El Ejecutivo vetó la ley para la detección precoz de la enfermedad. Miles de mujeres embarazadas conviven con ella. Abortos y muertes fetales son evitables con un análisis de sangre específico.

El Gobierno nacional vetó el pasado lunes 26 de diciembre la Ley que impulsa la detección precoz de la trombofilia, trastorno hereditario o adquirido que durante el embarazo puede provocar abortos -recurrentes cuando no se tiene diagnóstico-, muerte fetal o restricción de crecimiento intrauterino, y hasta partos prematuros. En la Argentina miles de mujeres embarazadas conviven con ella, pero sólo se enterarán cuando hayan perdido -como promedio- tres embarazos, puesto que la trombifilia sólo se detecta mediante un análisis de sangre específico.
El veto provocó indignación, tristeza y enojo en muchos, pero también se alzaron voces que avalaron la decisión del ejecutivo, sin demasiadas razones cuando se las contrasta con los motivos para defender la Ley ya aprobada por unanimidad en el Congreso. Si estos abortos y muertes fetales son evitables con un análisis de sangre específico, ¿Por qué hay quienes se oponen? ¿Por qué frente a igual hecho: un aborto, el contexto legitima aquellos que son producto de la trombofilia (evitables), pero el contexto no es una razón de peso para dejar de condenar aquellos que son producto de las decisiones personalísimas de las mujeres sobre sus propios cuerpos y deseos?

Respecto de quienes se opusieron a la Ley, veamos qué argumentan y cuáles son las respuestas frente los profesionales de la salud, puesto que, en el imaginario colectivo no hay palabra más autorizada que la de ellos para legitimar una decisión de este tipo:

-Que el contenido y el alcance de la Ley de Trombofilia no fueron sujetos a revisión y opinión por parte de las sociedades científicas involucradas en la materia.

Esto no invalida la necesidad de detectar de manera temprana este trastorno en las mujeres embarazadas, sino que llama a mejorar la ley y sus condiciones.

-Que la realización indiscriminada de estudios de trombofilia en la población femenina asintomática, sin antecedentes que lo justifiquen, constituye una práctica no avalada por ninguna sociedad científica de hematología internacional ni por organismo público alguno y que podría perjudicar estigmatizando con diagnósticos errónos a población sana.

En este caso se pueden ajustar los criterios de la Ley, lo que sigue sin invalidar la necesidad de detección precoz de la trombofilia. El protocolo que se utiliza actualmente en la Argentina, para mandar a realizar estudios, se ajusta a los consensos internacionales que determinan que las mujeres deben pasar antes por las siguientes experiencias (por cierto, traumáticas):

-Antecedentes de dos o más abortos de menos de 10 semanas de gestación.
-Y/o un parto prematuro de menos de 34 semanas de gestación.
-Y/o preeclampsia severa o temprana.
-Y/o antecedente de desprendimiento prematuro de placenta.
-Y/o restricción de crecimiento intrauterino con un peso por debajo del percentilo 10.
-Y/o una o más muertes fetales intrauterinas de más de 10 semanas de gestación.

Oportunidad y consenso

Hay que tener en cuenta que, por un lado, el debate sobre cuál es el mejor momento para estudiar la trombofilia sigue abierto a nivel mundial. Y, por el otro, el hecho de que cierto consenso internacional avale este protocolo, no significa que este respaldo sea en sí mismo suficiente legitimación, para aducir que no se necesita una ley que detecte de manera temprana la trombofilia.

