El sistema de medios registró profundas modificaciones en los últimos cuatro años. A fuerza de decretos, Cambiemos definió las características de los principales actores y consolidó la dinámica del mercado. La convergencia digital quedó librada al juego de la oferta y la demanda. Casi sin intervención estatal, el cambio tecnológico augura una mayor concentración.
La producción y distribución de contenidos informativos, culturales y de entretenimiento no son ajenos a la marcha de la economía en general. Tampoco a la acelerada modificación de los hábitos de consumo que impulsa el cambio tecnológico. Sobre las recurrentes devaluaciones, la persistente inflación y la caída de la demanda privada – fenómenos ya estructurales que se profundizan en las etapas de crisis – se dibuja la convergencia digital criolla. Lo hace, va de suyo, en el marco de una torta publicitaria en retroceso y que es captada, cada vez en mayor proporción, por los grandes jugadores del sistema local y global.
“La captura de la audiencia y la propiedad de los productos cultures e informativos por parte de capitales extranjeros antecede a la convergencia digital. Sin embargo, la intermediación de Facebook, Google, Apple, Netflix y Disney, entre otras, aceleró y profundizó el fenómeno”, señalan Agustín Espada y Santiago Marino en su artículo Modelo y casos de regulación de plataformas para la diversidad cultural y periodística [1]. Los autores subrayan que la situación erosiona el financiamiento de la producción local de contenidos al capturar una porción cada vez mayor de la renta.
Los autores destacan que las plataformas dominantes “regulan de facto” la oferta y “limitan la capacidad” de los usuarios para decidir qué información personal puede ser comercializada. Al igual que en el resto del mundo, en la escena local se destacan Google (Youtube), Facebook (Whatsapp e Instagram), Netflix y Spotify como las más importantes productoras y distribuidoras de contenidos online; renglón al que se agrega Flow, del Grupo Clarín. Ganan por goleada.
Se dirá que se trata de un fenómeno de escala global. Sin embargo, los autores del trabajo destacan un hecho central: el fenómeno se manifiesta con mucha fuerza en América Latina. “Una región en donde es cada vez menor el espacio para generar contenidos en cualquier formato que reflejen y representen las distintas formas de pensar e instalarse en el proceso de circulación social de sentido”, dice el informe.
La dinámica impacta en la balanza comercial de bienes y servicios culturales. El renglón refleja la transnacionalización del negocio. Un tema para nada menor de cara a las recurrentes restricciones externas que exhibe la economía local. En pocas palabras: se importan muchos bienes y servicios, y se exporta casi nada. El aumento de las importaciones está relacionado a los usos y consumos a través de las plataformas de streaming. Netflix o Spotify, por caso, acentúan una dinámica de larga data: la exteriorización y extranjerización de la renta del sistema cultural.
El informe de Espada y Marino le pone números a la dinámica. Hoy, las plataformas digitales estadounidenses concentran el 85 por ciento de la renta generada por la importación de servicios de streaming. El 15 por ciento restante lo explica Spotify, plataforma también estadounidense, pero radicada en Suecia. En 2016 se importaron servicios de streaming por 171 millones de dólares, contra 330 millones en 2019. Uno de cada dos pesos gastados en el sector cultural local tuvo la prestación de servicios de streaming como destino.
El capital intensivo avanza y se consolida
El pormenorizado trabajo publicado por el Sipreba advierte que, en este marco, la actividad periodística y su futuro se encuentran amenazados. El informe habla de un proceso de “uberización” de la producción. No serían ajenos a este fenómeno la precarización de las condiciones laborales de los trabajadores del sector y la desprofesionalización de las fuentes de noticias y contenidos que circulan en las plataformas. “Una amenaza para la democracia”, advierten Espada y Marino [2].
La historia local es conocida. A fuerza de decretos, Cambiemos desmontó muchas de las principales regulaciones de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (2009). En solo cuatro años, el Ente Nacional de Comunicaciones liberó el escenario de la convergencia a las fuerzas del mercado. La competencia manda. “Desactivó los límites a la concentración de la propiedad y a la propiedad cruzada, eliminó la prohibición nunca cumplida de que operadores de TV abierta y paga pudieran estar en las mismas manos y estableció que la TV por cable – principal sistema de distribución de contenidos audiovisuales – saliera de la órbita de la LSCA”, reseñan los autores.
Espada y Marino puntualizan un hecho central. En 2017, Cambiemos habilitó a las empresas de telecomunicaciones a ofrecer TV paga – por cable y fibra óptica – y autorizó al Grupo Clarín a ofrecer telefonía móvil, además de permitirle a DirecTV que brinde internet, algo que ya hacía en condiciones legales precarias. “La consolidación no estuvo ni está acompañada – como suponían algunas teorías optimistas – de una mayor diversidad discursiva”, apuntan los autores. Lo mismo preocupa en Estados Unidos y Europa. Ningún país resolvió el problema. Mientras tanto, las compañías con capital intensivo avanzan y se consolidan.
