Autoras, editoras e investigadoras reflexionan sobre el papel fundamental de la fantasía y la ciencia ficción a la hora de proponer alternativas al modelo de dominación patriarcal. El legado dejado por Ursula K. Le Guin a la hora de postular menos héroes machitos y mejor humanidad y diversidad.

“Para oír, hay que callar”.

Un mago de Terramar, Ursula K. Le Guin (1968)

Una sensación cada vez mayor de que algo me faltaba en mi propia escritura, algo que no podía identificar, había comenzado a paralizar mi capacidad para contar historias. Sin las escritoras y pensadoras feministas de los años setenta y ochenta, no sé si alguna vez podría haber identificado esta ausencia como la ausencia de mujeres en el centro del relato”. Así explica Ursula K. Le Guin, una de las mejores autoras de fantasía y ciencia ficción de todos los tiempos, el momento en el que un bloqueo creativo le hizo reflexionar acerca de la importancia de la representación de la diversidad en la ficción especulativa –categoría que engloba géneros como la fantasía, la ciencia ficción y el terror–.

El texto forma parte de la introducción de Los libros de Terramar, un recopilatorio que agrupa todas las historias de la saga de Terramar. Según cuenta, ese click mental tuvo lugar en un punto intermedio de la misma y supuso un cambio radical: “El punto de vista ya no era desde una posición de poder o entre hombres de poder. Tenar [personaje protagónico en las novelas] lo veía todo desde abajo, a través de los ojos de los marginados, de los sin voz, de los impotentes”.

En otro texto, titulado The carrier bag theory of fiction (que podría traducirse como “Teoría de la bolsa de transporte de la ficción”), Ursula K. Le Guin habla sobre la importancia capital del relato y de cómo el héroe se convirtió en el núcleo irrenunciable de las historias que apuntalaron la mitología y dieron forma a la cultura occidental. Le Guin se queja de cómo la ficción heroica, “prometeica”, modeló nuestra comprensión hasta convencernos de que las armas, la caza y la dominación violenta –tanto de la naturaleza como de otras sociedades humanas– son la base sobre la que hemos ido evolucionando hasta el día de hoy. “En mi deseo de ser también humana, busqué pruebas de mi humanidad. Pero, si esto era un requisito previo, el crear un arma y matar con ella, entonces yo era o extremadamente defectuosa como ser humano, o no era ser humano en absoluto. Así es, dijeron. Lo que eres es una mujer. Posiblemente en absoluto humana”, escribe.

El texto termina con un alegato a favor de cambiar la concepción de las novelas de ficción, cuya forma adecuada nos han dicho que es “la de la flecha o la lanza, que comienza aquí y va recta hacia allí y ¡zas!, da en su blanco (que cae muerto)”. En su lugar, la escritora propone que “la forma natural, correcta, adecuada de la novela quizás sea la de un saco, o una bolsa. Un libro contiene palabras. Las palabras contienen cosas. Portan significados. Una novela es un botiquín”. Del arma mortífera a los instrumentos para curar. Pero este cambio formal alberga en su seno otro, seguramente más importante: “Está claro que el Héroe no queda bien en esta bolsa. Necesita un escenario o un pedestal o una cima. Lo metes en una bolsa y parece un conejo o una patata. Por eso me gustan las novelas: en lugar de héroes, contienen personas”.

Una naturalización que viene de lejos (y de chicos)

Rebecca Léveillé-Guay.

En Utopía no es una isla, Layla Martínez explica por qué es tan importante esa ampliación de la diversidad en las representaciones literarias que se produce al revocar la hegemonía del ‘héroe’ y proponer, en su lugar, la categoría ‘personas’. “La forma en que imaginamos el futuro está fuertemente condicionada por los productos culturales que consumimos”, sostiene Martínez; y va más allá: “Los productos culturales reflejan la realidad, pero al hacerlo, también la crean”.

Esta cuestión de la influencia que ejercen en el cuerpo social las narrativas, los discursos y las cosmovisiones presentes en las novelas de ficción ha sido abordada desde disciplinas como la Antropología, la Literatura o los estudios culturales –entre otras–. La producción teórica resultante respalda el posicionamiento de Ursula K. Le Guin, en el que se vincula la ausencia de representación literaria con una posición de subordinación en el orden social.