La historia de la salud mundial ha dado suficientes muestras de los errores cometidos tanto en detrimento de la población en general, como en perjuicio de diversos grupos sociales, de determinados colectivos y, sobre todo, en aquellos que no han tenido el poder de decidir. Aún hoy, avanzado el siglo XXI, no se les brinda a las mujeres la posibilidad de tomar la palabra de manera contundente, lo que impacta en la posibilidad de decidir en asuntos pertenecientes a la esfera pública. Los temas de salud, ciencia, educación y tecnología, entre otros, siguen siendo patrimonio y campo de acción, principalmente, de los hombres, de sus miradas e intereses. La brecha o discriminaión de género en profesiones científicas y clínicas sigue siendo muy pronunciada. La UNESCO (La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) reconoció que: “la representación de mujeres en las políticas de Ciencia & Tecnología es nula o insuficiente, al igual que su participación en la agenda de la investigación científica a nivel nacional, regional e internacional (…) poseen menos probabilidad de ser promovidas, concentrándose sistemáticamente en los niveles inferiores de clasificación de los sistemas de ciencia (…) Las investigadoras y las mujeres científicas permanecen ausentes de las posiciones de jerarquía en todo el mundo”.

En cuanto al punto de la posible estigmatización con diagnósticos erróneos a población sana, es una situación que no se enfrenta tapando o escondiendo el problema. Se cura mediante la educación a los potenciales estigmatizadores.

-Que por el alto costo de los estudios, que obliga a solicitar la Ley, se generarán innecesarias erogaciones al sistema de salud.

Este pareciera ser un problema bastante más real de la Ley: los costos. Sería bastante coherente con el pensamiento del gobierno nacional, dando una muestra más de que el presupuesto se recorta por el lado de los derechos humanos.

La trombofilia debe convertirse en un problema de salud pública, por lo que la relación costo- beneficio, tratándose del bienestar físico y psíquico de las personas, debe inclinarse en favor de destinar el presupuesto necesario a estos fines.

El tratamiento para la trombofilia en mujeres embarazadas suele ser seguro y eficaz, y ha dado muy buenos resultados en todo el mundo. El pronóstico gestacional es realmente optimista ya que alcanza entre un 85 y un 95 por ciento de éxito de embarazos que llegan a feliz término.

La trombofilia provoca abortos que son evitables con un análisis de sangre. No son abortos espontáneos.

Un Estado que permanece ausente, conociendo las estadísticas de los abortos y las muertes fetales intrauterinas que causa y causará la trombofilia -abortos y muertes evitables con una ley que ayude a prevenirlos- está tomando una decisión política. Las razones para vetar la ley no tienen real peso y fundamentos, más que los que pueden legitimarse desde una bajada de línea ideológica. No han llamado a especialistas clave para que la mejoren, a pesar de las sugerencias. Directamente, fue descartada, rechazada, producto de la inaceptable baja valoración otorgada a las mujeres y a sus derechos.

Las justificaciones para rechazar la Ley parecen no ser tan aceptables. Los recortes discursivos para legitimar determinadas posturas son intencionales. No existen las argumentaciones objetivas puras. Defender una posición implica pararse desde un lugar determinado, atravesado por ideología. La Ley de Trombofilia no escapa a esto. Está inserta en una sociedad con valores y prioridades que son producto de una construcción social. Las mujeres están expuestas a valoraciones sociales subjetivas que las posicionan en determinado lugar.

En el caso que nos convoca, y luego de revisar las argumentaciones en contra de la Ley, tenemos el muy lícito derecho a sospechar que el problema no es la norma, sino el lugar que ocupan las mujeres en esta sociedad. ¿Cuánto es demasiado presupuesto para ellas? ¿Cuánto vale su salud física y emocional ? ¿Cuánto es demasiado trabajo y tiempo para ajustar criterios y optimizar esta Ley, o para educar a la población en asuntos que son de vital importancia para las mujeres? Tanto – o tan poco- como el lugar destinados para ellas en la sociedad.

Pero hay algo más que no cierra en esta historia: los sectores conservadores de la sociedad no salieron a lapidar al presidente Mauricio Macri por vetar una ley que evitaría abortos, pero muestran sus garras e intentan destrozar a las mujeres (y hombres) que se erigen a favor de su despenalización. Entonces, ¿Hay abortos perdonables y abortos imperdonables? Y lo que resulta aún más … (elija el lector el adjetivo calificativo que crea más adecuado) los “perdonables” son aquellos que les ocurren a las mujeres que desean esos hijos, esos embarazos fallidos. Los que se producen como consecuencia de las políticas de Estado, de la baja valoración de la salud de las mujeres y de un presupuesto que no están dispuestos a destinar para evitar esos abortos.

