La agresión, las amenazas y el abuso de autoridad perpetrados por José Ernesto Schulman, presidente de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, no admite otra actitud que el repudio por el hecho en sí mismo, pero también por la excusa que les da a los medios de comunicación y a los reaccionarios de siempre para atacar gratuitamente la lucha por los derechos humanos.

El lamentable episodio de un dirigente perteneciente a un organismo de derechos humanos levantándole la voz y la mano a una empleada en la terminal de Santa Clara del Mar abre muchas aristas para el análisis, más allá de la crítica y la carencia de argumentos que intenten justificar su accionar despreciable.

De nada vale que su pedido de disculpas incluya palabras en lenguaje inclusivo como “compañeres” y “muches”, cuando los hechos refutan por sí su aparente mirada progresista y supuestamente deconstruida por el uso de ese lenguaje. No cambia nada la letra “e” cuando un sujeto es VIOLENTO al extremo y no sólo apela al maltrato verbal, sino físico contra una mujer. Y si ese sujeto es comunista y dirigente de derechos humanos, mucho menos puede pasarse por alto.

En muchas ocasiones, mujeres que integran los diversos partidos de izquierda han denunciado y se ven obligadas a remarcar las contradicciones en su propio seno por los comportamientos de sus compañeros varones contra ellas. Desde el mal trato al abuso, cuando no, en algunas ocasiones hasta violaciones, la lucha de las mujeres ha sido y es constante. Lo que hizo José Ernesto Schulman desenmascara una realidad dolorosa para todas nosotras: la violencia machista embarra nuestras propias filas, lo cual no sólo nos indigna, sino avergüenza. Y mucho.

¡Menudo favor acaba de hacerle este sujeto a TODOS los organismos de derechos humanos regalándole un flanco miserable a la prensa carnívora de este país que se regodea en Perfil, La Nación, Infobae, TN y todas sus licenciatarias repartidas a lo largo y ancho del país! Desde ellas nos meten a todos en la misma bolsa, felices de encontrarles a la izquierda y al partido gobernante una mancha repudiable y canalla de lo peor que se puede señalar de cualquier organización dedicada a la defensa de los derechos humanos.

Sin embargo, esa prensa no utiliza ni los mismos centímetros de páginas ni la misma cantidad de minutos de espacio radial o televisivo para resaltar las virtudes que tienen las miles y miles de personas que conformamos organismos de derechos humanos o partidos políticos de izquierda. Y mientras los medios caníbales se hacen el festín, los oficialistas recortan su mirada, convenientemente, titulando y publicando el descargo en lenguaje inclusivo del sujeto. Otra actitud tan miserable como la de los caníbales, porque de esa manera son cómplices por omisión. Todos, sin excepciones, dan vergüenza ajena.

Muchos y muchas conocíamos al señor Schulman por sus históricas prácticas VIOLENTAS y AUTORITARIAS, para nadie de la militancia eran un secreto, sino una verdad a voces que ahora ha salido a la luz porque una cámara lo dejó escrachado para siempre. Y mucho menos eran desconocidas en el seno de su organización partidaria, donde muchos lo odian por su constante accionar violento y prepotente.

¿Qué comunista que se precie puede maltratar a una trabajadora? Ninguno si se es coherente, si los dichos son acompañados por los hechos. ¿Qué defensor de derechos humanos puede levantarle la voz y la mano a una empleada porque su ómnibus está demorado o por cualquier otra causa? Ninguno, si se tiene claro que JAMÁS se debe basurear a una mujer porque el respeto y el buen trato IGUALITARIOS son uno de sus derechos que debe ser cumplido a rajacincha por cualquiera que se precie de defensor de derechos humanos.

Todo el episodio desnuda el vademecum de aquello que no se debe hacer: abuso de autoridad (“te puedo meter en cana”); violencia y maltrato verbal (“Pelotuda, conchuda, hija de puta, ¿de qué te reís?”); violencia y maltrato físico (una cachetada en pleno rostro de la joven que lo atendía), uso de la falacia “ad hominem” cuando en su descargo pretende justificarse porque es un discapacitado. No le faltó nada al sujeto Schulman. Todo, absolutamente todo, es repudiable.

Como militante de izquierda y participante en la defensa de los derechos humanos y los derechos de las mujeres, me niego a mirar hacia otra parte. El sujeto Schulman debe ser no sólo repudiado a viva voz, sino expulsado de los lugares que lo ponen a nuestra par, porque nada tiene que ver con nosotros y nosotras. NADA.

Mi solidaridad con la compañera trabajadora que sufrió tal acto de violencia. No naturalicemos lo que debe ser extirpado de cuajo de las prácticas políticas de todas las organizaciones, sin distinción. Lo que hizo Schulman es una canallada.

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