Detrás de los reclamos de licencia para matar que volvieron a desatarse luego de que un desequilibrado mental matara con un cuchillo a un policía federal se pretende ocultar una realidad de la que nadie se hace cargo: la falta de capacitación de las fuerzas policiales para resolver situaciones de riesgo sin apretar el gatillo.
El lunes pasado, la desgraciada muerte de un oficial inspector de la Policía Federal a manos de un desequilibrado armado con un cuchillo, en una situación donde había cuatro policías para reducirlo, fue una nueva demostración, en este caso contundente y fatal, de que el entrenamiento de las tropas de las policías de nuestro país es desastroso.
Ni la Federal, ni la Policía de la CABA, ni las fuerzas provinciales, con la Bonaerense a la cabeza, no están capacitadas para resolver situaciones de riesgo, salvo gatillando el arma reglamentaria.
El caso de la Bonaerense es extremo: ha crecido de manera exponencial en los últimos quince años – como única respuesta que los sucesivos gobiernos provinciales para el “problema de la inseguridad” – y hoy tiene cerca de cien mil policías, a quienes se les ha dado armas pero no capacitación, se los ha hecho rápidos para reprimir e inútiles para mediar hasta en las situaciones más sencillas.
Casi como una excepción en estos tiempos, el policía muerto ayer no quiso tirar a matar – lo cual es simplemente lo correcto, es lo que siempre debería ser -, pero ni él ni sus compañeros supieron cómo actuar para reducir a un hombre que, sin duda, no estaba en sus cabales.
Para peor, ayer, en lugar de hablar de esta falta de capacitación, los autoritarios de siempre – empezando por el jefe de la Federal durante el macrismo, Néstor Roncaglia – salieron a exigir, una vez más, permiso para matar impunemente.
“Mi indignación es inmensa, porque no tengo dudas que el policía, Inspector Juan Roldán, murió por dudar en tirar o no. Algunos se ocupan de meter tanto miedo al policía con que no deben disparar, sino van presos; que ante un hecho violento, el policía duda en hacer uso de su arma siendo ahí cuando cae muerto”, dijo Roncaglia, en declaraciones monstruosamente amplificadas por los medios hegemónicos.
Lo que pidió fue, ni más ni menos, gatillo fácil, licencia para matar.
Sin embargo, a solución del problema no pasa por los extremos de matar o morir, sino por una policía profesional, democrática y respetuosa de la ciudadanía, capaz de resolver las situaciones de riesgo eficazmente y con la menor violencia posible.
Ayer, las víctimas fueron dos: el policía y el desequilibrado muertos.
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