Las calles aledañas al Congreso Nacional se poblaron de postales de un tiempo que parecía definitivamente enterrado en la Argentina. El relato en primera persona de un cronista de Socompa.
Eran las 14.30 cuando Carlos Acuña, uno de los triunviros de la CGT, se retiraba de la marcha al Congreso por la calle Hipólito Yrigoyen. En ese mismo momento la Gendarmería descargaba la represión sobre manifestantes y sobre algunos diputados, como Mayra Mendoza, que terminó muy lastimada, como lo muestra un video que se hizo viral y que muestra también a la legisladora Myriam Bregman, del FIT, asistiéndola.
Toda una postal. La CGT se retiraba mientras los manifestantes y un sector del arco político resistían.
No es cuestión de cargar responsabilidades políticas sobre Acuña. No es el objetivo de esta nota, sino contar la primera impresión de una marcha que fue el inicio de la resistencia a las políticas de ajuste del gobierno que encabeza Mauricio Macri.
Tan sólo algunos pocos creíamos que la concentración de hoy iba a ser sin incidentes y que la ley se aprobaría en medio de un escándalo pero se aprobaría. El resultado de las elecciones, hace apenas algunas semanas, ameritaba pensar así.
Sin embargo, una vez más, la resistencia popular torció el rumbo de la historia. Al menos por unos días.
Lo que se vio en la Plaza del Congreso fue muy variado. Es verdad que estaba vallado y es verdad, también, que los manifestantes no pudieron llegar hasta el Parlamento. Pero el gobierno se equivocó, una vez más, al evaluar la situación política y social.
Decidió reprimir violentamente, no dejó llegar la gente hasta el Parlamento y terminó incendiando y bombardeando lo poco que tenía a favor al momento de votar el proyecto de ley de reforma previsional.
Pero, además de vallado, el Congreso estaba rodeado. Había manifestantes sobre Rivadavia, sobre Callao y sobre Entre Ríos, pero lo más fuerte estaba sobre Avenida de Mayo y sobre Rivadavia.
Unos enfervorizados militantes del sindicato de repositores avanzaban sobre Rivadavia; eran pocos pero se hacían oír. Un cartel de “personal de Easy” más las siglas de la organización sindical daban cuenta de la procedencia de esos manifestantes.
En tanto, sobre Callao, algunos militantes del PTS hostigaban verbalmente a los gendarmes, sin intentar pasar las vallas en ningún momento.
Ya sobre Rivadavia y Avenida de Mayo se vio lo más nutrido de la concentración. Una importante columna del FIT avanzaba y retrocedía conforme los uniformados tiraban gases. En un determinado momento este cronista contó más de 30 disparos de gases lacrimógenos. El aire, en esa zona, era irrespirable. La mayoría de la gente, no manifestantes, empezaba a sentir los efectos y circulaban con remeras, camisas y lo que tuvieran a mano para taparse la cara y neutralizar el daño.
Desde Saenz Peña hasta la Avenida 9 de Julio lo que se vio fue lo más importante de la concentración. Cuatro cuadras compactas de militantes sindicales, identificados con la bandera de su sindicato, acompañados también por algunos partidos como Patria Grande. La composición llamaba la atención, era toda gente organizada, humilde y muy combativa. Nadie sacado de las casillas, todos marchando con tranquilidad.
Esa organización fue lo más fuerte de la marcha y lo que, tal vez, terminó torciendo el brazo del Gobierno. Por primera vez una parte del movimiento obrero organizado, sin la CGT, decide salir a la calle y resistir la política del gobierno de Cambiemos.
Sobre la avenida Entre Ríos, en cruce con Hipólito Yrigoyen, la situación no era diferente, sólo que en esa zona era directamente imposible avanzar por los gases lacrimógenos. Se veía mucha gente descompuesta y, acá sí, algunos activistas sueltos que rompían algunas vidrieras o incendiaban el mobiliario. Al poco tiempo, sobre Entre Ríos, la policía apareció por detrás, se mezclaba con los pocos manifestantes y eran hostigados. Quienes estaban cerca de las vallas quedaron encerrados entre la Gendarmería y la Policía Federal.
Luego pasó lo que tose vio por televisión. Una represión que duró varias horas, aun cuando muchos sabían que la sesión había fracasado.
La situación política dio un vuelco con esta marcha. La resistencia se trasladó a Buenos Aires y, ya se sabe, acá todo se magnifica. La represión fue violenta pero controlada, los responsables se cuidaron muy bien de controlar a los desbordados que podían llegar a asesinar a alguien, como pasó ya con los mapuches.
No obstante, fuentes policiales consultadas por Socompa aseguraban que toda la policía estaba acuartelada y fue convocada de urgencia al Congreso. Eso daba una idea de lo que esperaba el Gobierno.
Está más que claro que el tiro le salió por la culata al oficialismo. Lo único que logró militarizando el Congreso fue perder lo poco que tenia conquistado entre los diputados. El Frente Renovador, por caso, muchas veces acusado de pro oficialista, terminó casi en unidad de acción con el Frente para la Victoria, o sea con el kirchnerismo que tanto criticó en otras épocas.
Adentro del Palacio, mientras tanto, ocurría lo que vimos en varios videos y fotos; pero esta vez intervino otro actor político, los trabajadores movilizados. No es casual que la CGT, tan afecta al diálogo, haya tenido que amenazar con un paro. Es que sus dirigentes corren el riesgo de terminar conduciendo un organismo sin representación ni conducción política.
Los dirigentes sindicales, todos, tendrán que evaluar muy bien sus próximos pasos. Esto no fue sólo un toque de atención para el gobierno, sino para todo el arco político. Por eso los reacomodamientos de última hora que vimos.
El kirchnerismo y la izquierda se postulan para dirigir la resistencia. Habrá que ver hasta dónde llegan y si en algún momento habrá unidad de acción, tanto en el Congreso como en la calle. En los hechos ya está dado. Un sector de la población se opone al gobierno y toda su política. Sólo le falta encontrar la dirigencia que lleve a buen puerto esa oposición.
El Gobierno, mientras tanto, jugó sus cartas. Necesitaba ganar las elecciones para aplicar esta política y las ganó. Pero esa es otra historia. Sobre todo cuando la calle es la que decide.