Los autores subrayan que los efectos de la desregulación solo guiada por los intereses de las grandes empresas desembocaron en un verdadero descalabro normativo. Al punto que el plexo normativo es incongruente en muchos aspectos. El mapa muestra pocos propietarios. Algunos de origen nacional, otros extranjeros. También los hay mixtos. Nada varió desde que el Frente de Todos ganó las elecciones. No hubo decisiones de fondo. Las únicas medidas, aunque muy tímidas – como definir la telefonía móvil y la TV paga como “servicios públicos en competencia”, y congelar las tarifas de Internet, telefonía móvil y TV paga – provocaron una inmediata ofensiva editorial liderada por Clarín y La Nación. Reacciones corporativas que contrastan con las avanzadas regulatorias que se registran en Estados Unidos y Europa [3].
Hablemos de números
Espada y Marino puntualizan que desde 2014, los volúmenes publicitarios vienen en retroceso, luego de la recuperación que registraron entre 2002 y 2008. Los datos que recogen de la Cámara Argentina de Agencias de Medios señalan que el año pasado cerró con una inversión publicitaria que medida en dólares fue un 50 por ciento inferior a la de 2014. En ese contexto, la publicidad en las plataformas digitales ganó muchísimo terreno. Capturaron uno de cada cuatro pesos invertidos en publicidad.
Se sabe. Los grandes derrotados son los diarios, las revistas, la publicidad en vía pública y la televisión abierta. El trabajo consigna que las señales pagas, en cambio, mantuvieron una participación constante sobre el total, al tiempo que la radio registró un crecimiento sostenido durante el período en el que creció la publicidad digital. El informe recoge otro dato que ilustra los cambios. El promedio de circulación diaria de la prensa gráfica, según el Instituto Verificador de Circulaciones. El declive es conocido, pero los números no dejan de asombrar. El último pico fue en 1986, cuando se vendieron 1 millón 900 ejemplares por día. En 2000, la cifra cayó a 1 millón 100 mil ejemplares, número que se mantuvo hasta 2011, cuando comenzó un nuevo y fuerte declive hasta los 500 mil ejemplares diarios en mayo pasado.
Para peor – señalan Espada y Marino -, las caídas más importantes se registran en los títulos de menor circulación. Clarín y La Nación lograron sostener buena parte de sus ventas mediante el modelo suscripción con tarjetas de beneficios. La estrategia le permitió al Grupo Clarín aumentar la circulación de su diario en los últimos cuatro años. El análisis, además, no puede soslayar una característica importante del sistema local: la fuerte incidencia de la pauta oficial. En el bienio 2018/2019, la pauta del Estado nacional representó casi el 10 por ciento del total de la torta publicitaria. “La incidencia se duplica si se suman las pautas de la Ciudad de Buenos Aires, la Provincia de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe”, señala el informe.
La industria gráfica no es la única afectada. “Los datos de actividad y facturación de los distintos sectores del mercado de las comunicaciones muestran que la caída de ingresos es general”, explican Espada y Marino. El segmento más castigado es el audiovisual. Su participación cayó del 10 al 7,5 por ciento entre 2014 y 2019. Incluso, la facturación en dólares de la telefonía móvil se vio mermada por la devaluación en los últimos años, aunque no tanto como la fija y la televisión paga.
Lo ejemplos se multiplican y todos hablan de concentración y propiedad cruzada. Un caso extremo es el servicio de acceso y conectividad. El Grupo Clarín acapara el 42 por ciento de la telefonía fija, el 34 por ciento de la móvil, el 56 por ciento de las conexiones por banda ancha, el 35 por ciento de la conectividad móvil y el 40 por ciento de la televisión paga. Todo esto sin contabilizar el peso preponderante que exhibe el holding cuando se suma la propiedad de publicaciones gráficas, radios y canales abiertos de televisión.
“El escenario actual sugiere que la convergencia profundizará aún más el proceso de concentración. Mientras tanto, se mantiene la incertidumbre sobre el modelo de negocio sustentable en la transición digitalizada y en red”, concluyen Espada y Marino. Por lo pronto, el acelerado desarrollo de la tecnología obliga a las empresas que provienen de sistema de medios tradicional a convertirse en operadores convergentes. Una condición sine qua non para sobrevivir. Sin embargo, en el escenario actual, las chances de supervivencia son escasas. Más todavía en un mercado publicitario que no escapa a la inestabilidad estructural de la economía y en un marco regulatorio que favorece a las empresas con capital intensivo.
Notas
[1] El trabajo integra “Regulaciones y acciones para el sustento del trabajo periodístico en la pospandemia” (SiPreBa, noviembre de 2020) y puede leerse en https://www.sipreba.org/wp-content/uploads/2020/11/Dossier-SiPreBA-Noviembre2020.pdf.
[2] Una primera aproximación al debate en Estados Unidos y Europa sobre la amenaza que representan los monopolios para los consumidores, los usuarios, la innovación y la democracia puede leerse en el Journal of European Competition Law & Practice (https://academic.oup.com/jeclap/article/9/3/131/4915966).
[3] Para una síntesis apretada sobre los modelos regulatorios que se proponen en Europa y Estados Unidos: Los gigantes bajo escrutinio público (https://socompa.info/economia/los-gigantes-bajo-escrutinio-publico/).
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