Aquello fue el final de un tiempo de prosperidad fingida. En 2001 se derrumbó un castillo de naipes donde nada era lo que parecía. Hoy, en 2019, estamos al final de un camino en caída libre donde el gobierno le asegura ganancias a los más ricos y augura miseria para el resto.
El 2001 fueron diez años de ir a 160 kilómetros por hora en la autopista de los dólares baratos de la convertibilidad, esos que le dieron al argentino medio algo más poderoso que una droga dura: la sensación de poder, de cumplir con el viaje a París y comprar cualquier cosa, de preguntar precio y llevarse dos.
Los dueños del mundo pasamos de mostrar dólares de 100 como cartas de póquer a llegar como laosianos a cualquier país de Europa para rogar por un trabajo. Ahí estuve yo.
El 2001, con la ratificación de la convertibilidad de Cavallo, fue estrellarse contra un árbol en el medio de esa autopista, con mucho kilometraje recorrido y ya sin nafta. De golpe. Auto roto, huesos rotos, yeso hasta en las pestañas. Fue un shock violento, furioso y fatal, con su tendal de muertos. Una herida que nunca terminó de cerrar, pese a que poco se hable del asunto.
El, digamos, gobierno de Macri fue otra cosa. Y es peor.
En tres años y ocho meses tomaron una deuda monstruosa. Más de 100.000 millones de dólares con los grandes bancos de Wall Street (gestión Champions League Caputo: en febrero de 2008 le dieron los últimos billetes, lo palmearon y le dijeron, como a Isidorito Cañones, “Ni un mango más nene, andá a pedirle a tu papá”)
Eso hicieron y tomaron 57.000 del FMI, que eran para recibir a lo largo de tres años pero terminaron llegando todos juntos para así planchar artificialmente el dólar y ganar las elecciones de 2019, mientras los amigos fugaban. La campaña más cara de la historia.
Esta gente concretó una hazaña al revés, algo muy difícil de igualar, aún por un gobierno tan inútil como éste: tomó una deuda de más de 150.000 millones de dólares y la defaulteó en el mismo período de gobierno, desde 2015 a 2019.
¿Es comparable al 2001? Sí. La gran diferencia, por ahora, que los bancos no tienen sus carteras completamente dolarizadas. Por eso es menos probable una caída en dominó de los bancos. Pero eso es por ahora. Pensar en llegar al 10 de diciembre en manos de estos tarados con poder, algo peor que bailar tap descalzo sobre las brasas, puede arrasar con todo.
No hubo saqueos ni disturbios fatales. Todo como consecuencia del extraordinario trabajo de las Organizaciones Sociales, que sufrieron el 2001 y no lo quieren repetir. Son esos mismos tipos a los que Clarín denuncia por obstruir el tránsito cuando manifiestan en paz. En realidad, obstruyen el caos en las calles, los muertos, las balas. Hay que reconocerles eso.
¿Es peor que el 2001, esto? Me temo que sí. Estos ineficientes profesionales abrieron todo y trabajaron para tomar deuda (una deuda monstruosa, impagable) y fugarla. Todavía lo hacen, con sus amigos. A eso vino Lacunza. A ser el vigilante que ordene el tránsito hacia afuera de los dólares, aún a 60, o 65.
Mientras asegura la fuga, anuncia medidas mal hechas que, además, llegan tarde.
El 2001 fue un choque de frente a 160 kilómetros por hora.
Este, digamos, gobierno, fue como caer en un pantano de arenas movedizas.
Si te quedás quieto, te hundís.
Si te movés, te hundís igual.
Estos tipos nos han convencido, de a poco, con sonrisas y anestesia, que el gas y la luz son muy caros y tienen dueños, que tener un auto tal vez sea demasiado para un empleado medio, que llenar el tanque en lugar de una situación cotidiana tiene el valor emocional de estar invirtiendo parte de tu sueldo, que para qué salir si está la tele, que no tanto asadito porque la carne también es cara y el mundo se muere por nuestros bifes a precio dólar, como la leche, el pan, todo. Que si te va bien es solo por tu mérito personal, y si te va mal es lo justo, porque no fuiste lo suficientemente competitivo.
La meritocracia obvia la coyuntura política y económica, no sabe de tasas al 80%, ni apertura irrestricta a lo importado, ni la destrucción del salario que a la vez destruye el consumo, la producción, todo. La meritocracia es una filosofía muy berreta para gente de mente berreta. Pero muy elegante, paqueta y solipsista; si yo no lo veo, no existe.
1982, 1989, 2001, 2019. La Argentina nos tiene reservado un electroshock cada 10, 12, 15 años. El eterno retorno.
A veces por situaciones de arrastre, a veces por impericia. El caso de Macri es el peor, lejos, porque fue directamente a chocar con el iceberg, mientras convertía a su, digamos, gobierno, en una unidad de negocios para ganar millones.
Es el peor gobierno de la historia, por lejos. El más perverso en términos psicológicos, de los que no necesitaron usar uniforme. Más perverso aún porque ganaron por los votos, (¡por los votossss…!) después de recitar la mayor cantidad de falsedades de la historia en una sola campaña.
Vivimos en un país caníbal, despiadado, que se come a sus mejores hijos y, lo sé muy bien, se ama mucho más a la distancia.
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