Guitar Craft es el nombre que le puso Robert Fripp, pilar de la leyenda de King Crimson, a esa suerte de escuela de música y espiritualidad que fundó. Este texto permite entender mejor el lado-monje de Fripp, las raíces antiguas y modernas de sus creencias, su música, sus prácticas de vida.
Las conexiones entre la música rock y el impulso religioso son tan diversas que se han escrito libros enteros sobre el tema. Se puede acudir, como ejemplo, el libro de David Seay y Mary Neely, Stairway to Heaven: The Spiritual Roots of Rock’n’Roll.
Música tribal africana, la New World Christianity, la música inspirada en el voodoo, el blues, el gospel, la Bible Belt (N. del E: música cantada por los sectores protestantes en los estados conservadores de los EEUU), la música country, el rythm & blues, rock and roll: todo es un circuito continuo. En un capítulo titulado “Escucha ese largo siseo de serpiente”, en su libro Shadow Dancing in the U.S.A., Michael Ventura se detiene en la conexión voodo. El voodo como una mixtura volátil de ritos tribales y simbolismo cristiano, fue, en palabras de Ventura, “un logro metafísico tan grande como… la construcción de Chartres o la escritura del Bhagavad-Gita… Esa gente construye sus catedrales y labra su escritura dentro de sus cuerpos, a través de un sistema que pudo pasar de una generación a la próxima. Ese sistema fue el ritmo”.
Ventura avanza retratando el nacimiento del rock and roll como una revancha de una espiritualidad de los cuerpos contra la cual las religiones mainstrean hicieron todo lo que estuviera en su poder para suprimir. Little Richard, Aretha Franklin, Ray Charles, Stevie Wonder, The Beatles, Bob Dylan, Van Morrison, Carlos Santana, John McLaughlin, Eric Clapton; la lista de los intérpretes más populares influenciados en una u otra época por nociones religiosas sigue y sigue. Más allá de estos casos recortados, uno podría comparar el escenario musical contemporáneo con afiliaciones tribales. Cada tribu con su propia marca de verdad, sus íconos propios y sus héroes, ya sea que se trate de una tribu Grateful Dead, la tribu de Barry Manilow, la del punk hardcore, la New Age, la academia dura, la tribu del jazz, la dance club, la tribu de la serie de cursos de la Guitar Craft de Robert Fripp o cualquier otra.
Cada una de estas tribus, con sus rituales y mitologías, hace lo que toda religión que funcione: ayudan a otorgar una identidad a sus miembros, definen su lugar en el cosmos, quizá e inevitablemente en contra de otras tribus, pero más decisivamente contra la amenaza siempre presente del sin sentido de la existencia, el caos, el no-ser.
Robert Fripp luchó contra sus demonios a través de King Crimson y se retrató a sí mismo más o menos como a un monje en la portada del disco The League of Crafty Guitarists – Live! Enlazó la idea de Gurdjieff acerca del trabajo consciente y el sufrimiento intencional con la otra idea del dolor espiritual del cristianismo ortodoxo, Aludió a sí mismo como a un monje del mundo musical y escribió sobre música clásica de la India y de la Europa medieval, entendidas ambas como intentos dirigidos a “aquietar la mente para hacerla más sensible a las influencias divinas”.
Allí está el cuerpo entero de las enseñanzas de Guitar Craft y el papel central de Fripp en esa escuela. En el caso de Fripp, quizá más persuasivo en las comparaciones con la religión convencional, se trataría de una apuesta de retorno a un tiempo en el que el mundo fue, de diversas formas, mucho más joven de lo que es hoy.
China, India, Persia, la Grecia antigua
Alrededor del siglo VI Antes de Cristo, un grupo de líderes espirituales sin comparación histórica posible, caminó una Tierra que probablemente le era ignota, pero haciéndolo desde una fuente común de energía colectiva para transformar el destino de la humanidad. En Palestina diversos profetas anunciaron la palabra de Dios a Israel; en Persia estuvo Zaratustra, fundador de la religión persa; en la India, Gautama, el Buda; en China, Confucio y Lao-Tse, fundador del taoísmo. Y precisamente en ese tiempo, en Grecia, nacía la filosofía occidental.
Una versión de la maravillosa Starless ya sin la presencia la voz de Greg Lake.
Se hace difícil abarcar esta insólita serie de súbitas disrupciones en la conciencia o relacionarlas como solitarias coincidencias cronológicas. Pitágoras (c. 570 A de C-c 490 A de C) no dejó textos que hayan sobrevivido; sin embargo, los estudiosos, empleando fuentes secundarias como Platón, han juntado como a piezas una imagen tentadora sobre esta figura seminal considerada como padre de la filosofía. Pitágoras es mejor conocido por dos doctrinas: la de la transmigración de las almas (un concepto con sorprendentes similitudes con los imaginarios orientales sobre la reencarnación), y la convicción de que todas las cosas son números. Para Pitágoras no existía separación entre religión y ciencia, música y número. Aplicando las matemáticas al estudio de los intervalos musicales, descubrió que la escala griega pudo derivar de las proporciones que involucran solo de los números 1 a 4. El intervalo más fundamental de la música, la octava, fue representada por la más esencial de todas las relaciones numéricas, 1:2 (una cuerda que vibra y la mitad de su extensión). La quinta perfecta resultó el significado de la proporción 2:3 (una cuerda que vibra y dos tercios de su extensión); una relación arquetípica 3:4 se traducía perfectamente como un intervalo de cuarta perfecto. La quinta menos la cuarta daba el tono completo (cualquiera que tenga una guitarra y un grabador puede fácilmente replicar el experimento epocal de Pitágoras). Las series continúan: 4:5 es una tercera mayor, 5:6 y 6:7 son ejemplos de terceras menores, luego vienen los intervalos de segundas. No fue sino hasta el temprano siglo XVIII que el francés Jean-Philippe Rameau descubrió que las proporciones de intervalos de Pitágoras correspondían a los armónicos acústicos de los objetos en vibración.
