Tal como sucede en otros ámbitos laborales, en periodismo hace años que es regla la incorporación de pasantes como fuerza de trabajo a explotar. La socióloga e investigadora del Conicet Laura Rosenberg analiza en detalle el fenómeno en su flamante libro “Jóvenes periodistas. Aprender un oficio en años de polarización y precarización laboral”. El trabajo será presentado en la Feria del Libro el 12 de mayo a las 20, con la presencia de Lucía Álvarez y la moderación de Carlos Zelarayán. Aquí, un fragmento.

Conocer las trayectorias de jóvenes que comenzaron a trabajar como periodistas bajo las categorías de redactores y pasantes implicó preguntarse por cuestiones tales como los modos de ingreso en las salas de redacción, el aprendizaje del oficio que adquirieron en estos espacios, las características de los vínculos que establecieron con sus colegas, jefes y fuentes de información, los procesos de identificación que atravesaron a su práctica de formación y sus chances de continuidad laboral. Todo ello en un período que se caracterizó por un debate profundo sobre el ejercicio del periodismo en Argentina y por la incertidumbre de un mercado de medios que lleva años asistiendo a “achicamientos” y cierres.

La investigación realizada sobre ese primer tramo de la carrera de los recién llegados a las Redacciones se situó en el segundo período presidencial de Cristina Fernández de Kirchner y el primer año del gobierno de Mauricio Macri. Recorrió el impacto que tuvo en el modo de pensarse como periodistas, y de hacer periodismo, la llamada “grieta política” sobre la que mucho se ha escrito para aludir a las divisiones internas en los campos político y mediático desde la “crisis del campo” en 2008 y que perduran hasta la actualidad.

Como otros interrogantes formulados en la investigación, la pregunta por la continuidad laboral de jóvenes periodistas que se formaron en esa coyuntura se inscribe en la crisis más larga que atraviesa el campo periodístico, siendo 2015 y 2016 especialmente dramáticos para el amplio abanico de medios del mundo de la prensa gráfica. Solo en la Ciudad de Buenos Aires, el SIPREBA contabilizó la pérdida de 1263 puestos de trabajo en 2016, anticipando las dificultades que hubo en adelante para la inserción laboral en los medios. Si se amplía el recuento hasta 2019, la cifra ascendía a 3167. En esta pérdida no hubo grietas: aportaron tanto los medios públicos, los medios privados con una situación económica crítica y aquellos que repuntaron sus finanzas durante la gestión de Mauricio Macri en el poder. Otro signo de los rápidos reajustes que se dieron en el mercado de medios local lo evidenciaron los medios en los cuales se desarrolló la investigación: Página/12 y Tiempo Argentino. Al tiempo que el primero pasaba a conformar, tras casi 30 años de existencia, un multimedio en expansión (el Grupo Octubre), el segundo se convertía en cooperativa luego del vaciamiento del Grupo 23 efectuado de mano de sus dueños, Sergio Szpolski y Matías Garfunkel.

La última parte de la investigación trató sobre las posibilidades que los más jóvenes hallaron para continuar como trabajadores de medios en un marco caracterizado por este escenario de transición política y vaivenes económicos en los medios de comunicación. Abordamos aquí la situación de quienes se desempeñaron como pasantes y su búsqueda por permanecer en el campo periodístico una vez culminada esa etapa.

Fin de pasantía

“No había intención de tomar a nadie,
por más que fuera Rodolfo Walsh”

“Haber hecho la pasantía te suma.
Pero yo creo que no te abre puertas, para nada”

La conclusión de la pasantía sella el cierre de una etapa central en la carrera periodística de los jóvenes que llegaron a la Redacción desde ámbitos académicos: “Lo malo de la última etapa es que te vas cuando más cómodo te sentís, cuan­do ya tenés la agenda armada y conocés a todos en el diario”. El hecho de que esta experiencia esquive la representación típica “del chico que va a servir café” y que se torne, en la práctica, un trabajo equivalente al de los redactores, acrecentó las expectativas por la continuidad en el medio.

La mayoría de los pasantes entrevistados hubiera aceptado continuar trabajando en el diario de haber existido un ofrecimiento en ese sentido por parte de la empresa. En efecto, uno de los reclamos que plantearon alguna vez exigía posi­bilidades concretas de inserción como trabajadores en el medio. Algo que, desde el inicio, los editores anticiparon que no ocurriría, aunque compartían con los pasantes la percepción de que en algunas sec­ciones se hacía necesario contar con más personal:

-En general en los últimos años hay mucha dificultad de continuidad [para los pasantes], porque el diario tiene un staff y por una cuestión empresaria no aumenta. Eso se los digo también el primer día, para no crear falsas expectativas.
-¿Para vos haría falta que se incorpore alguien más en la sección?
-Sí, en este momento estaría bien sumar alguna persona, sobre todo porque en los últimos tiempos hubo algunas bajas, por diversos motivos. Pero bue­no, hay una realidad económica, empresaria, que marca algunas pautas y yo trato en ese marco de adaptar lo mejor que se pueda en la sección para que siga saliendo bien, lo mejor que se puede. Mantener el perfil de la sección, aunque con menos recursos humanos (editor).

