Hablaron las espadas del gobierno, anunciaron calma chicha y los viejos y nuevos aliados de Cambiemos no se dieron por enterados. Frente al desconcierto oficial ante la corrida cambiaria y la reticencia del FMI, la oposición apuesta a la cautela.

Macri tenía razón: era una tormenta nomás, la de Santa Rosa

El miércoles 29, día en que se desató la furia verde en la City, que ya venía entrenándose en los días previos, va a ser recordado como la jornada en que hablaron las tres autoridades políticas y económicas más importantes del país, con la única consecuencia de generar una reacción de los mercados que produjeron otra devaluación del peso, para poner el valor de la moneda norteamericana el jueves 30, finalmente, en casi 40 pesos, después de tocar los 42 o 43 pesos.

Mucho se ha hablado del discurso presidencial, y se lo ha criticado por haber sido la primera persona del Gobierno en salir a poner paños fríos a la situación, cosa que no logró. Mucho menos lo lograrían su jefe de gabinete, Marcos Peña, ni su ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne.

Pero no se trata aquí de analizar la salida que propone el Gobierno, porque hasta ahora sólo ha insistido en su decisión de  mantener el rumbo y en construir metáforas que después terminan desvirtuadas por algún cómico en decadencia.

¿Qué hace la oposición, mientras tanto? Algunas llamadas de teléfono, algunas charlas en off y  las declaraciones de quienes se atreven a hablar nos acercan un poco a la actividad de los dirigentes opositores. Por supuesto, con muchos matices.

El sector más dinámico, incluso con propuestas alternativas para aprobar el presupuesto, es el de los gobernadores justicialistas, quizás porque son  quienes más de cerca viven el colapso económico en el interior del país.

El peronismo, en sus diversas variantes, se juega por sostener al gobierno pero poniéndole límites, algo parecido a lo que hacen los gobernadores. El tema está en si el gobierno aceptará o no esos condicionamientos.

¿Quién sostiene al Gobierno hoy? No es fácil contestar esta pregunta porque, al parecer, los aliados que lo llevaron al poder hoy no le están respondiendo. No llegó el famoso espaldarazo norteamericano que todo presidente neoliberal espera, el FMI ayuda pero con muchas reservas, incluso sale a desautorizar al propio presidente cuando éste habla de que “hubo un acuerdo”, a lo que el mismo día Lagarde le retruca que “todavía están negociando”.

Ni Sergio Massa (de vuelta al ruedo) ni Miguel Pichetto ya son aliados confiables para Cambiemos.

Los mercados financieros ya vimos cómo respondieron. Y los empresarios se disciplinaron detrás de la operación de los cuadernos pero no se los ve muy felices presenciando la destrucción del mercado interno, si bien en algún momento apoyaron con entusiasmo las políticas oficialistas. El empresariado argentino debe ser el único en el mundo que festeja cuando se pega un tiro en el pie.

Como resultado de todas estas circunstancias, el Gobierno ya no tiene el respaldo con el queo llegó al poder. Los medios de comunicación que tanto intentaron blindarlo finalmente debieron enterarse, estos días, que el rumbo económico hizo agua y que el país eclosionó.

Para colmo, algunas figuras simbólicas del pasado, como Eduardo Duhalde, hicieron su reentré en los medios masivos de comunicación. Al menos el ex presidente no ahorró críticas al Gobierno, cuidándose muy bien de que hubiera palos también para Cristina. Lo que se dice jugar al equilibrio.

¿Y qué pasa en el hogar dulce hogar de CFK? Tampoco quieren cargar con el sambenito de haber volteado al gobierno de MM, y todavía están más preocupados por armar algo que pueda ganarle a Cambiemos en 2019 que por elaborar un plan que pueda salvar a la Argentina de otra segura debacle.

La disyuntiva es seria: el oficialismo  quiere seguir gobernando como lo hizo hasta ahora: o sea, de manera desastrosa; pero en ese plan no lo acompaña ni el FMI. Por otro lado, la oposición más dialoguista le plantea cuáles son las medidas que debe tomar para lograr su apoyo: o sea, hacer todo lo contrario de lo que piensa. Algo que parece poco probable.

Entonces, ¿cuál es el camino?  ¿Mauricio Macri se hace populista o Pichetto, Massa, la CGT y varios gobernadores se transforman en cómplices de una política económica que nos lleva al abismo? La pelota, una vez más, está en campo del peronismo. Y eso que en esta nota casi no hablamos de Cristina.