En palabras de los sectores conservadores, y opositores a la despenalización del aborto,: “de niños que mueren, que se matan”). Los abortos que consideran “imperdonables” son aquellos que se llevan adelante por decisión de las mujeres, teniendo en cuenta sus deseos y la potestad sobre sus propios cuerpos.

Vida para algunos

El presidente Mauricio Macri vetó una ley que iba a ayudar a prevenir abortos y muertes fetales intrauterinas. Pero, cinco meses atrás dijo que había “que defender la vida” y se manifestó absolutamente en contra de la despenalización del aborto. Por entonces agregaba: “Traer a un niño a este mundo es una de las cosas más lindas que le puede pasar a una pareja, una persona es la expresión más linda de amor que hay, siempre me quedo del lado de la defensa de la vida, independientemente de que hay protocolos que hay que cumplir, pero creo realmente que ese valor es algo que tenemos que reconocer como central en la vida de todos nosotros”.

El Poder Ejecutivo considera que un hijo/embarazo es de las cosas más lindas que le puede pasar a una pareja. Pero vetó la ley poniendo en riesgo los embarazos (personas, según su criterio) de las mujeres que padecen trombofilia. No parece ayudar demasiado a las parejas que desean un hijo. Por un lado, la mentalidad conservadora de Mauricio Macri sólo le permite ubicar hijos en el contexto de una pareja. Por otro lado, al vetar la Ley de Trombifilia deja desprotegidas a muchas parejas y a lo que considera la expresión más linda de amor. Pero condena la decisión de las mujeres que deciden realizarse un aborto. Aunque no estén en pareja, aunque no sea producto del amor, aunque sea por una violación.

¿Cómo se explican, entonces, estas contradicciones? Quizás visibiliazando que lo que realmente le molesta a esta gente, a los cultores de la moral patriarcal, no es el aborto en sí mismo, sino que se ponga en riego la perpetuación del orden de cosas establecidas que quieren conservar. Porque no es el derecho a la vida lo que priorizan. En todas las experiencias internacionales en las cuales el aborto fue despenalizado, el índice de mortalidad de las mujeres se redujo casi por completo. La despenalización del aborto no aumenta las práctica abortivas, sino que reduce la muertes de mujeres, sobre todo, de aquellas con menos recursos para acceder a una práctica médica segura. Los sectores conservadores están alineados con la ideología patriarcal y machista. Darles a las mujeres jurisdicción sobre sus propios cuerpos significa perder poder en la esfera pública. En los sectores formales de la sociedad el poder está basado en conservar viejos valores: las mujeres pensadas, por sobre todas las cosas, a partir de su función estrictamente maternal. Para esto deben permanecer recluidas en la esfera de lo doméstico.

Los hombres contruyeron su propia identidad, se enunciaron y se definieron a sí mismos. Pero también construyeron la identidad social y cultural de las mujeres, las enunciaron y las definieron. La identidad de las mujeres es heterodesignada, construida desde afuera, por otros. Así se erigieron y se pretende perpetuar una serie de categorias que subordinan a las mujeres moral y materialmente a lo instituido históricamente por la identidad dominante: el varón blanco, de clase media o alta, heterosexual y occidental. Se imponen las dicotomías: la mujer como naturaleza, pertenece al ámbito de la procreación, es pensada como género y debe quedarse dentro de los límites del ámbito privado. Mientras que el hombre es cultura, pertenece al ámbito de la creación, gestiona lo relativo a la esfera pública y representan lo universal. Al enunciar a “los hombres” enunciamos a la humanidad. Al enunciar “las mujeres” tan sólo hacemos referencia al género femenino.

Pero algo está cambiando, y muchas mujeres decimos: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir y Ley de Trombifilia para salvaguardar nuestros derechos, nuestra integridad física, emocional y elección de vida”.