Esa discontinuidad se convirtió en una problemática por la capita­lización de recursos que distingue dos esferas: la individual (relativa al desarrollo de las carreras periodísticas de cada pasante) y la organizacio­nal (relativa a las consecuencias en la dinámica de trabajo en el diario). Según estas dos dimensiones, se abordaron los interrogantes sobre qué recursos se capitalizan en las pasantías, quiénes son los que los capitali­zan, y también, cuáles son las pérdidas que se perciben en función a la inversión que realizaron los jóvenes y la empresa periodística.

Siguiendo los consejos recibidos por tutores, redactores y editores del diario, los pasantes dicen que “sacarle jugo” a la pasantía es una posibilidad certera, y se nota tanto en la cantidad de notas que lle­van firmadas como en la “agenda propia” de temas y de fuentes que han logrado construir y reutilizar en futuros trabajos en medios. No obstante, esta posición ante la que se encontraron los jóvenes también fue interpretada como una “trampa” del propio sistema de pasantías: se presentaba como una oportunidad significativa para el aprendizaje del oficio en medios gráficos; pero, en aras de “aprovechar al máximo” la experiencia, se llegaba a trabajar “a la par” de un redactor. En consecuencia, la falta de redactores en algunas secciones era compensada en la empresa con el trabajo de pasantes.

La “trampa” saltaba a la vista cuando los pasantes invertían mayores esfuerzos con la expectativa de continuar su carrera como redactores en el diario. Dado que son pocos los casos en los cuales se incorporó ex pasantes como redactores, muchos han experimentado el fin de la pasantía como un momento de conflicto, como una situación “traumática”: “Fue triste. Fue un momento de incertidumbre, porque una se entu­siasma mucho con el laburo, y cuando salís, salís a la nada”. El cierre de esta etapa y la imposibilidad de “quedar en el diario” tuvo como trasfondo una situación de desempleo que, en muchos casos, se prolongó por varios meses:

En general todos los chicos que yo he visto pasar por el diario es un momento medio angustiante cuando se termina la pasantía. Es un mo­mento medio de mierda. Algunos se bajonearon mucho de hecho, cuando se terminó el laburo acá en el diario. ¡Se iban pateando tachos más o menos! Una imagen así… Y otros tuvieron como un período depresivo, uno de los que estaba laburando mucho, que le alargaron la pasantía (redactor, ex pasante).

Aunque los editores advirtieron a los postulantes que la pasantía no signifi­caría un canal de inserción al diario, muchos guardaban una “pequeña esperan­za” de que ello sucediera. Desde el año 2010 esa expectativa se disipó por completo al notarse la falta de nuevas incorporaciones al staff del diario. Hubo quienes compartieron una hipótesis “descabellada” que alguien puso a prueba cuando empezó “la cuenta regresiva”:

-No se hablaba de que ya se terminaba la pasantía. ¡El resto [de la sección] capaz que ni sabe que es tu último mes! Y vos capaz que estás contando los días. Yo me acuerdo que llegó el momento, y que pasaban los días… Ponele que mi pasantía terminaba el 30 de junio, y pasaba 2 de julio, 3 de julio, 4 de julio y yo seguía yendo, y nadie decía nada… 5 de julio, seguía yendo, seguía yendo, nadie decía nada, me acreditaban para ir a tal partido y qué sé yo… Y en un momento me agarra mi jefe y me dice: —“Che, ¿tu pasantía no terminó?” —“¡Sí!!— le digo. —“¡Qué sé yo! ¡Terminó!”.
-¿No tenías un contrato?
-¡Sí, tenía contrato!
-¿Y no decía la fecha?
-¡Exactamente! ¡Yo ya estaba afuera del contrato! Una semana igual fue. Y me dice: — “Yo voy a pedir que te quedes”. — “Bueno, pedí que me quede”, le dije. Después, a los dos o tres días, me dijo: — “No, mirá, me dicen que es imposible, que va a venir un pasante el lunes que viene” (Ex pasante).

