Acaba de anunciar que abandona el mundo de la política, pero lo más probable es que no deje de exhibir su show mediático construido a base de acusaciones sin pruebas, burlas a la gente en desgracia, disparates y misticismos varios. A modo de despedida, algunas barbaridades que la hicieron famosa.
Ha terminado mi misión”, anunció Elisa Carrió. Una vez más, la diputada dijo que renuncia a su banca y que se va a retirar de la política. La derrota electoral de Juntos por el Cambio -la coalición que cofundó- parece una buena oportunidad para repasar su historia política reciente, analizar cómo logró llamar la atención de los argentinos y recordar algunas de sus frases más explosivas.
No solo durante los pasados cuatro años, deben ser casi tres lustros que Elisa Carrió –líder de Coalición Cívica y cofundadora de Cambiemos (en las recientes elecciones, Juntos por el Cambio), acostumbró a llamar la atención de los argentinos a través de frases desorbitantes, ideas hilarantes y afirmaciones muchas veces destinadas a la irritación, particularmente la de aquellas personas con sensibilidad social o unos mínimos estándares éticos.
“Estoy tan feliz, ha terminado mi misión política que es que haya una República”, afirmó Carrió al día siguiente de la derrota electoral que eyectó del poder a la alianza formada por el Pro, la UCR y la Coalición Cívica, que el próximo 10 de diciembre cerrará una de las etapas más desgraciadas de la Argentina contemporánea (para el insumiso lector extranjero, fueron cuatro años de rostros desangelados, discursos aterradores y decisiones políticas oprobiosas).
Un poco a las apuradas, recopilamos algunas de sus mejores frases para acompañar su anunciado alejamiento de la actividad política. Estas son las que vimos por ahí, pero la idea es seguir sumando aportes para una memoria colectiva de las distintas Lilitas Carrió: 1, Lilita tirabombas de humo; 2, Lilita polo de radiación psicodélica; 3, Lilita sostén dialéctico de un gobierno en caída libre; etc.
“Los pobres se mercantilizan y terminan siendo taxi boys” y otras frases lisérgicas de Lilita.
“Dios me despojó de todo. Hasta me puso una panza enorme para que nadie crea que yo era linda. Sino no iba a ser gorda, iba a ser puta”
“Los pobres no tienen que tener miedo de ser ricos”
“La lucha en la adversidad es el gozo mayor para el espíritu de Dios”
“No nos tienen que doblegar los corruptos, nos van a sacar muertos de Olivos”
“Que nadie se confunda, yo interpreto la voz del Presidente de la República”
“Se terminó la Argentina con dueños”
“Soy una gran actriz de la escena nacional, como Tita Merello”
“Hay un 20% de posibilidades de que este chico (Santiago Maldonado) esté en Chile con el RIM” (confundiendo la sigla de la Resistencia Ancestral Mapuche)
“Estar con el hijo de Macri padre es el mayor sacrificio humano que hice en mi vida”
“Si voy al Senado le pongo una Molotov”
“Usenme porque después me muero y mi velorio va a ser un éxito. Voy a hacer arroz con champignon, que va a estar riquísimo”
“Nisman estaba muerto desde que se firmó el pacto con Irán”
“Perdono de corazón a los que me hirieron tergiversando perversamente mis palabras”
“Macri es un límite moral infranqueable” (2003)
Descerrajó estas sentencias en momentos de incontinencia verbal, pero también en la supuesta calma previa a la redacción de un tuit. Faltan algunas frases que ora nunca dijo ora son parte del folklore pop, que a veces acomoda y condensa en la memoria conceptos deshilachados o pronunciados en distintas ocasiones de diversas maneras, como el que describió aquel épico comando venezolano-iraní radicado en Uruguay que habría asesinado al fiscal Alberto Nisman por orden de la entonces presidenta (hoy picepresidenta electa), Cristina Fernández de Kirchner.
Aunque ya no estarán en el gobierno, en los medios de difusión que se mantengan leales, que no serán pocos, y en los ámbitos judiciales, probablemente seguirán resonando los nombres del Presidente Mauricio Macri, del jefe de Gabinete, Marcos Peña, del ex ministro de Economía, Nicolás Dujovne, de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, del jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y el de la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal: todos ellos tuvieron un diferente, y sin embargo no menos letal, nivel de responsabilidad en la debacle en que se encuentra hoy la Argentina.
Pero también, junto con Bullrich y Vidal, resonará el nombre de esta mujer, que se ha caracterizado por su exagerada locuacidad.
El partido de Elisa Carrió, la CC, acumuló más poder que la destartalada UCR, casi ausente de la gestión de Cambiemos y quebrada su tradición de luchas democráticas por asociarse (casi sin participar, simplemente prestándole su estructura) con un partido, el Pro, que ha endeudado de muerte al país y ha aplicado una de las políticas represivas más feroces de la historia argentina en democracia.
