. Pero esta no es una “unidad” alusiva a peronistas –puede serlo circunstancialmente con el caso Randazzo- sino que intenta abrir al grueso de la sociedad, aquello que al kirchnerismo de los últimos años le costó tanto.
Unidad “ciudadana”, además. Otra clara muestra de intento de apertura discursiva. Cualquier cosa –exagerando- puede caber en el imaginario y el lenguaje peronista pero no ciudadano. “Ciudadano” da liberal, da ONG, hasta da macrismo (exagerando). Incorporar ese valor “liberal” es más que interesante.
La previa, los apuntes. Nos habíamos preguntado si –acaso a contramano de sí misma- Cristina iba a descristinizarse (vaya neologismo) con el objeto de abrir e interpelar mejor a más sociedad. O sea: si iba a ser menos dramática, menos intensa, menos “ideológica”, menos cerrada, menos Evita, más accesible. Si iba a intentar el difícil equilibrio de ser más suave sin dejar de ser todo lo duro que se debe ser con las políticas macristas (allí donde Randazzo es una versión masculina de aquella película española Habla, mudita).
Las primeras pistas de que podría ser así las dieron las informaciones de los medios.
*El pedido de “llevá tu bandera”, no queremos bombos ni pancartas de agrupaciones en este acto.
*Que el escenario iba a ser un suerte de T (a lo Sergio Massa) para dar “más moderno”. No fue una T, fue una suerte de cuadrado igualmente novedoso, con la superficie aproximada de un cuadrilátero de box. Ella en el centro.
*¿Pesaría la novedad de la reincorporación de Pepe Albistur en la puesta en escena? No sabemos hasta dónde pesó. El tipo maneja algunas astucias (cierta modernidad entre ellas). También es definido por alguien que trabajó con él más como un buen productor que como un buen asesor en comunicación.
*Ya en la previa-previa, siguiendo el acto por YouTube: una locutora menos apasionada, más serena.
De movida parecía que este acto no repetiría los vicios de lo que un posteante de FB –lamento no recordar quién fue- llamó con justicia “los patios endogámicos”, cuando Cristina parecía hablarle en la Rosada no a un país sino a La Cámpora.
*Clarín informó horas antes que no se permitiría el ingreso de cámaras de televisión. Qué pifia espantosa si va a ser así, pensó el que escribe, de parte de los organizadores. Y no fue así. Volvió la cadena nacional.
Te boxeo en calzas
Volvió la cadena nacional y el acto –o mejor, el discurso, en primera síntesis- fue extraño para ser protagonizado por Cristina. Porque fue breve. Porque fue distinto. Porque no contuvo largas secuencias argumentativas y cuando las consignas de la gente la interrumpían, Cristina apenas perdía el el hilo de lo que estaba diciendo. Porque (si el que escribe no se equivoca, pura interpretación personal) fue superador de otros modos discursivos. Porque se repitió varias veces la Gran Alfonsín (“Un médico ahí”). Y fundamentalmente por la subida al escenario de los “agredidos” por las políticas macristas, un hallazgo comunicacional que retomaremos.
“Unidad nacional”, fue lo primero que dijo Cristina. “Unidad nacional (no de los peronistas sino) de todos los argentinos y argentinas”. Unidad contra “la agresión neoliberal”. El primer “Te amo, Cristina”, demoró cinco segundos.
En calzas, sencillita, onda estoy de vuelta de todo, Cristina hizo lo que sólo saben hacer los líderes: sorprender. No empleó ni largas parrafadas ni su conocido estilo casi ensayístico, híper racional (aunque domina el emocional también). Fue a lo cotidiano (a los estragos de lo cotidiano del macrismo) sin dejar de ser ideológica. “Todos los argentinos” porque no importa de qué partido sos cuando vas al súper y te aterrás por los precios, o te llega el tarifazo o el telegrama de despido. “¡Dónde se ha visto una deuda por cien años!”, dijo, pero sin entrar a hacer disquisiciones de economía política. Hubo menciones (a lo Macri con “Pedro”) de lo que acababan de decirle la jubilada, el desempleado, el pyme. Y la frase esperada: “Claro que tenemos pasado. El problema es que no tenemos futuro”. O dicho al reprimir unos chiflidos: “Ssshhh. Nosotros a ayudar y a construir. Que para destruir ya están ellos”.