El seguimiento riguroso de la normativa que había caracterizado la in­serción de los pasantes al medio —en la etapa que se extendía desde la postulación hasta el ingreso al diario— contrastó con la poca previsibilidad que han señalado durante el último tramo de su estadía en el diario. Cuan­do los pasantes sentían que ya formaban parte del colectivo de integrantes del diario, y que se habían habituado a trabajar “a la par” de los redactores, el corte abrupto de la pasantía resultaba una anomalía, por más que hubie­ra sido establecido explícitamente en el convenio firmado por la empresa, la universidad y ellos mismos. Y es que a medida que empezaba a correr el reloj en el diario, marcando el inicio de la “cuenta regresiva”, ciertas reglas específicas al carácter de la actividad de formación se volvían más laxas. Esto hacía presuponer que aquellos aspectos que ellos caracterizaban como parte de la desorganización de la empresa podrían jugar a favor de quienes deseaban permanecer allí como redactores.

Notando que el diario “había dejado ir” a pasantes que habían demos­trado muy buen desempeño — “No había intención de tomar a nadie, por más que fuera Rodolfo Walsh” — la meritocracia tampoco apareció como un elemento que explicara las chances de continuidad. Según los entre­vistados, todo el “talento” que los jóvenes demostraron en el diario podía invertirse en la realización de “buenas notas”, que redundaran en mayores saberes sobre el quehacer del oficio. Pero muy difícilmente se iba a traducir en el establecimiento de una relación laboral dentro de la empresa. En ese sentido, quienes se habían concentrado en “aprovechar” la pasantía con el fin último de dominar el oficio transitaron con menos angustia la culmi­nación de esa etapa, al aceptar el acuerdo tácito con un diario que los iba a formar como periodistas, pero que no les iba a garantizar la permanencia en el mundo laboral de los medios en el largo plazo.

Pero no en todos los casos la culminación de la pasantía clausuró el vínculo con el diario; hubo pasantes que sí continuaron trabajando allí. Su experiencia e interpretación del proceso que habilitó su “efecti­vización” como redactores ha sido sintetizada en el refrán: “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Decían, no fue “por mérito”. Tampoco volvieron a aplicar a una búsqueda como la que caracterizó, en la mayoría de los casos, la llegada de los pasantes. Quienes quedaron atribuyeron su buena fortuna al mismo “azar”, y también a la red de relaciones que habían forjado con otros integrantes de la empresa:

Por ahí ves que los pasantes se rompen laburando y a lo mejor vos ya sabés que por más buenos que sean, si no hay una decisión política del diario de incorpo­rarlos, no los van a incorporar. Porque ya no es una cuestión de méritos, sino que tiene que ver con el momento, si justo se fue alguien un mes antes te usan para llenar el espacio, o lo que fuera… (redactor, ex pasante).

En esta primera lectura, la oportunidad tiene lugar en contextos ex­cepcionales, cuando otros trabajadores renunciaban “justo” al tiempo que culminaban algunas pasantías, “abriendo lugar” el diario a nuevas incor­poraciones. Ex pasantes devenidos en redactores fundamentaron sus chances en la renuncia de otros periodistas y en la decisión de la empresa de encontrar reemplazo para los puestos de trabajo que habían quedado vacantes, siempre y cuando no se los buscara cubrir con nuevas pasantías. En este punto, la red de “contactos” cobra centralidad:

Siempre una palanca tenés que tener… En el diario pasa. Hay “hijos de…”, “amigos de…”, “primos de…”. ¡Entran así! Son raros los casos en que un tipo que esté estudiando entre de una a laburar ahí, si no es por la pasantía. Después de la pasantía se quedaron muchos. Esa era otra de la reivindicación que nosotros planteábamos. Que los pasantes que demostraban idoneidad de trabajo tuvieran la posibilidad de ser contratados. A nosotros implícitamente nos dijo un jefe de sección que la empresa no iba a tomar pasantes. Porque no era política de la empresa tomar pasantes. ¿Pero por qué? ¡Habían pasado pa­santes, periodistas, que eran muy buenos! ¡Y los tipos se fueron! Despreciados por el diario que te desprecia como profesional. Entonces exigíamos que la empresa rompa ese criterio que tiene.

Los pocos pasantes que se incorporaron al staff del diario (una vez fi­nalizada su pasantía, o tiempo después) coincidieron al señalar que su si­tuación representó una excepción frente al recorrido de otros colegas. La interrupción más o menos breve de la carrera periodística entre quienes finalizaron su pasantía ha sido comparada con los sucesos de una película clásica del cine norteamericano:

Es un poco como “El día de la marmota”, ¿no? Porque llega un pasante nuevo, primero es como tímido, después va tomando más importancia lo que hace, al principio hace más pirulitos… Y de repente lo ves haciendo una nota más importante… ¡Y cuando ya te acostumbraste, desaparece y aparece otro de nuevo! Se da esa cosa cíclica que es medio rara con compañeros… Pero siempre en general es gente muy preparada, que hace su laburo bien, y que a muchos de ellos les ha ido bien después de irse de acá (Ex pasante, redactor).