Uno de los nombres más reconocibles en el ámbito hispanohablante es Teresa López-Pellisa, profesora de Literatura en la Universidad de Alcalá (Madrid) y doctora en Humanidades, cuyas investigaciones se centran en estudios del futuro, ciencia ficción, fantástico, cibercultura y estudios de género. En conversación con CTXT, abunda en esta idea de que la naturaleza performativa de la literatura le otorga “la capacidad de crear realidades y educarnos con una idea de mundo que se establece y se solidifica”. Y así, según cuenta el colectivo Proyecto UNA en su ensayo Leia, Rihanna & Trump, el capitalismo y el patriarcado se convirtieron en “las dos únicas ideologías que han podido reciclarse y mantenerse en vigor”, gracias a lo que ellas llaman “posición de neutralidad” y que definen como “comportamientos que (…) se incrustan en el inconsciente de forma que no parezcan una identidad sino simplemente ‘lo normal’”. Una naturalización que, aclaran, “se transmite y se codifica desde temprana edad a través, no de iglesias ni de grandes sermones, sino de cuentos, ficciones y entretenimiento”.

Pese a todo ello, López-Pellisa destaca “el poder de imaginación política que ha demostrado la literatura de ficción especulativa”, cuyo carácter “revolucionario” contrasta con ese papel de refuerzo de la hegemonía del paradigma patriarcal recién descrito. Tanto es así, que sugiere hablar de este género literario como “narrativas de la transformación”.

Riane Eisler, en su obra maestra El cáliz y la espada, ofrece una argumentación más teórica que respalda esta importancia fundamental de la ficción. En el libro, dedicado a desmontar minuciosamente la apariencia de inevitabilidad del modelo de dominación que rige los valores y la racionalidad occidentales, la autora utiliza las teorías del caos para presentar el concepto de “atractores”. Se trata de elementos cargados de idiosincrasia que, cuando tienen un carácter transgresor, pueden impulsar cambios de modelo, puesto que su influencia da lugar a fluctuaciones que pueden derivar en “puntos de bifurcación críticos, en esencia, caminos para posibles transformaciones de los sistemas”. En este contexto, hace mención explícita de la literatura como un atractor que actúa “en el nivel de los valores”.

Teniendo en cuenta que, según la tesis de Eisler, la sensibilidad ante esas fluctuaciones se multiplica en momentos de profunda inestabilidad sistémica como el actual, el papel de la ficción especulativa se antoja fundamental hoy. De nuevo en palabras de Teresa López-Pellisa, este género literario no solo “nos permite pensar que otro mundo sí es posible”, sino que “además nos lo presenta, lo podemos palpar con las manos y nos podemos identificar con esos ideales, con esa sociedad, con esos personajes”.

Lecturas para cambiar las cosas

La buena noticia es que, en los últimos años, el panorama literario español se ha enriquecido a pasos agigantados, con un incremento notabilísimo de la diversidad en el perfil de las autoras, los temas y los enfoques. Gran parte de la responsabilidad está en la apertura de la industria editorial a esa variedad de sensibilidades, con Crononauta y Duermevela como dos de las principales referencias.

Elena Lozano es editora de la primera de ellas, y no duda ante la pregunta de si la editorial nació con la intención de combatir el sistema de dominación patriarcal: “El proyecto empezó porque veíamos que a la literatura de ficción especulativa no llegaban ciertas voces. (…) Nuestro enfoque principal desde el principio fue fomentar ciertos valores feministas desde las obras que publicamos, entendiendo el feminismo como algo interseccional”. “Nuestro objetivo es sacar de la zona de confort a las personas que leen nuestros libros; que vean otros mundos, otras perspectivas”, continúa antes de rematar con un acercamiento práctico bastante exacto al concepto de “atractor”: “Eso puede impulsar cambios de modelo en tanto te permite imaginar sistemas totalmente diferentes y te puede dar ideas para evolucionar e impulsar esos cambios, ya sean desde el punto de vista racial, de género, de identidad sexual o de todo lo que tú quieras”.

Svetlana Bobrova.

Por su parte, Almudena Cardeñoso cuenta a CTXT que “Duermevela nació para acercar una realidad más diversa a los lectores de literatura fantástica”, enfocando su selección editorial en “obras que ponen el foco en otras culturas diferentes a la occidental y que tienen como protagonistas a mujeres, personas del colectivo LGTBI+ o racializadas”.