Esto es lo que todos pronostican para la campaña: Cambiemos tratará de asustar con el pavoroso pasado kirchnerista. La oposición (de todo tipo) intentará salir de esa encerrona.
Campaña con reality
De pronto, parecía que recién empezaba, Cristina dijo “para terminar” y se percibió como un susto o una decepción en las tribunas y en el campo. Como aquellas peleas en las que Myke Tysson te cagaba la vida porque las terminaba en el primer round. Pero no. Faltaba el hallazgo.
El hallazgo (con timidez e indirectas lo reconocieron hasta en TN) fue el hacer hablar a los “agredidos” por las políticas oficiales. De modo que Cristina de algún modo no fue “la única oradora”. Los otros oradores fueron las víctimas, pueblo llano, gente común y corriente y no particularmente elegidos entre aquellos sectores que para muchos espantan votantes. No. Fueron primero las investigadoras del CONICET que se quedaron sin beca. Luego los pibes que debieron dejar el secundario. Y así: el que perdió el plan Progresar, el que se quedó sin sus cuatro luquitas por discapacidad, el jubilado sin remedios, la directora de escuela, la testigo del crecimiento/no abasto de los comedores escolares, el comerciante y el dueño del club que no pueden pagar la luz, el panadero que tuvo que vender la maquinaria aun flamante, los PYMES que tuvieron que achicarse. Y “el 2×1, por Dios!”, como para no perder identidad, o recordarla: derechos humanos en la agenda.
Lo cotidiano. La cercanía. “La gente” común de carne y hueso. Todo expuesto con menos necesidad de sobreideología, con humanidad, con sencillez. Este es el oxímoron que algunos reclamábamos: un Durán Barba del palo, algo que no encontrábamos. Un modo de comunicar más próximo y que interpele mejor, sin necesidad de grandes ensayos, ni épicas, y sin grito. Cristina creció en el acto de Sarandí sin dejar de ser ella misma.
Cadena nacional de ex presidenta en calzas. TN durante largo rato apenas si pudo contrabandear un humilde zócalo que decía “Cristina en el ‘Julio Grondona’”, que sonaba feíto. Al minuto que tomé ese apunte TN cortó la cadena y pretendió cubrir la marcha pro CFK en cana. Tuvo que volver a la cadena nacional.
El contraste presunto (y ojo que solo hablamos de fotos fugaces, no de procesos) es el que sigue. Por la mañana Macri se había mostrado solísimo (sus votos no se expresan casi en el espacio público, no lo necesitan tampoco) en el monumento a la Bandera de Rosario. Frío, vallas, mucha seguridad y una suelta de globos de los que colgaba el reclamo por la libertad de Milagro Sala. Ese día y el anterior fue la foto de María Eugenia Vidal por las redes saludando a nadie en Mar del Plata, para anunciar metrobús y antes escrachada por un grupo de docentes.
Por ahora esa ausencia de calle, de barrio y de cancha en el macrismo no parece determinar demasiado. Sí en cambio es sugestivo que las cadenas noticiosas del cable (y hasta Clarín apurando bellas galerías de imágenes en la previa del acto de Sarandí) siguieran el acto casi se diría que con prudente respeto.
El que escribe se puso a darle forma a esta columna cuando los periodistas de TN balbuceaban. De nuevo: pareció notárseles alguna sorpresa, una leve incomodidad, casi un respeto.
Pero, de nuevo, hablamos de fotos. Por unos pocos días Cristina se las ingenió también para permanecer en el centro del cuadrilátero haciendo un gigantesco olé respecto de su propia candidatura, todo intriga.
En cuanto a Randazzo, silenzio stampa a doble vía.