Entre 2003 y 2009, cuando podía ser su rival, Carrió fue una de las más virulentas adversarias del saliente Presidente Macri. “La sociedad me puede pedir que nos juntemos. Lo que no me puede pedir es que nos juntemos con corruptos”, dijo, cuando le preguntaron por Macri y Roberto Lavagna. “Macri es mi límite”, repitió más de una vez.
Así comenzó un romance duradero pero inconstante: en las elecciones de octubre de 2017, Elisa Carrió fue amordazada por su propia Coalición porque, como ocurrió con el entonces candidato a Senador Esteban Bullrich, permitirles hablar suponía correr el riesgo de incursionar en audacias extraordinarias.
Mientras duró la desaparición de Santiago Maldonado, Carrió invocó a Dios, quien «no nos abandona hasta el fin del mundo» y lamentó haber sido «tergiversada perversamente» cuando, ostensiblemente, lo único perverso habían sido sus declaraciones,tanto que desde el Gobierno fue conminada a disculparse con la familia Maldonado: en un reportaje televisivo había comparado las condiciones en que fue hallado el cuerpo del joven militante con el de Walt Disney, siguiendo la leyenda urbana según la cual el cadáver del creador de Mickey Mouse habría sido congelado.
A inicios del siglo XXI, Carrió había ostentado ideales de centro-izquierda. Su conversión, que se puede datar en las fechas en que empezó a soltar citas bíblicas y a encomendarse a Jesús, coincidió con su desplazamiento a la derecha. Sus declaraciones más estrambóticas comenzaron a competir con las profecías de los líderes apocalípticos: denunció latrocinios amenazando dar nombres que nunca terminaba de mencionar, anunció catástrofes o golpes que nunca se produjeron y así por el estilo.
Tras cuatro años de ejercicio del poder, ceguera selectiva ante las matufias del bando propio (Panamá Papers, Correo, Laura Alonso -una ultramacrista sin credenciales y al frente de la oficina anticorrupción-, entre muchas otras.) y experta en escurrirse para defender un modelo de país y un presidente que tres lustros atrás repudiaba, su derrotero político parece haber llegado a un callejón oscuro y sin salida.
Para terminar, no parece correcto patologizar por sus dichos a «Lilita» –diminutivo abominable en su caso, porque abuena a una persona que no ha mostrado mérito alguno para recibir apelativos cariñosos, pero tampoco menospreciarla: hasta ahora, sus declaraciones prendieron en los sectores sociales más permeables a los discursos de odio, y el odio es uno de los recursos más efectivos para instalar ideas entre las audiencias de derecha, anchas y ventosas en paisajes pamperos como la Argentina.
Ahora bien, ¿qué más necesitó Carrió, aparte de ser una chispeante heater? Marcos Mayer ofreció quizá el más acertado veredicto sociológico sobre la cuestión. Carrió, escribió Mayer el 12/07/2018, “ocupa un espacio parecido al del periodista Jorge Lanata. Reúne en sí misma todo para ser la gran showman de la política nacional, y lo viene logrando.”
Como en el caso del converso detractor de Clarín, no importa tanto si lo que afirma es confiable o no, sino que su espectáculo resulte impactante y conmovedor.
El 3 de septiembre de 2018, en una autoconfesión, Carrió confirmó el diagnóstico de Mayer: «Soy una gran actriz de la escena nacional, como Tita Merello».
Una de las componentes esenciales de su pensamiento es el cinismo, que no solo abarca cuestiones políticas.
“Se murió muy bien y la muerte de él fue muy hermosa” dijo por ejemplo de Diego Benítez, el finado hijo de su primer marido.
«Yo me divierto, porque a mí las crisis me generan adrenalina», añadió a mediados de 2018, cuando la hecatombe económica provocada por el gobierno del que forma parte se había desatado con mayor claridad.
En abril de 2019, subió a su cuenta de Twitter una foto editada donde ella aparece “debajo” de una góndola de supermercado junto con la frase: “Los precios más bajos son inalcanzables para los viejos como yo”.
Elisa Lilita Carrió
✔@elisacarrio
Los precios mas bajos son inalcanzables para los viejos como yo.
En ese momento la pobreza había superado los 30 puntos porcentuales del total de la población. Reírse de los ciudadanos que no llegan a fin de mes rozaba unos niveles de cinismo difíciles de empardar. Pero Lilita lo hizo.
Su producción narrativa proporciona ingente material de estudio para historiadores, sociólogos y politólogos del futuro, no la desaprovechemos.
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