Como denota este testimonio, lo cíclico aparece asociado a la rotación de pasantes, más que a su “efectivización” como redactores, algo que carecía de sentido para los integrantes de la Redacción que colaboraron en su pro­ceso de aprendizaje del trabajo en el medio: “Los pasantes terminaron siendo pasantes. Y no se quedaron en el diario, salvo casos muy aislados”. Es por eso que, desde las entrevistas iniciales hasta su primera etapa en el medio, los pasantes recibían consejos de sus tutores, editores y redactores, y también de ex pasantes, que los orientaron a capitalizar lo aprendido para su propia carrera, con miras a su inserción en otros espacios laborales. Pero ni el diario ni la universidad colaboraron más allá de la etapa de formación.

El carácter excepcional que revistió la incorporación de nuevos redactores entre los pasantes dio cuenta de un proceso en el cual la empresa expulsó periodistas en cuya formación invirtió durante, generalmente, el transcurso de un año, decidiendo no capitalizar esos recursos humanos que fueron a otros medios para aportar los conocimientos adquiridos en la pasantía. Varios pe­riodistas recordaron “muy buenas camadas de pasantes” que el diario no sumó al staff.

Hacia fines de 2015, el cambio de signo político en el gobierno nacional aumentó la incertidumbre sobre la suerte económica del medio. En ese sentido, una interpretación factible sobre la decisión empresarial de “dejar ir” a “buenos periodistas” se fundó en motivos eco­nómicos, y tuvo su anclaje en las políticas de flexibilización laboral que venían facilitando, en las últimas dos décadas, la rotación de pasantes con el trasfondo del reemplazo que ello significaba de fuentes de trabajo genui­nas.

El interludio del colaborador

“Si no están dadas las condiciones,
tampoco vas a ser un esclavo del diario”

Si “quedar efectivizado” aparecía ante los pasantes como una misión casi im­posible de ser concretada, las colaboraciones se presentaron, en cambio, como una opción mucho más tangible para quien devenía en ex pasante. El abordaje de la segunda dimensión de la continuidad laboral de los jóvenes periodistas que hicieron su paso por el diario empezará por la negativa: ¿Por qué no ser colaborador?

En el imaginario de ex pasantes, se planteó como problemática la posi­bilidad de “quedar pegado al diario” toda vez que la relación con la empre­sa continuara prescindiendo de estabilidad laboral y donde los riesgos de la subcontratación fueran mucho mayores. Colaborar significaba pasar a integrar una sala de redacción “paralela”, conformada por periodistas que no asistían regularmente al espacio de trabajo, pero que participaban de la elaboración del producto final. Esa Redacción se caracteriza por la diversidad de condiciones en las cuales se encuentran sus trabajadores: están quienes ocupan las posiciones más aventajadas, “las plumas” del diario; y quienes detentan las posiciones más débiles, pe­riodistas colaboradores que publican en los medios solo esporádicamente, menos por decisión propia que por ser la única “veta” que hallan abierta para permanecer en el campo. Entre quienes buscan desarrollar una carrera laboral dentro del campo periodístico, las colaboraciones se presentan como una opción más accesible que deseable.

La mayoría de los jóvenes que terminaron su pasantía y que aspiraron a continuar su carrera laboral en el mismo diario no lo lograron. Sin embargo, los entrevistados manifestaron haber hallado mayor apertura en la posibilidad de “hacer colaboraciones” en la sección donde se desem­peñaron como pasantes. Así, mantuvieron “el contacto” hasta alcanzar “el límite” de veinticuatro colaboraciones anuales, que el estatuto del periodis­ta profesional fija en su artículo 2 como piso de la figura del colaborador permanente. Al llegar a esa instancia, los periodistas tienden a ser “freezados” hasta el año entrante.

Al igual que ocurría con el caso de los redactores, solo unos pocos ex pa­santes quedaron como colaboradores permanentes en el diario. La opción de colaborar en el diario una vez concluida la pasantía no previó siquiera los beneficios del colaborador permanente, sino que abrió un camino igual de breve que el anterior, hasta llegar al límite de colaboraciones.

Los relatos de los colaboradores tendieron a contrastar con la figura del trabajador freelance a la que son asociados comúnmente por el tipo de vínculo que establecen con la empresa. Quienes pasaron un año como pasantes del diario han atravesado condiciones de trabajo desventajosas:

A algunos les gusta eso de no tener horarios, pero para mí quedás muy enaje­nado. Tenés la posibilidad última de seguir colaborando en el diario. Pero… ¿hasta qué punto eso es un trabajo? Estaría bueno que se generen condiciones genuinas de contratación. Es un círculo eso de la precarización (ex pasante).

En la actualidad, esos canales de ingreso se han achicado en las empresas periodísticas, y las colaboraciones esporádicas aparecen ante los que buscan empleo en medios como la única posibilidad de generar o “mantener” el vínculo con el medio que los recibió en otras condiciones y que, culminada esa etapa, “los deja ir”.