Ambas coinciden en destacar la profunda importancia de ampliar el espectro de la representación en el sector. “Cuando una enorme parte de la población siempre aparece para cumplir los mismos roles secundarios estás mandando un mensaje que trasciende el papel, y que nos limita como individuos y como sociedad”, asegura Cardeñoso. En esa misma línea, S. A. Chakraborty, autora de la aclamada trilogía de Daevabad, explicó en Kirkus Reviews que su principal motivación para escribir City of brass [novela que da inicio a la saga] fueron los miembros de su comunidad, personas musulmanas “que amaban leer fantasía y ciencia ficción, pero –y yo me he visto enfrentada a esto, incluso siendo una miembro privilegiada de mi comunidad, una blanca conversa– abres ese libro y te gusta y estás disfrutando la historia y entonces ¡bam!, ahí aparece un cliché. Ahí aparece algo ofensivo”.

La escritora, nacida en Nueva Jersey, sostiene que “nuestra juventud, nuestras chicas y chicos, deberían tener representación, personas a las que admirar como héroes”, palabras que ponen en valor la gran relevancia de las editoriales comprometidas con dicha tarea.

“La gente reconoce nuestros intentos de representar la diversidad”, dice Elena Lozano. De hecho, en Crononauta reciben “correos larguísimos” de agradecimiento en los que algunas lectoras les confiesan que sus novelas les ayudan a tratar temas muy complejos con sus hijos e hijas. Temas como la identidad sexual, la discriminación racial, los abusos y tantos otros que hasta hace bien poco eran sistemáticamente obviados en la literatura.

Teresa López-Pellisa acude al crítico cultural Ziauddin Sardar para hablar de los “tiempos posnormales”, expresión que define una época –la nuestra– en la que todo es “caos, contradicción y complejidad” conforme las crisis sistémicas se van superponiendo y la incertidumbre se hace omnipresente. “Él propone que eso se puede resolver a partir de la creatividad”, y justo ahí aparece la literatura de ficción especulativa: “Desde el ámbito de la literatura lo que tenemos son creadores y creadoras que, a partir de la imaginación, tienen la capacidad de crear escenarios de posibilidad para proponer soluciones a los problemas del presente (…) Eso nos da una posibilidad de mundo que es movilizadora, y por eso es subversiva y políticamente interesante esta literatura de ficción especulativa”, remata la doctora en Humanidades.

El futuro se imagina (y se escribe) en clave feminista

El auge de movimientos como el feminismo, que coloca en el centro de sus propósitos la sustitución del paradigma de dominación por otro más colaborativo e igualitario, ha tenido su impacto en la fantasía y la ciencia ficción: “En España, por ejemplo, ha habido cambios legales como la discriminación positiva que hace que en muchos jurados de muchos premios tenga que haber mujeres, y eso hace que todo cambie”, afirma López-Pellisa.

En el prólogo de Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España, escrito por ella misma junto a Ricard Ruiz Garzón, utiliza el mito de Metis para escenificar cómo “el patriarcado ha deglutido literalmente la figura de la mujer como creadora”.

Tradicionalmente, las mujeres han sido marginadas a una suerte de género literario propio, algo así como una narrativa para chicas muy limitada en cuanto a las temáticas, la forma y el público objetivo. Esto no era más que un trasunto del orden social, en el que “la configuración de valores” ajenos a la norma era “confinada en los sistemas de dominación masculina a un mundo aparte, subordinado y secundario respecto al mundo real de los hombres”, en palabras de Riane Eisler. No obstante, los datos demuestran que, desde hace unas décadas, el empuje de la mirada femenina ha ido fracturando este muro.

El nacimiento de la editorial Crononauta estuvo acompañado de una investigación que reveló la enorme discriminación que sufren las autoras de ciencia ficción y fantasía. Una parte del artículo resultante se dedica al estudio de la evolución de la representación femenina en los premios Hugo (N del E: galardones otorgados anualmente a las mejores obras de ciencia ficción), quizá los más prestigiosos del mundo en ficción especulativa. Las cifras son escandalosas: desde su origen en 1953, el 82% de las obras premiadas, nominadas y mencionadas están escritas por hombres. A continuación, las autoras analizan la progresión de este porcentaje a lo largo del tiempo, con unas conclusiones que invitan al optimismo: entre 1953 y 1959, la presencia de escritoras era de un 5%; entre 2015 y 2018 fue de un 40,83%. Y parece que la tendencia sigue creciendo, puesto que en las últimas cuatro ediciones (2019-2022) el premio Hugo a mejor novela solo lo han ganado mujeres.

“Cada vez hay más mujeres escritoras, editoras, traductoras, académicas… todo eso hace que esos mundos y esas propuestas tengan una visibilidad mayor, y son bastante diferentes a la ciencia ficción que escribían los hombres”, asegura Teresa López-Pellisa.

Imagen de apertura: Jordi Solano.

FUENTE: Ctxt Contexto.