Conexiones del orden divino
Fripp, como debería ser evidente a esta altura, abrazó enteramente la idea de la existencia de conexiones entre números y relaciones musicales, viendo en éstas una suerte de matemática objetiva reveladora de un orden divino del cosmos. Pitágoras tiene la reputación de haber sido el primero en haber nombrado kosmos al mundo, un término que según la Encyclopedia of Philosophy significó para Pitágoras “en un modo intraducible la noción de una disposición ordenada o una perfección estructural con una idea de la belleza… Estudiando este orden, lo reproducimos en nuestras propias almas, y la filosofía deviene en una asimilación de lo divino, tan lejos como se posible dentro de las limitaciones impuestas por nuestros cuerpos mortales”.
Fripp ha mencionado a Pitágoras de tanto en tanto en entrevistas. Una de esas ocasiones fue en la revista Musician, a propósito de la gira de la League of Gentlemen, cuando escribió sobre la catedral de Ruan que tanto lo impresionó: “Aquí estoy nuevamente sentado frente a esta sinfonía arquitectural, pero sordo… En términos de cultura occidental las matemáticas y la música fueron exploradas por Pitágoras… La catedral expresó, en términos de proposiciones matemáticas, combinaciones de proporciones y distancias como una representación del orden universal”.
Fripp no es otra cosa que uno entre miles de músicos de Occidente que han retrocedido a Pitágoras como fuente de sus especulaciones numerológicas y la validación histórica de sus intuiciones internas. Pitágoras hizo más, como sea, que trabajar con las matemáticas del cosmos. Habiendo emigrado de su nativa Samos a Crotona, fundó una sociedad secreta con metas religiosas, políticas y filosóficas. Los ritos de esa sociedad tenían mucho en común con los misterios órficos, un culto nacido, según la leyenda, por el celebrado músico Orfeo, seguidor devoto de Dionisio, dios de la fertilidad y del vino. La sociedad pitagórica contenía un elemento de ascetismo y sus seguidores celebraban diversas purificaciones rituales. Los creyentes eran obligados a seguir estrictas reglas de conducta moral y prácticas dietarias: comer carne estaba prohibido, se fomentaba el respeto por los animales.
Revélame, maestro
La creencia en la transmigración de las almas llevaba igualmente a un respeto por ambos sexos, algo raro en el mundo antiguo. Tal parece que la escasez de escritos de Pitágoras mismo y la de sus discípulos más cercanos fue producto de las reglas del secreto: como Gurdjieff, y como Fripp, Pitágoras era cauteloso ante el riesgo de congelar una enseñanza viva en mera escritura El pitagorismo, de este modo, no fue inicialmente una doctrina abstracta: era una escuela de práctica, un grupo de creyentes iniciados para llevar adelante cierto tipo de vida, una liga de adherentes destinados a absorber las ideas nacidas de las visiones que irrumpían en sus maestros, revelaciones del sistema cósmico entero.
Aunque no soy ajeno a los fenómenos que trascienden la experiencia de lo irracional (una vez imaginé al fantasma de Gurdjieff flotando en el cielorraso, en una esquina de la habitación), no es que desee proclamar que Robert Fripp es la reencarnación de Pitágoras. Pero, en un sentido amplio, los paralelismos entre pitagorismo y la Guitar Craft de Robert Fripp parecen lo suficientemente claros: la filosofía como un modo de hacer las cosas, una forma de vida; el énfasis en la música y los números como proveedores de un absoluto; una verdad objetiva y existente; la importancia de las prácticas correctas en la conducta moral; la atmósfera ascética y esotérica; la creación de vías que puedan canalizar el impulso religioso; la fusión de ideas originales con elementos de la tradición, ya sean los misterios órficos y la antigua mitología griega, o el sistema de Gurdjieff, o los acercamientos a Asia e Indonesia de los músicos hip.
Hoy la palabra “filosofía”, al menos en la agenda académica, puede conllevar ciertas connotaciones –ideas abstrusas escindidas de nuestras vidas, investigación lingüística, puro pensamiento abstracto, mera lógica, la ausencia de una visión ética interna perentoria en un mundo enfrentado a dilemas éticos abundantes y trascendentes en medicina, relaciones internacionales, investigación genética, derechos de las mujeres, demografía mundial, ecología y otros temas. Mucha de la música académica compuesta en el siglo XX –con sus énfasis en las estructuras formales a expensas del sonido y la accesibilidad, su tendencia a lidiar con los problemas de la razón en lugar de los del alma- presentan un curioso paralelismo con el modo en que las ramas de la filosofía moderna se han hecho crecientemente solipsísticas.
En tiempos antiguos la filosofía –y la tradición afirma que Pitágoras fue el primero en emplear el término- significaba precisamente aquello que estaba implicado en sus raíces etimológicas: amor (philos) a la sabiduría (sophia). Sugiero, simplemente, que tiene sentido ver en Fripp a un filósofo, en el sentido original de la palabra.
Fuente y algo más: el PDF original que contiene este extracto final, obtenido de una larga tesis sobre Fripp y King Crimson, puede buscarse gugleando el artículo que lleva este título: From Crimson King To Crafty Master (la tesis se hizo libro y el autor publicó otro sobre Brian Eno). Traducción de Eduardo Blaustein, seguramente con alguna pifia.