A poco más de una semana de la asunción de Alberto Fernández, ya están en pie de guerras. Negarse a dar quórum, amenazas, palabras grandilocuentes es el arsenal que viene desplegando una oposición que se niega a hacer política y a negociar y que tiene en el radicalismo su cara más visible y furibunda.
Mario Negri, y otros dirigentes radicales se expresan en el mismo sentido, sostiene que el proyecto de los superpoderes significa un atentado contra la República y que dar quórum implicaría una traición a sus votantes. Palabras pesadas para un partido livianito. El radicalismo, que siempre fue furgón de cola del tren cambiemita, ahora, ante el silencio de los integrantes del PRO y los de la Coalición Cívica, se ocupa de manejar la locomotora de la oposición. Y en este rol se siente cómodo porque le permite moverse en sus aguas favoritas, las de la abstracción y las de los así llamados “valores”. En ese desplazamiento de lugar han ido incorporando como gran bandera la de la vigencia plena de las instituciones, quiera decir esto lo que quiera decir.
El problema es que, cuando se interviene desde esta posición, lo que se evita, en definitiva, es el juego de la política. No hay siquiera oposición, hay rechazo pleno, como el que significa, de la manera más detestable posible, la convocatoria de Campanella a la marcha contra la emergencia alimentaria. Un acto tan patético que ni siquiera fue cubierto por los medios gráficos. No se discute el proyecto, se lo rechaza de plano. No se negocian cambios, no se colabora para generar modificaciones que puedan resultar en algún beneficio de un determinado sector. Lo de la oposición constructiva te lo debo.
Pero si no hasta hace mucho los radicales hacían seguidismo del PRO, ahora sienten que su función es amplificar y continuar los discursos de los sectores supuestamente perjudicados por las nuevas medidas: “el campo” (en realidad y básicamente los latifundistas) y aquellos que ven dificultado su deseo de viajar al exterior y comprar cosas de afuera. Esos sectores se oponen desde lo económico, aunque esto sea solo parcialmente verdadero (volveremos sobre el asunto).
También se anotan para tocar el bombo en el instalado batifondo mediático alrededor del plan que Alberto envió al Congreso, demostrando que, una vez agotada o demasiado fatigada la cuestión de las influencias de Cristina en cada cosa que decida el gobierno, de lo que se trata en canales y diarios es de pegar y pegar. A mansalva, sin límites y sin detenerse en cuestiones elementales de lógica. Eduardo Feinmann, quien encabeza el ránking de barras bravas disfrazados de periodistas junto a Baby Etchecopar, leyó en su programa un documento que cuestionaba las acusaciones de corrupción que se vienen acumulando sobre el kirchnerismo. En un punto de ese documento se decía que era mentira lo de las bóvedas repletas de dinero porque no se había encontrado ninguna. Comentario de Feinmann: “Ahora resulta que porque nadie las vio y porque no hay pruebas no es cierto”. Leuco anunció –amenazó- antes de la asunción de AF que minga de luna de miel y que le iba seguir dando para que tenga y guarde. La verdad es que viene cumpliendo. Por otro lado, Clarín titula un editorial de Eduardo Van der Kooy: “Alberto F. empieza a jugar su destino”. Aunque el contenido de la nota no responde del todo al título, funciona convirtiendo al envío del paquete de emergencia al Congreso en un hecho determinante que marca espacios de manera definitiva. Como si cada decisión de Alberto fuera a una apuesta a todo o nada.
Bueno, pero convengamos que eso no es nuevo, pero no deja de sorprender su persistencia y la ausencia absoluta de columnas o artículos que rescaten algún aspecto positivo de alguna medida del gobierno. Pero es revelador de un estado de cosas en el que todo queda alterado y nada puede hacerse o reclamar sin quedar del lado de “la República” o de los autoritarios.
Es lógico que cualquier sector proteste por un aumento en sus impuestos. Es menos plata en la cuenta bancaria. Se puede considerar que ese reclamo es legítimo o no. Pero se trataría solo de dinero, y las cuestiones de dinero se zanjan de una u otra manera, aunque dejen rencores y descontentos. O pagan las retenciones o arman un lockout; de una manera u otra y con distintos resultados, se llegará a un acuerdo, aunque sea provisorio.
El asunto es que en climas envenenados no hay acuerdos posibles. Los dirigentes rurales se declararon “defraudados”. Con bastante sensatez, y a diferencia de lo que ocurría con Cristina, el presidente optó por no responder.
Pero el resultado es que lo que debiera ser un debate parlamentario, con sus lógicas crispaciones, se convertirá en una ceremonia en la que se discuta poco y se negocie aún menos. Es una de las herencias de las más pesadas que dejó el macrismo, que se llenó la boca hablando de diálogo: nadie negocia, es decir no se hace política.
El dar o no quórum es una herramienta de la que disponen los bloques parlamentarios. En este caso, siendo las primeras medidas que envía el gobierno al Congreso, su uso suena no solo a romper lanzas sino a definir campos que son y serán antagónicos e inconciliables. Vacían el recinto y tratan de llenar la plaza. Dicen que no por presencia y por ausencia. Pero sobre todo marcan la cancha entre aquellos que son “republicanos” y los que son “autoritarios” porque es parte de su naturaleza. Ahí estaría la sombra terrible de Cristina para evocar cada vez que haga falta. Como si no alcanzara, Patricia Bullrich, próxima presidenta del PRO, llama al lanzamiento de piedras.
Al igual que no quedan del todo claras las intenciones de algunos medios en su prédica incansable contra el gobierno y contra quienes lo componen, tampoco se ve qué busca la oposición con este plantarse de inmediato en contra de lo que sea que plantee el oficialismo. Es más, la sensación es que la negativa a dar quórum será una política permanente. Va a ser difícil volver atrás de esta primera decisión. Se trata, sin dudas, desde un lugar y el otro, de esmerilar el poder de AF. Y hay fantasmas dando vueltas alrededor de esta política. Tal vez los cambiemitas sueñen con Añez eléctricos.
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