Los reclamos de las organizaciones sociales, la manera de arrancarle derechos al poder, unas declaraciones de Alberto Fernández que dividieron las aguas dentro del mismo Frente de Todos y una historieta macartista que llama a esperar que todo venga desde arriba.
Evitemos estar en las calles, evitemos generar situaciones que puedan llamar a la confrontación y a la violencia, porque lo único que nos falta a los argentinos es padecer la violencia”, dijo el pasado 11 de septiembre, en Tucumán, el candidato a presidente por el Frente de Todos, Alberto Fernández.
Lo dijo preocupado, luego de saber que la policía de la CABA había reprimido a palazos a los manifestantes de las organizaciones sociales que estaban realizando un acampe de 48 horas frente al Ministerio de Desarrollo Social en reclamo de sus derechos más básicos, por ejemplo, poder comer.
“Yo le pido a los argentinos que no perdamos la calma, todos sabemos que estamos en una situación difícil y todos sabemos de la justicia de los reclamos. Pero todos debemos saber también que debemos intentar no complicar más el escenario difícil que tenemos”, dijo también en la conferencia de prensa que estaba dando junto al gobernador tucumano, Juan Manzur, el candidato a diputado Sergio Massa y el burócrata sindical Héctor Daer, dirigente de la CGT.
Declaraciones que suenan extrañas en un peronista, sobre todo cuando está en la oposición de un gobierno ya en retirada y que ha sumergido en el hambre y la pobreza a millones de argentinos.
El mensaje es prístino: ganar las calles, movilizarse, no sólo peligroso sino también inconveniente… en este momento, podría agregarse como una salvedad no expresada por el candidato.
Ayer, mientras los movimientos sociales marchaban nuevamente por las calles porteñas, comenzó a circular en las redes sociales una historieta de cuatro cuadritos, de trazos simples con un mensaje también simple e inequívoco.
En el primer cuadrito hay cuatro personajes sentados frente a lo que se supone la barra de un bar. Los dos personajes que están en el centro – una mujer y un hombre jóvenes – no hablan entre sí sino con otros acompañantes. Entre ellos casi se dan la espalda, posiblemente ni se conozcan, pero los dos dicen a la vez:
-Evita no dio ningún derecho.
En el segundo cuadro, los dos personajes ya se están mirando, seguramente porque se han escuchado coincidiendo, y dicen, también al unísono:
-Los ganó el pueblo luchando.
En el tercer cuadro se miran a los ojos sin decir palabra, como reconociéndose, y en el cuarto se abrazan. En este ultimo cuadro, el historietista – que no firma su obra – imprime una definición sobre cada uno de estos dos personajes que se han reconocido coincidiendo en una posición política. Al hombrecito le escribe encima “fachos” y sobre la mujercita escribe “troskos”. No conforme, como para dejar clara su posición, justo en el lugar del abrazo entre los dos personajes agrega otra palabra: “progres”.
No quedan dudas de lugar desde el cual el autor construye su mensaje. Habla desde un supuesto peronismo y anatemiza – porque desde su perspectiva “son lo mismo” – a la vez a “fachos”, “troskos” y “progres”. Es decir: derechistas, izquierdistas y tibios del medio, todos funcionales al enemigo, que hoy es el macrismo.
En los dos primeros cuadros la línea argumental expresa con claridad que los derechos “se dan” de arriba hacia abajo – en este caso la que los “da” es Evita, símbolo del peronismo – y no se consiguen con la movilización y la lucha.
En el último cuadro se repite una posición política ya conocida y utilizada de manera recurrente por ciertos sectores del peronismo a lo largo de su historia, sobre todo cuando estuvieron en el gobierno. Es esa “tercera posición” central, entre izquierda y derecha, que mete en la misma bolsa enemiga y excluye a todo lo que no abarca. Es también, una repetición de aquello de que en política “los extremos se tocan”.
Dejando de lado el macartismo explícito de la historieta y la equiparación imposible entre esos dos conglomerados definidos difusamente como fachos y troskos, vale la pena detenerse en el carácter desmovilizador del mensaje, que parece coincidir con las declaraciones del Alberto Fernández.
La falsedad de fondo que tiene el mensaje es que excluye hechos históricos y derechos fundamentales obtenidos mediante la lucha, incluso por el mismo peronismo movilizado.
Por empezar, ni Perón ni la nombrada Evita habrían podido “dar” derechos si la movilización popular los hubiera puesto en el lugar desde el cual podían “darlos”. Lo que hace la historieta es olvidar – o lo que es peor, negar – la portentosa movilización popular del 17 de octubre de 1945.
Olvida o niega otras cosas, que se pueden enumerar de manera sucinta:
Sin las luchas del Cordobazo, reproducidas en movilizaciones, paros y enfrentamientos callejeros en casi todo el país, la dictadura de Onganía no habrá caído.
Sin las luchas populares, la resistencia del sindicalismo combativo y el accionar de las organizaciones marxistas y de la izquierda del peronismo, Perón no habría podido retornar al país.
No es una simple especulación sino que ocurrió. Cuando Perón intentó retornar en 1964, con el pueblo argentino desmovilizado, el famoso avión negro que lo traía no pudo pasar de Rio de Janeiro. En cambio, en 1972 y 1973 sus retornos fueron impuestos a la dictadura por un pueblo organizado y movilizado.
Sin la movilización popular del 25 de mayo de 1973, los presos políticos – luchadores contra la dictadura de Onganía, Levingston y Lanusse – no habrían sido arrancados de las cárceles.
Son hechos del pasado, que sirven de ejemplo pero que también permiten pensar el futuro.
El Frente de Todos llevará nuevamente al peronismo a la Casa Rosada, con una coalición amplia, unida por la intención de recuperar el país y mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
Deberá tomar, inevitablemente, medidas que incomodarán – más o menos – a los sectores más concentrados del poder económico nacional e internacional.
Pensar que se podrán recuperar derechos que han sido pisoteados durante cuatro años de gobierno neoliberal sin un pueblo organizado y movilizado, que a la vez que se los exige al nuevo gobierno le marca la cancha al poder, es por lo menos ingenuo, cuando no peligroso.
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